3 nov 2010

TODOS LOS SANTOS ( 1 DE NOVIEMBRE )


La Solemnidad

La Iglesia nos manda echar en este día una mirada al cielo, que es nuestra futura patria, para ver allí con San Juan, a esa turba magna, a esa muchedumbre incontable de Santos, figurada en esas series de 12,000 inscritos en el Libro de la Vida, - con el cual se indica un número incalculable y perfecto, - y procedentes de Israel y de toda nación, pueblo y lengua, los cuales revestidos de blancas túnicas y con palmas en las manos, alaban sin cesar al Cordero sin mancilla. Cristo, la Virgen, los nueve coros de ángeles, los Apóstoles y Profetas, los Mártires con su propia sangre purpurados, los Confesores, radiantes con sus blancos vestidos, y los castos coros de Vírgenes forman ese majestuoso cortejo, integrado por todos cuantos acá en la tierra se desasieron de los bienes caducos y fueron mansos, mortificados, justicieros, misericordiosos, puros, pacíficos y perseguidos por Cristo. Entre esos millones de Justos a quienes hoy honramos y que fueron sencillos fieles de Jesús en la tierra, están muchos de los nuestros, parientes, amigos, miembros de nuestra familia parroquial, a los cuales van hoy dirigidos nuestros cultos. Ellos adoran ya al Rey de reyes y Corona de todos los Santos y seguramente nos alcanzarán abundantes misericordias de lo alto.

Esta fiesta común ha de ser también la nuestra algún día, ya que por desgracia son muy contados los que tienen grandes ambiciones de ser santos, y de amontonar muchos tesoros en el cielo. Alegrémonos, pues, en el Señor, y al considerarnos todavía bogando en el mar revuelto, tendamos los brazos, llamemos a voces a los que vemos gozar ya de la tranquilidad del puerto, sin exposición a mareos ni tempestades. Ellos sabrán compadecerse de nosotros, habiendo pasado por harto más recias luchas y penalidades que las nuestras. Muy necios seríamos si pretendiéramos subir al cielo por otro camino que el que nos dejó allanado Cristo Jesús y sus Santos.



Los Santos

La Sagrada Biblia llama "Santo" a aquello que está consagrado a Dios. La Iglesia Católica ha llamado "santos" a aquellos que se han dedicado a tratar de que su propia vida le sea lo más agradable posible a Nuestro Señor.

Hay unos que han sido "canonizados", o sea declarados oficialmente santos por el Sumo Pontífice, porque por su intercesión se han conseguido admirables milagros, y porque después de haber examinado minuciosamente sus escritos y de haber hecho una cuidadosa investigación e interrogatorio a los testigos que lo acompañaron en su vida, se ha llegado a la conclusión de que practicaron las virtudes en grado heroico.

Para ser declarado "Santo" por la Iglesia Católica se necesita toda una serie de trámites rigurosos. Primero una exhaustiva averiguación con personas que lo conocieron, para saber si en verdad su vida fue ejemplar y virtuosa. Si se logra comprobar por el testimonio de muchos que su comportamiento fue ejemplar, se le declara "Siervo de Dios". Si por detalladas averiguaciones se llega a la conclusión de que sus virtudes, fueron heroicas, se le declara "Venerable". Más tarde, si por su intercesión se consigue algún milagro totalmente inexplicable por medios humanos, es declarado "Beato". Finalmente si se consigue un nuevo y maravillosos milagro por haber pedido su intercesión, el Papa lo declara "santo".

Para algunos santos este procedimiento de su canonización ha sido rapidísimo, como por ejemplo para San Francisco de Asís y San Antonio, que sólo duró 2 años. Poquísimos otros han sido declarados santos seis años después de su muerte, o a los 15 o 20 años. Para la inmensa mayoría, los trámites para su beatificación y canonización duran 30, 40,50 y hasta cien años o más. Después de 20 o 30 años de averiguaciones, la mayor o menor rapidez para la beatificación o canonización, depende de que obtenga más o menos pronto los milagros requeridos.

