2 ene 2012

EL SANTISIMO NOMBRE DE JESUS ( 3 DE ENERO )


El Santísimo Nombre de Jesús, invocado por los fieles desde los comienzos de la Iglesia, comenzó a ser venerado en las celebraciones litúrgicas en el siglo XIV. San Bernardino de Siena y sus discípulos propagaron el culto al Nombre de Jesús: "Yahweh es salvación" con el monograma del Santo Nombre: IHS (abreviación del nombre de Jesús en Griego, ιησουσ, y añadiendo el nombre de Jesús al Ave María. Como fiesta litúrgica fue introducida en el siglo XVI. En 1530 el Papa Clemente VII concedió por vez primera a la Orden Franciscana la celebración del Oficio del Santísimo Nombre de Jesús.

EL FUNDAMENTO DE LA FE ES EL NOMBRE DE JESUS MEDIANTE EL CUAL SOMOS CONSTITUIDOS HIJOS DE DIOS - San Bernardino de Siena

Éste es aquel santísimo nombre anhelado por los
patriarcas, esperado con ansiedad , demandado con
gemidos, invocado con suspiros, requerido con
lagrimas, donado al llegar la plenitud de la gracia.

No pienses en un nombre de poder, menos en uno
de venganza, sino de salvación. Su nombre es
misericordia, es perdón. Que el nombre de Jesús
resuene en mis oídos, porque su voz es dulce y su
rostro bello.

No dudes, el nombre de Jesús es fundamento de la
fe, mediante le cual somos constituidos hijos de
Dios. La fe de la religión católica consiste en el
conocimiento de Cristo Jesús y de su persona, que
el luz del alma, franquicia de la vida, piedra de
salvación eterna. Quien no llegó a conocerle o le
abandonó camina por la vida en tinieblas, y va a
ciegas con inminente riesgo de caer en el precipicio,
y cuanto más se apoye en la humana inteligencia,
tanto más se servirá de un lazarillo también ciego,
al pretender escalar los recónditos secretos
celestiales con sólo la sabiduría del propio
entendimiento, y no será difícil que le acontezca,
por descuidar los materiales sólidos, construir la
casa en vano, y, por olvidar la puerta de entrada,
pretenda luego entra a ella por el tejado.

No hay otro fundamento fuera de Jesús, luz y
puerta, guía de los descarriados, lumbrera de la fe
para todos los hombres, único medio para encontrar
de nuevo al Dios indulgente, y, una vez encontrado,
fiarse de él; y poseído, disfrutarle. Esta base
sostiene la Iglesia, fundamentada en el nombre de
Jesús.

El nombre de Jesús es el brillo de los predicadores,
porque de Él les viene la claridad luminosa, la
validez de su mensaje y la aceptación de su palabra
por los demás. ¿De dónde piensas que procede tanto
esplendor y que tan rápidamente se haya propagado
la fe por todo el mundo, sino por haber predicado a
Jesús? ¿Acaso no por la luz y dulzura de este
nombre, por el que Dios nos llamó y condujo a su
gloria? Con razón el Apóstol, a los elegidos y
predestinados por este nombre luminoso, les dice:
en otro tiempo fuisteis tinieblas, mas ahora sois luz
en el Señor. Caminad como hijo de la luz.

¡Oh nombre glorioso, nombre regalado, nombre
amoroso y santo! Por ti las culpas se borran, los
enemigos huyen vencidos, los enfermos sanan, los
atribulados y tentados se robustecen, y se sienten
gozosos todos. Tú eres la honra de los creyentes, tú
el maestro de los predicadores, tú la fuerza de los
que trabajan, tú el valor de los débiles. Con el fuego
de tu ardor y de tu celo se enardecen los ánimos,
crecen los deseos, se obtienen los favores, las almas
contemplativas se extasían; por ti, en definitiva,
todos los bienaventurados del cielo son
glorificados.

Haz, dulcísimo Jesús, que también nosotros
reinemos con ello por la fuerza de tu santísimo
nombre.

