21 jul 2010

SANTA MARIA MAGDALENA (22 DE JULIO)


"Bienaventurados los que lloran,
porque ellos serán consolados."
(Mt 5,5)


Su nombre era María, que significa "preferida por Dios", y era natural de Magdala en Galilea; de ahí su sobrenombre de Magdalena. Magdala, ciudad a la orilla del Mar de Galilea, o Lago de Tiberiades.


Jesús, al dar su Espíritu a sus apóstoles, les dijo que perdonasen los pecados conforme se lo habían visto a Él hacer: y la liturgia nos recuerda hoy un ejemplo, que será siempre famoso, de la misericordia del Salvador con los que se duelen de sus pasados extravíos.

María, hermana de Marta y Lázaro, era pública pecadora, hasta que tocada un día por la gracia, vino a rendirse a los pies del Señor. “No te acerques a mí, porque estoy puro”, le dirían los soberbios; pero el Señor, al contrario, la recibe y perdona. Por eso Jesús, “acoge bondadoso la ofrenda de sus servicios”, y le ofrece para siempre un sitial de honor en su corte real. La contrición transforma su amor. “Por haber amado mucho, se le perdonan muchos pecados”. Movido por sus ruegos resucita Jesús a Lázaro, su hermano, y cuando Jesús es crucificado, le asiste, más muerta que viva; preguntando, como la esposa de los Cantares, a dónde han puesto su esposo Divino, Cristo la llama por su propio nombre, y mándale llevar a los discípulos la nueva de su Resurrección.

A imitación de la gran Santa María Magdalena, vengamos en espíritu de amor y de compunción, a ofrecer a Jesús, presente en la santa Misa, el tesoro de nuestras alabanzas. Hagámosle compañía, como las dos hermanas Marta y María; adornemos su altar, con ese recio espíritu de fe que no teme el escándalo farisaico, con todo el esplendor que conviene a la casa de Dios. Imitémosla sobre todo en su acendrado amor a Jesús, seguros de que haciéndolo así, lograremos la remisión entera de nuestras pasadas culpas, elevándonos, desde el fondo de nuestra miseria a la sima de la santidad. Al que busca a Dios con gemidos, pronto le abre la puerta de su misericordia y de sus ricos tesoros.


Cuatro menciones en los Evangelios:

1) Los siete demonios. Lo primero que dice el Evangelio acerca de esta mujer, es que Jesús sacó de ella siete demonios (Lc 8,2), lo cual es un favor grandísimo, porque una persona poseída por siete espíritus inmundos tiene que haber sido impresionantemente infeliz. Esta gran liberación obrada por Jesús debió dejar en Magdalena una gratitud profundísima.

Nuestro Señor decía que cuando una persona logra echar lejos a un mal espíritu, este se va y consigue otros siete espíritus peores que él y la atacan y así su segundo estado llega a ser peor que el primero (Lc 11,24). Eso le pudo suceder a Magdalena. Y que enorme paz habrá experimentado cuando Cristo alejó de su alma estos molestos espíritus.

A nosotros nos consuela esta intervención del Salvador, porque a nuestra alma la atacan también siete espíritus dañosísimos: el orgullo, la avaricia, la ira, la gula, la impureza o lujuria, envidia, la pereza y quizás varios más. ¿Quién puede decir que el espíritu del orgullo no le ataca día por día? ¿Habrá alguien que pueda gloriarse de que el mal espíritu de la impureza no le ha atacado y no le va a atacar ferozmente? Y lo mismo podemos afirmar de los demás.

Pero hay una verdad consoladora: Y es que los espíritus inmundos cuando veían o escuchaban a Jesús empezaban a tembar y salían huyendo. ¿Por qué no pedirle frecuentemente a Cristo que con su inmenso poder aleje de nuestra alma todo mal espíritu? El milagro que hizo en favor de la Magdalena, puede y quiere seguirlo haciendo cada día en favor de todos nosotros.
2) Se dedicó a servirle con sus bienes. Amor con amor se paga. Es lo que hizo la Magdalena. Ya que Jesús le hizo un gran favor al librarla de los malos espíritus, ella se dedicó a hacerle pequeños pero numerosos favores. Se unió al grupo de las santas mujeres que colaboraban con Jesús y sus discípulos (Juana, Susana y otras). San Lucas cuenta que estas mujeres habían sido liberadas por Jesús de malos espíritus o de enfermedades y que se dedicaban a servirle con sus bienes (Lc 8,3). Lavaban la ropa, preparaban los alimentos; quizás cuidaban a los niños mientras los mayores escuchaban al Señor; ayudaban a catequizar niños, ancianos y mujeres, etc...