Los santos "canonizados" oficialmente por la Iglesia Católica son varios millares. Pero existe una inmensa cantidad de santos no canonizados, pero que ya están gozando de Dios en el cielo. A ellos especialmente está dedicada esta fiesta de hoy.

La Santa Biblia afirma que al Cordero de Dios lo sigue una multitud incontable.

En el cielo están San Chofer de bus y Santa Lavandera de ropa. San Mensajero y Santa Secretaria. Santa Madre de familia y San Gerente de Empresa. San Obrero de construcción y San Agricultor. San Colegial y Santa Estudiante. Santa Viuda, Santa Solterona, Santa Niña y Santa Anciana. San Sacerdote, San Obispo, San Pontífice, San Limosnero, San Celador, Santa Cocinera, San Arrendatario y San Millonario, y muchos más que amaron a Dios y cumplieron sus deberes de cada día.

Señor Jesús: que cada uno de nosotros logremos formar también parte un día en el cielo para siempre del número de tus santos, de los que te alabaremos y te amaremos por los siglos de los siglos. Amén.

Esta es la voluntad de Dios: Que lleguemos a la santidad.

La fiesta de Todos los Santos se celebra el 1 de noviembre en la Iglesia Universal desde el año 840. Antes de esta fecha, había un día para recordar y celebrar a todos los mártires, hasta que el Papa Bonifacio IV, transformó un templo griego dedicado a todos los dioses (Partenón), en un templo cristiano, dedicándolo a "Todos los Santos".
Desde entonces la fiesta se fue extendiendo, primero en Europa y luego en todo el mundo.
Como fiesta mayor, tenía su celebración vespertina en la vigilia ( la noche del día anterior - 31 de octubre - ) para preparar la fiesta. En Inglaterra se le llamó a esta vigilia vespertina: All Hallow’s Even (Vigilia de todos los santos). Con el paso del tiempo su pronunciación fue cambiando….All Hallowd Eve …., All Hallow Een….., Halloween.
Por esto ahora se relaciona esta fiesta con la tradición norteamericana del halloween que, en su forma actual, nada tiene que ver con las fiestas cristianas.

¿Porqué y para qué? Te preguntarás, ¿tiene sentido rezar a los santos o pedir por las almas de quienes ya se han muerto?. Esta tradición está basada en la certeza que tenemos los cristianos de que la Iglesia es un solo cuerpo, el Cuerpo de Cristo. En el Cuerpo de Cristo fluye un mismo espíritu: el Espíritu Santo; Jesucristo es la Cabeza de ese cuerpo y todos los bautizados, somos sus miembros. La unión de los miembros de la Iglesia no se interrumpe con la muerte, más aun, la Iglesia nos enseña que se refuerza con la comunicación de los bienes espirituales.
Esto es un misterio, el misterio de la Iglesia. No se puede comprender con la razón, ni se puede comprobar como las ciencias; es cuestión de fe, los creyentes no solamente creemos en Dios, también "le creemos a Dios", y sabemos que Él nos habla en su Palabra: consulta la Primera Carta de San Pablo a los Corintios, capítulo 12, versos del 12 al 31 y medita lo que ahí dice.
Comprenderás ahora por qué decimos en el Credo "Creo en la Comunión de los Santos", queremos indicar que existe una unión, una comunicación entre las almas en las que el Espíritu Santo tiene su morada. Entre todos los miembros de la Iglesia, que está dividida en tres estados:

s La Iglesia Peregrina: los vivos, que aun peregrinan en la tierra;
s La Iglesia Purgante: los ya difuntos, que se purifican;
s La Iglesia Triunfante: los que están ya glorificados, en el cielo, contemplando a Dios.
Como todos los creyentes forman un solo cuerpo, el bien de los unos se comunica a los otros. Es pues necesario creer que existe una comunión de bienes en la Iglesia. El miembro más importante de este cuerpo es Cristo, ya que es la Cabeza, así, el bien de Cristo es comunicado a todos los miembros, y esta comunicación se hace por los sacramentos.
Por eso también se habla de la "intercesión de los santos"; ellos están ya unidos a Cristo, gozando de la Gloria del Padre y como parte del mismo Cuerpo de Cristo, pueden interceder por quienes aun no llegamos al cielo.