San Bernardino de Siena

Honramos el Nombre de Jesús no porque creamos que existe un poder intrínseco escondido en las letras que lo componen, sino porque el nombre de Jesús nos recuerda todas las bendiciones que recibimos a través de Nuestro Santo Redentor. Para agradecer estas bendiciones reverenciamos el Santo Nombre, así como honramos la Pasión de Cristo honrando Su Cruz (Colvenerius, "De festo SS. Nominis", ix). Descubrimos nuestras cabezas y doblamos nuestras rodillas ante el Santísimo Nombre de Jesús; Él da sentido a todos nuestros afanes, como indicaba el emperador Justiniano en su libro de leyes: "En el Nombre de Nuestro Señor Jesús empezamos todas nuestras deliberaciones". El Nombre de Jesús, invocado con confianza:

•Brinda ayuda a necesidades corporales, según la promesa de Cristo: "En mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien" (Marcos 16, 17-18). En el Nombre de Jesús los Apóstoles dieron fuerza a los lisiados (Hechos 3, 6; 9, 34) y vida a los muertos (Hechos 9, 40).
•Da consuelo en las aflicciones espirituales. El Nombre de Jesús le recuerda al pecador al padre del Hijo Pródigo y del Buen Samaritano; le recuerda al justo el sufrimiento y la muerte del inocente Cordero de Dios.
•Nos protege de Satanás y sus engaños, ya que el Demonio teme el Nombre de Jesús, Quien lo ha vencido en la Cruz.
•En el nombre de Jesús obtenemos toda bendición y gracia en el tiempo y la eternidad, pues Cristo dijo: "lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre." (Juan 16, 23). Por eso la Iglesia concluye todas sus plegarias con las palabras: "Por Jesucristo Nuestro Señor", etc.
Así se cumple la palabra de San Pablo: "Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos." (Fil 2, 10).

Un especial devoto del Santísimo Nombre fue San Bernardo, quien habla de él con especial ardor en muchos de sus sermones. Pero los promotores más destacados de esta devoción fueron San Bernardino de Siena y San Juan Capistrano. Llevaron consigo en sus misiones en las turbulentas ciudades de Italia una copia del monograma del Santísimo Nombre, rodeado de rayos, pintado en una tabla de madera, con el cual bendecían a los enfermos y obraban grandes milagros. Al finalizar sus sermones mostraban el emblema a los fieles y les pedían que se postraran a adorar al Redentor de la humanidad. Les recomendaban que tuviesen el monograma de Jesús ubicado sobre las puertas de sus ciudades y sobre las puertas de sus viviendas (cf. Seeberger, "Key to the Spiritual Treasures", 1897, 102). Debido a que la manera en que San Bernardino predicaba esta devoción era nueva, fue acusado por sus enemigos y llevado al tribunal del Papa Martín V. Pero San Juan Capistrano defendió a su maestro tan exitosamente que el papa no sólo permitió la adoración del Santísimo Nombre, sino que asistió a una procesión en la que se llevaba el Santo Monograma. La tabla usada por San Bernardino es venerada en Santa María en Ara Coeli en Roma.

El emblema o monograma que representa el Santísimo Nombre de Jesús consiste de las tres letras: IHS. En la mal llamada Edad Media el Nombre de Jesús se escribía: IHESUS; el monograma contiene la primera y la última letra del Santísimo Nombre. Se encuentra por primera vez en una moneda de oro del siglo VIII: DN IHS CHS REX REGNANTIUM (El Señor Jesucristo, Rey de Reyes). Algunos equivocadamente sostienen que las tres letras son las iniciales de "Jesús Hominum Salvator" (Jesús Salvador de los Hombres). Los jesuitas hicieron de este monograma el emblema de su Sociedad, añadiéndole una cruz sobre la H y tres clavos bajo ella. Consecuentemente se inventó una nueva explicación del emblema, pretendiendo explicar que los clavos eran originalmente una "V", y que el monograma significaba "In Hoc Signo Vinces" (En Esta Señal deben Conquistar), palabras que, de acuerdo a un registro muy antiguo, vio Constantino en los cielos bajo el signo de la Cruz antes de la batalla en el puente Milvian (312).

También se sostiene que Urbano IV y Juan XXII concedieron una indulgencia de treinta días a aquellos que añadieran el nombre de Jesús al Ave María o se hincaran, o por lo menos hicieran una venia con las cabezas al escuchar el Nombre de Jesús (Alanus, "Psal. Christi et Mariae", i, 13, and iv, 25, 33; Michael ab Insulis, "Quodlibet", v; Colvenerius, "De festo SS. Nominis", x). Esta afirmación puede ser cierta; pero fue gracias a los esfuerzos de San Bernardino que la costumbre de añadir el Nombre de Jesús al Ave María fue difundida en Italia, y de ahí a la Iglesia Universal. Pero hasta el siglo XVI era desconocida en Bélgica (Colven., op. Cit., x), mientras que en Bavaria y Austria los fieles aún añaden al Ave María las palabras: "Jesús Christus" (ventris tui, Jesús Christus). Sixto V (2 de julio de 1587) concedió una indulgencia de cincuenta días a la jaculatoria: "¡Bendito sea el Nombre del Señor!" con la respuesta "Ahora y por siempre", o "Amén". En el sur de Alemania los campesinos se saludan entre ellos con esta fórmula piadosa. Sixto V y Benedicto XIII concedieron una indulgencia de cincuenta días para todo aquél que pronuncie el Nombre de Jesús reverentemente, y una indulgencia plenaria al momento de la muerte. Estas dos indulgencias fueron confirmadas por Clemente XIII, el 5 de setiembre de 1759. Tantas veces como invoquemos el Nombre de Jesús y de María ("¡Jesu!", "Maria"!) podremos ganar una indulgencia de 300 días, por decreto de Pío X, el 10 de octubre de 1904. Es también necesario, para ganar la indulgencia papal al momento de la muerte, pronunciar aunque sea mentalmente el Nombre de Jesús.