3) Junto a la cruz. La tercera vez que el Evangelio nombra a Magdalena es para decir que estuvo junto a la cruz, cuando murió Jesús. La ausencia de hombres amigos junto a la cruz del Redentor fue escandalosa. Sencillamente no se atrevieron a aparecer por ahí. No era nada fácil declararse amigo de un condenado a muerte. El único que estuvo junto a Él fue Juan. En cambio las mujeres se mostraron mucho más valerosas en esa hora trágica y fatal. Y una de ellas fue Magdalena.

San Mateo (Mt 27,55), San Marcos (Mc 15, 40) y San Juan (Jn 19, 25) afirman que junto a la cruz de Jesús estaba la Magdalena. En las imágenes religiosas de todo el mundo los artistas han pintado a María Magdalena junto a María, la Madre de Jesús, cerca de la cruz del Redentor agonizante, como un detalle de gratitud a Jesús.

4) Jesús resucitado y la Magdalena. Uno de los datos más consoladores del Evangelio es que Jesús resucitado se aparece primero a dos personas que habían sido pecadoras pero se habían arrepentido: Pedro y Magdalena. Como para animarnos a todos los pecadores, con la esperanza de que si nos arrepentimos y corregimos lograremos volver a ser buenos amigos de Cristo.

Los cuatro evangelistas cuentan como María Magdalena fue el domingo de Resurrección por la mañana a visitar el sepulcro de Jesús. San Juan lo narra de la siguiente manera:

"Estaba María Magdalena llorando fuera, junto al sepulcro y vio dos ángeles donde había estado Jesús. Ellos le dicen: - ¿Mujer, por qué lloras? - Ella les responde: - Porque se han llevado a mi Señor, y no sé donde lo han puesto.

Dicho esto se volvió y vio que Jesús estaba ahí, pero no sabía que era Jesús.

Le dice Jesús: - ¿Mujer por qué lloras? ¿A quién buscas?

Ella, pensando que era el encargado de aquella finca le dijo: - Señor, si tú lo has llevado, dime donde lo has puesto, yo me lo llevaré.

Jesús le dice: '¡María!'

Ella lo reconoce y le dice : '¡Oh Maestro!' (y se lanzó a besarle los pies).

Le dijo Jesús: - Suéltame, porque todavía no he subido al Padre. Vete donde los hermanos y diles: 'Subo a mi Padre y vuestro Padre, a mi Dios a vuestro Dios'.

Fue María Magdalena y les dijo a los discípulos: - He visto al Señor, y me ha dicho esto y esto." (Jn. 27, 11).

Esta mujer tuvo el honor de ser la encargada de comunicar la noticia de la resurrección de Jesús.
Tradiciones sobre la vida posterior de María Magdalena

La tradición oriental afirma que, después de Pentecostés, María Magdalena fue a vivir a Efeso con la Virgen María y San Juan y que murió ahí. A mediados del siglo VIII, San Wilibaldo visitó en Efeso el santuario de María Magdalena. En el 886 fueron llevadas sus reliquias a Constantinopla.

Según la tradición francesa muy difundida en occidente, María Magdalena fue con Lázaro y Marta a evangelizar la Provenza, Francia y pasó los últimos treinta años de su vida en los Alpes Marítimos, en la caverna de La Sainte Baume. Poco antes de su muerte, fue trasladada milagrosamente a la capilla de San Maximino, donde recibió los últimos sacramentos y fue enterrada por el santo.

La primera mención del viaje de María Magdalena a la Provenza data del siglo XI, a propósito de las pretendidas reliquias de la santa que se hallaban en la abadía de Vézelay, en Borgoña. Pero la leyenda no tomó su forma definitiva sino hasta el siglo XIII, en la Provenza. A partir de 1279, empezó a afirmarse que las reliquias de Santa María Magdalena se hallaban en Vézelay, en el convento dominicano de Saint-Maximin. Todavía en la actualidad es muy popular la peregrinación a dicho convento y a la Sainte Baume. Pero las investigaciones modernas, especialmente las que llevó a cabo Mons. Duchesne, han demostrado que no se pueden considerar como auténticos ni las reliquias, ni el viaje de los amigos del Señor a Marsella. Así pues, a pesar de los clamores de la tradición local francesa, hay que confesar que se trata de una fábula. Volvamos pues al Evangelio.

La pecadora fue perdonada por Jesús. Se cumplió en ella el Salmo 51 "Un corazón humillado y arrepentido, Dios nunca lo desprecia".

María Magdalena es la mujer que fue fiel a Jesús hasta el final y que El escogió para ser testigo de la Resurrección ante los apóstoles.

Santa María Magdalena, ruega por nosotros.