Culto: Los católicos veneramos a los santos, son quienes constituyen la Iglesia Triunfante, que junto con nosotros (Iglesia Peregrina) y con los que se están purificando (Iglesia Purgante), forman una sola Iglesia, la Iglesia de Jesucristo. Son quienes vivieron una vida normal, como tú y como cualquiera de nosotros, esforzándose por seguir a Cristo, sus mandamientos y enseñanzas, y lo hicieron hasta la muerte.

Las fiestas de los santos y de la Virgen María, no son fiestas ajenas a Cristo, antes bien, nos ayudan a comprender en qué consiste la vida cristiana y nos enseñan que sí se puede merecer la redención que Cristo nos alcanzó, si se vive de acuerdo al evangelio.

La Virgen María, es el fruto más espléndido de la Redención.
Con el culto a los demás santos la Iglesia proclama el misterio pascual cumplido en ellos.
El Culto que se da a los santos es derivado del que se da a Dios. Hay diferentes tipos de culto:

De Latría ® servicio a un amo o Señor ® sólo se da a Dios.
De Dulía ® servidor, servidumbre ® a los siervos de Dios por la gracia que de él han recibido ® es el que se da a los santos.
De Hiperdulía ® servidor superior ® es el que se da a la Virgen María.
El venerar o dar culto a los santos no es una costumbre nueva de la Iglesia Católica, desde las primeras comunidades cristianas lo hacían, hay pruebas de ello en numerosos escritos de la historia de la Iglesia de Cristo de los primeros siglos.
Lo importante es siempre situar al santo "debajo" de Jesucristo, quien es el centro y motivo de la fe cristiana. Los santos son importantes precisamente porque siendo hombres y mujeres normales, pecadores, limitados, se esforzaron por seguir a Jesús en su vida y contagiaron a muchos de su gran amor por Él. La Iglesia los venera y pide su intercesión, por la certeza de es el Cuerpo Místico de Cristo, un "solo cuerpo con un solo Espíritu" (Cf. 1Co 12, 12-31); cuerpo que no se puede "desmembrar" ni aun con la muerte y convencida también de que los bienes de cualquiera de sus miembros benefician al resto de este Cuerpo Místico.

Historia: En la Iglesia primitiva se celebraba solamente el misterio Pascual ® la Resurrección de Cristo. La santidad de los hombres se medía por la participación en la muerte de Cristo ® el mártir era el santo por excelencia.

Los primeros santos fueron todos mártires, hombres o mujeres que morían por defender la fe en Jesús Resucitado. El primero de quien se tiene noticias fue un obispo llamado Policarpo (156 d. C.), a quien ya se celebró como "santo". En aquéllas comunidades:

se sentía veneración por el mártir
se celebraba la memoria del día del martirio
se tenía una celebración jubilosa (Eucaristía y fiesta)
Posteriormente (año 258) se veneraba también a los Confesores, es decir, a los hombres y mujeres que con valentía confesaban su fe en Cristo dando testimonio de ella mediante un amor admirable sin llegar al Martirio, y a las Vírgenes por consagrar su vida al servicio del Señor.
Los fieles recogían los restos de sus santos (reliquias) y los sepultaban en un lugar especial, conmemoraban alrededor de su tumba el día del martirio o de su muerte y celebraban la Eucaristía. Después comenzaron a colocar la mesa del altar sobre la tumba del hombre a quien consideraban santo o se le daba sepultura al pie de un altar ya construido. En algunos casos se erigieron basílicas sobre las tumbas de los principales mártires (San Pedro, San Pablo, etc.)
Hoy, para reconocer públicamente a una persona como santo es preciso un proceso de canonización promovido por quienes conocieron a esa persona o son testigos de milagros realizados por su intercesión. Existe una gran cantidad de santos reconocidos por la Iglesia y otros muchos que, aunque no son famosos ni siquiera conocidos, vivieron una vida de auténtica santidad. A todos ellos se dedica la fiesta del 1° de noviembre; a todos ellos los cristianos podemos encomendarnos para que intercedan por nosotros y alcancemos, como ellos, llegar a reunirnos con Cristo, nuestra cabeza.