En efecto, el Nombre de Jesús contiene en sí mismo toda la religión cristiana: la Persona que lo lleva es la secunda Persona de la Trinidad, encarnada, hecha hombre. Y este Nombre estaba inscrito en la Cruz, es el Nombre del Redentor. Es como una predicación, un sacramental poderoso, una bendición de Cristo; una gracia está vinculada al Nombre de Jesús. Aleja la tentación, pacifica el alma perturbada. San Pío Xº había otorgado una indulgencia de trescientos días a los que dicen con fervor ¡“JESÚS mío, misericordia”! El demonio tiembla a oírlo; ni lo puede pronunciar, como lo atestiguan los exorcistas; porque el Nombre de JESÚS le recuerda su derrota, su condenación. ¡Ya le arrancó tantas almas!

En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Queridos fieles,

En el principio de cada año, la Santa Iglesia, usando las palabras de San Pablo, nos invita a vivir sobria, justa y piadosamente. ¡Qué excelente manera de responder a su invitación pronunciando y adorando el Santísimo Nombre de JESÚS, que festejamos en el primer Domingo del año 2010!

“Que al Nombre de JESÚS toda rodilla se doble, en los cielos, en la tierra y en el infierno”.

“No se ha dado a los hombres otro Nombre debajo del Cielo por el cual podamos salvarnos”.

Este Nombre, el Nombre del Mesías, había sido anunciado por ángeles a San José y a la santísima Virgen. Significa “SALVADOR”, y no sólo lo significa sino que también trae consigo la salvación, salvación de las almas y a veces incluso del cuerpo, como nos lo narra el evangelio de hoy.

Un misionero de África nos contó un día que solamente el hecho de pronunciar con fe el Nombre de Jesús, conmovía y convertía el corazón de muchos infieles.

En efecto, el Nombre de Jesús contiene en sí mismo toda la religión cristiana: la Persona que lo lleva es la secunda Persona de la Trinidad, encarnada, hecha hombre. Y este Nombre estaba inscrito en la Cruz, es el Nombre del Redentor. Es como una predicación, un sacramental poderoso, una bendición de Cristo; una gracia está vinculada al Nombre de Jesús. Aleja la tentación, pacifica el alma perturbada. San Pío Xº había otorgado una indulgencia de trescientos días a los que dicen con fervor ¡“JESÚS mío, misericordia”! El demonio tiembla a oírlo; ni lo puede pronunciar, como lo atestiguan los exorcistas; porque el Nombre de JESÚS le recuerda su derrota, su condenación. ¡Ya le arrancó tantas almas!

Está escrito en toda parte en la Iglesia: sobre las hostias, los ornamentos, sus edificios, los cálices. IHS, eso es “IESUS, hominum Salvator”, “JESÚS, Salvador de los hombres”.

Con qué respeto y adoración debemos pronunciar el Santísimo Nombre de Jesús. Antiguamente no se decía sin sacarse el sombrero, o inclinar la cabeza. Era la primera palabra que los niños aprendían, y la última de los agonizantes. Muchos mártires, como San Juan de Brito, San Juana de Arco, unieron la Palabra “JESÚS” con su último suspiro. San Bernardino de Siena lo predicaba sin cesar, y su devoción contribuyó mucho a su difusión. San Bernardo escribió maravillosamente sobre Él: “Es miel a la boca, melodía al oído, alegría al corazón (…); “Oleum effusum Nomen tuum” , Tu Nombre es un aceite derramado. No es en vano que el Espíritu Santo ha comparado el aceite con el Nombre del Esposo: como el aceite ilumina, alimenta y cura, así el Nombre de JESÚS es luz, alimento y remedio; Ilumina cuando se lo publica, alimenta cuando se lo medita, unge y suaviza todos los males cuando se lo invoca” .