La liturgia de su fiesta

Los textos bíblicos que se proclaman en su Memoria (que se celebra el 22 de julio) hablan de la búsqueda del «amado de mi alma» (Cant 3, 1-4a) o de la muerte y resurrección de Jesús como misterio de amor que nos apremia a vivir para «Aquel que murió y resucitó» por nosotros (2 Cor 5, 14-17). Ell evangelio que se proclama en la Misa es Jn 20, 1-2.11-18, es decir, el relato pascual en que Magdalena aparece como primera testigo de la Resurrección de Jesús, lo proclama «¡Maestro!» y va a anunciar a todos que ha visto al Señor. Como se ve, ninguna alusión a sus pecados ni a su supuesta identificación con María de Betania. Sólo pervive de esta supuesta identificación el hecho de que la Memoria litúrgica de Santa Marta se celebra justamente en la Octava de Santa Magdalena, es decir, una semana después, el 29 de julio. Santa María de Betania aun no tiene fiesta propia en el Calendario Litúrgico oficial.

Los textos eucológicos de la Misa de la Memoria de Santa María Magdalena nos dicen, por su parte, que a ella el Hijo de Dios le «confió, antes que a nadie... la misión de anunciar a los suyos la alegría pascual» (Oración Colecta). Magdalena es aquella «cuya ofrenda de amor aceptó con tanta misericordia tu Hijo Jesucristo» (Oración sobre las Ofrendas) y es modelo de «aquel amor que [la] impulsó a entregarse por siempre a Cristo» (Oración Postcomunión).

En la Liturgia de las Horas ocurre otro tanto, ya que los nuevos himnos compuestos después de la reforma litúrgica (Aurora surgit lúcida para Laudes y Mágdalæ sidus para Vísperas) hacen hincapié en los mismos aspectos: María Magdalena como testigo privilegiado de la Resurrección, primera en anunciar a Cristo resucitado, y fiel e intrépida seguidora de su Maestro. Algo similar se verifica en los demás elementos del Oficio Divino, en los que -nuevamente- no hay alusión ninguna a los supuestos pecados de la Magdalena ni a su condición de hermana de Marta y Lázaro.

Como claro contraste, cabe señalar que en la liturgia previa al Concilio, la Memoria del 22 de julio se llamaba «Santa María Magdalena, penitente», y abundaban las referencias a su pecado perdonado por Jesús y a su condición de hermana de Lázaro. El evangelio que se proclamaba era justamente Lc 7, 36-50, es decir, la unción de Jesús a cargo de «una mujer pecadora que había en la ciudad»: "in civitate peccatrix".

Finalmente, mencionemos que el culto a Santa María Magdalena es muy antiguo, ya que la Iglesia siempre veneró de modo especial a los personajes evangélicos más cercanos a Jesús. La fecha del 22 de julio como su fiesta ya existía antes del siglo X en Oriente, pero en Occidente su culto no se difundió hasta el siglo XII, reuniendo en una sola persona a las tres mujeres que los Orientales consideraban distintas y veneraban en diversas fechas. A partir de la Contrarreforma, el culto a María Magdalena, "pecadora perdonada", adquiere aun más fuerza.

La leyenda oriental señala que después de la Ascensión habría vivido en Éfeso, con María y San Juan; allí habría muerto y sus reliquias habrían sido trasladadas a Constantinopla a fines del siglo IX y depositadas en el monasterio de San Lázaro.

Otra tradición -que prevalece en Occidente- cuenta que los tres "hermanos" (Marta, María "Magdalena" y Lázaro) viajaron a Marsella (en un barco sin velas y sin timón). Allí, en la Provenza, los tres convirtieron a una multitud; luego Magdalena se retiró por treinta años a una gruta (del "Santo Bálsamo") a hacer penitencia. Magdalena muere en Aix-en-Provence, adonde los ángeles la habían llevado para su última comunión, que le da San Máximo. Diversos avatares sufren sus reliquias y su sepulcro a lo largo de los siglos.

Estas leyendas, naturalmente, no tienen ningún fundamento histórico y, como otras tantas, fueron forjadas en la Edad Media para explicar y autentificar la presencia, en una iglesia del lugar, de las supuestas reliquias de Magdalena, meta de innumerables peregrinajes.

Finalmente, cabe consignar que el apelativo "Magdalena" significa "de Magdala", ciudad que ha sido identificada con la actual Taricheai, al norte de Tiberíades, junto al lago de Galilea.

Oración

María Magdalena, te pido me ayudes a reconocer a Cristo en mi vida evitando las ocasiones de pecado. Ayúdame a lograr una verdadera conversión de corazón para que pueda demostrar con obras, mi amor a Dios.
Amén.

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