Proceso de Canonización: Canonizar significa declarar solemnemente santa a una persona, esto lo hace el Papa, una vez que se hayan cumplido ciertos requisitos. Para que una persona sea reconocida como santa, es necesario todo un proceso que, a lo largo de la historia ha ido modificándose de acuerdo a las necesidades de cada época.

Al principio, cuando un hombre era considerado santo, sea por haber muerto en martirio o por su testimonio de vida de fe, quienes lo conocieron pedían al Obispo local que se le nombrara formalmente santo, era él quien determinaba la autenticidad del martirio o vida del candidato, lo nombraba "Santo" y luego lo comunicaba al Papa.
No fue hasta el siglo X que se decidió que los santos deberían de ser autorizados y nombrados solamente desde Roma. La primera canonización formal fue la de San Uldarico, Obispo de Augusta, hecha por el Papa Juan XV en 993. El Papa Gregorio IX en 1234, publicó normas estrictas para el proceso de canonización, con el fin de evitar exageraciones y errores. A partir de entonces ese proceso se haría a través de un procedimiento legal a manera de juicio, en donde participaban abogados, oficinistas y oficiales que deberían demostrar si la persona merecía o no el título de santo.
Estaba por una parte el abogado que defendía la causa del santo propuesto, quien hablaba de su vida y virtudes que en él se observaban, generalmente se mencionaban supuestos milagros realizados por el candidato a santo; por la otra estaba el llamado abogado del diablo, que refutaba lo que el defensor de la causa presentaba y los oficiales de la Iglesia que finalmente aprobaban o rechazaban la propuesta.
Para aprobar una canonización ya desde ese tiempo es necesario que el santo realice dos milagros de curación y que pase por varias etapas: 1) es llamado "Siervo de Dios", cuando su causa es aceptada en Roma; 2) se le declara "Venerable", cuando se comprueba que poseía virtudes vividas en grado heroico; 3) se le llama "Bienaventurado" o "Beato", al comprobarse un primer milagro por su intercesión; y 4) finalmente se le declara "Santo", al comprobar que realizó ya dos o más milagros.
Si quisiéramos definir a un santo, diríamos que es una persona común y corriente que tiene una relación muy fuerte y cercana con Dios y que ésta se traduce en el trato con las personas. Un santo es quien hace cosas extraordinarias por los demás, al estilo de Jesús, es quien, como dice el Concilio, "completa en su propia carne, a favor de la Iglesia, lo que falta a las tribulaciones de Cristo". Es quien, por su vida de auténtico seguimiento a Cristo, hace presente el Reino de Dios entre los hombres.
Reformas a partir del Concilio Vaticano II El Concilio organizó la reforma litúrgica y del Calendario Romano, con ella disminuyeron las fiestas de devoción que no celebran acontecimientos concretos de la Historia de Salvación y se revisaron los nombres de los santos que aparecían en el calendario para corregir errores, se eliminaron los que no tenían suficientes datos históricos. Se seleccionaron los santos de mayor importancia, no por su grado de santidad (sólo Dios la puede medir), sí por el grado de modelo de santidad para ser imitado por el pueblo. También se pensó en dar un carácter más universal al calendario, incluyendo santos de diversas nacionalidades.