No lo pronunciemos nunca sin fe, sin respeto, sin razón, o como por superstición. Por lo menos hoy, recemos las hermosas letanías del santísimo Nombre de JESÚS, que está en muchos misales y en los devocionarios, como el de los ejercicios espirituales.

Hay un solo Dios, Creador y Salvador. Hay un solo Nombre que salva. El Nombre de “JESÚS” designa la misión, la naturaleza misma de Nuestro Señor, es, de un cierto modo, JESÚS que sigue actuando, curando, salvando. Dijo San Pedro al paralítico: “En el Nombre de JESÚS, levántate y camina”. Se unen, se identifican en el Nombre de JESÚS el medio y el fin, el camino de esta vida y el Cielo eterno. En efecto, dice San Juan: “He escrito estas cosas para vosotros que creeis en el Nombre del Hijo de Dios, para que sepais que tienen la vida eterna”. Por lo tanto, los que no creen en el Nombre de JESÚS no tienen la vida eterna. ¡Qué clara condenación del ecumenismo con su Dios común a todas las religiones, un Dios sin Nombre, sin salvación, sin existencia!

Sea por siempre alabado el Santísimo Nombre de JESÚS

y con Él, el Santísimo Nombre de MARÍA.

Ave María Purísima

En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Letanías de Santísimo Nombre de Jesús

-Señor, ten piedad de nosotros (repite)
-Cristo, ten piedad de nosotros
-Señor, ten piedad de nosotros
-Cristo, óyenos
-Cristo, escúchanos

-Dios, Padre celestial, (ten misericordia de nosotros)
-Dios Hijo, Redentor del mundo,
-Dios Espíritu Santo,
-Santísima Trinidad, un solo Dios,
-Jesús, hijo de Dios vivo,
-Jesús, esplendor del Padre,
-Jesús, pureza de la luz eterna,
-Jesús, rey de la gloria,
-Jesús, sol de justicia,
-Jesús, hijo de la Virgen María,
-Jesús, amable,
-Jesús, admirable,
-Jesús, Dios fuerte,
-Jesús, padre del siglo futuro,
-Jesús, mensajero del plan divino,
-Jesús, todopoderoso,
-Jesús, pacientísimo,
-Jesús, obedientísimo,
-Jesús, manso y humilde de corazón,
-Jesús, amante de la castidad,
-Jesús, amador nuestro,
-Jesús, Dios de paz,
-Jesús, autor de la vida,
-Jesús, modelo de virtudes,
-Jesús, celoso de la salvación de las almas,
-Jesús, nuestro Dios,
-Jesús, nuestro refugio,
-Jesús, padre de los pobres,
-Jesús, tesoro de los fieles,
-Jesús, pastor bueno,
-Jesús, verdadera luz,
-Jesús, sabiduría eterna,
-Jesús, bondad infinita,
-Jesús, camino y vida nuestra,
-Jesús, alegría de los ángeles,
-Jesús, rey de los patriarcas,
-Jesús, maestro de los apóstoles,
-Jesús, doctor de los evangelistas,
-Jesús, fortaleza de los mártires,
-Jesús, luz de los confesores,
-Jesús, pureza de las vírgenes,
-Jesús, corona de todos los santos,

-Senos propicio Perdónanos, Jesús. (Perdónanos, Señor)
-Senos propicio Escúchanos, Jesús. (Escúchanos, Señor)

-De todo mal, (Líbranos, Señor)
-De todo pecado,
-De tu ira,
-De las asechanzas del demonio,
-Del espíritu impuro,
-De la muerte eterna,
-Del menosprecio de tus inspiraciones,
-Por el misterio de tu santa encarnación,
-Por tu natividad,
-Por tu infancia,
-Por tu divinísima vida,
-Por tus trabajos,
-Por tu agonía y Pasión,
-Por tu cruz y desamparo,
-Por tus sufrimientos,
-Por tu muerte y sepultura,
-Por tu resurrección,
-Por tu ascensión,
-Por tu institución de la santísima Eucaristía,
-Por tus gozos,
-Por tu gloria, Líbranos, Jesús.

-Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Perdónanos, Jesús.
-Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Escúchanos Jesús.
-Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Ten misericordia de nosotros Jesús.

-Jesús, óyenos (Se repite)
-Jesús, escúchanos

ORACIÓN
Te pedimos Señor, que quienes veneremos el Santísimo Nombre de Jesús disfrutemos en esta vida de la dulzura de su gracia y de su gozo eterno en el Cielo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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