En enero de 1983, el Papa Juan Pablo II propuso revisar el proceso de canonización con el fin de hacerlo todavía más confiable. Ahora se recurren a muchas ciencias humanas como la psicología, la sociología, la historia; ya no son abogados, sino teólogos y diferentes especialistas los que participan en un proceso de canonización.
Para iniciar el proceso primero debe haber un movimiento popular que promueva la canonización de determinada persona, gran cantidad de gente que lo conocía y que siente que puede ser santo, deben demostrar que el candidato hizo en vida cosas extraordinarias por otras personas. Este movimiento se presenta ante el Obispo quien por medio de tribunales debe investigar la causa y reunir el material suficiente para enviar a Roma a través del Postulante, es el encargado de presentar la causa a la Iglesia.
En el Vaticano se nombra un Juez Supremo y un cuerpo de Consultores, ellos cuentan con un consejo de historiadores y un consejo de teólogos; participan además 12 o 15 Cardenales y Obispos que, una vez revisado y aprobado el material lo entregan al Papa quien, después de un minucioso estudio nombra al candidato "Venerable" o "Heroicamente Virtuoso". Después se espera a que se comprueben dos milagros realizados por su intercesión para nombrarlo "Beato" o "Bienaventurado" y finalmente se reconoce ante la Iglesia Universal como "Santo". Todo este proceso generalmente dura muchos años.
Entre los especialistas en la materia están los Bolandistas, son humanistas que estudian las vidas de los santos para establecer sus historias precisas, comprobando que no son sólo leyendas. Ellos son quienes han trabajado con el calendario para decidir los que se deben suprimir o incluir. Son más de 10 mil los santos nombrados a través de la historia de la Iglesia, por lo que los Bolandistas tienen todavía una ardua tarea.

Este día se celebran a todos los millones de personas que han llegado al cielo, aunque sean desconocidos para nosotros. Santo es aquel que ha llegado al cielo, algunos han sido canonizados y son por esto propuestos por la Iglesia como ejemplos de vida cristiana.

Comunión de los santos

La comunión de los santos, significa que ellos participan activamente en la vida de la Iglesia, por el testimonio de sus vidas, por la transmisión de sus escritos y por su oración. Contemplan a Dios, lo alaban y no dejan de cuidar de aquellos que han quedado en la tierra. La intercesión de los santos significa que ellos, al estar íntimamente unidos con Cristo, pueden interceder por nosotros ante el Padre. Esto ayuda mucho a nuestra debilidad humana.

Su intercesión es su más alto servicio al plan de Dios. Podemos y debemos rogarles que intercedan por nosotros y por el mundo entero.

Aunque todos los días deberíamos pedir la ayuda de los santos, es muy fácil que el ajetreo de la vida nos haga olvidarlos y perdamos la oportunidad de recibir todas las gracias que ellos pueden alcanzarnos. Por esto, la Iglesia ha querido que un día del año lo dediquemos especialmente a rezar a los santos para pedir su intercesión. Este día es el 1ro. de noviembre.

Este día es una oportunidad que la Iglesia nos da para recordar que Dios nos ha llamado a todos a la santidad. Que ser santo no es tener una aureola en la cabeza y hacer milagros, sino simplemente hacer las cosas ordinarias extraordinariamente bien, con amor y por amor a Dios. Que debemos luchar todos para conseguirla, estando conscientes de que se nos van a presentar algunos obstáculos como nuestra pasión dominante; el desánimo; el agobio del trabajo; el pesimismo; la rutina y las omisiones.
Se puede aprovechar esta celebración para hacer un plan para alcanzar la santidad y poner los medios para lograrlo:

¿Como alcanzar la santidad?

- Detectando el defecto dominante y planteando metas para combatirlo a corto y largo plazo.
- Orando humildemente, reconociendo que sin Dios no podemos hacer nada.
- Acercándonos a los sacramentos.

Un poco de historia

La primera noticia que se tiene del culto a los mártires es una carta que la comunidad de Esmirna escribió a la Iglesia de Filomelio, comunicándole la muerte de su santo obispo Policarpo, en el año156. Esta carta habla sobre Policarpo y de los mártires en general. Del contenido de este documento, se puede deducir que la comunidad cristiana veneraba a sus mártires, que celebraban su memoria el día del martirio con una celebración de la Eucaristía. Se reunían en el lugar donde estaban sus tumbas, haciendo patente la relación que existe entre el sacrificio de Cristo y el de los mártires

La veneración a los santos llevó a los cristianos a erigir sobre las tumbas de los mártires, grandes basílicas como la de San Pedro en la colina del Vaticano, la de San Pablo, la de San Lorenzo, la de San Sebastián, todos ellos en Roma.

Las historias de los mártires se escribieron en unos libros llamados Martirologios que sirvieron de base para redactar el Martirologio Romano, en el que se concentró toda la información de los santos oficialmente canonizados por la Iglesia.

Cuando cesaron las persecuciones, se unió a la memoria de los mártires el culto de otros cristianos que habían dado testimonio de Cristo con un amor admirable sin llegar al martirio, es decir, los santos confesores. En el año 258, San Cipriano, habla del asunto, narrando la historia de los santos que no habían alcanzado el martirio corporal, pero sí confesaron su fe ante los perseguidores y cumplieron condenas de cárcel por Cristo.

Más adelante, aumentaron el santoral con los mártires de corazón. Estas personas llevaban una vida virtuosa que daba testimonio de su amor a Cristo. Entre estos, están san Antonio (356) en Egipto y san Hilarión (371) en Palestina. Tiempo después, se incluyó en la santidad a las mujeres consagradas a Cristo.

Antes del siglo X, el obispo local era quien determinaba la autenticidad del santo y su culto público. Luego se hizo necesaria la intervención de los Sumos Pontífices, quienes fueron estableciendo una serie de reglas precisas para poder llevar a cabo un proceso de canonización, con el propósito de evitar errores y exageraciones.

El Concilio Vaticano II reestructuró el calendario del santoral:

Se disminuyeron las fiestas de devoción pues se sometieron a revisión crítica las noticias hagiográficas (se eliminaron algunos santos no porque no fueran santos sino por la carencia de datos históricos seguros); se seleccionaron los santos de mayor importancia (no por su grado de santidad, sino por el modelo de santidad que representan: sacerdotes, casados, obispos, profesionistas, etc.); se recuperó la fecha adecuada de las fiestas (esta es el día de su nacimiento al Cielo, es decir, al morir); se dio al calendario un carácter más universal (santos de todos los continentes y no sólo de algunos).

Categorías de culto católico

Los católicos distinguimos tres categorías de culto:
- Latría o Adoración: Latría viene del griego latreia, que quiere decir servicio a un amo, al señor soberano. El culto de adoración es el culto interno y externo que se rinde sólo a Dios.

- Dulía o Veneración: Dulía viene del griego doulos que quiere decir servidor, servidumbre. La veneración se tributa a los siervos de Dios, los ángeles y los bienaventurados, por razón de la gracia eminente que han recibido de Dios. Este es el culto que se tributa a los santos. Nos encomendamos a ellos porque creemos en la comunión y en la intercesión de los santos, pero jamás los adoramos como a Dios. Tratamos sus imágenes con respeto, al igual que lo haríamos con la fotografía de un ser querido. No veneramos a la imagen, sino a lo que representa.

- Hiperdulía o Veneración especial: Este culto lo reservamos para la Virgen María por ser superior respecto a los santos. Con esto, reconocemos su dignidad como Madre de Dios e intercesora nuestra. Manifestamos esta veneración con la oración e imitando sus virtudes, pero no con la adoración.

Todos llamados a ser santos

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