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30 mar 2010
LA PASION DEL SEÑOR (VIERNES SANTO)
Jerusalén. Jueves Santo de la primera Pascua cristiana. Alrededor de
las siete de la tarde, Jesucristo, que había amado apasionadamente a
los suyos, en la víspera de su muerte los amó hasta el fin, hasta no
poder más: «Hijitos míos: un nuevo mandamiento os doy. Que os
améis los unos a los otros como yo os he amado»* Y volviéndose
loco de amor cogió un trozo de pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio a
sus discípulos diciendo: «Tomad y comed, porque esto es mi
Cuerpo». Y en seguida: «Bebed todos de este cáliz: porque esta es
mi Sangre que será derramada por la salvación del mundo». Y
cuando San Juan, aquel jovencito que se sentía amado por su
Maestro con particular predilección, hubo tomado aquel bocado
divino y aplicado sus labios sedientos al cáliz de vida eterna, sintió
que sus fuerzas desfallecían por momentos y reclinó suavemente su
cabeza sobre el pecho de su divino Maestro para descansar en Él su
éxtasis de amor...
Ha terminado la Cena. Salen a la calle. La luz plateada de la luna el
Jueves Santo coincide siempre con el plenilunio del mes de Nisán—
ilumina suavemente las callejuelas de Jerusalén, Pasan junto al
templo. Descienden por el camino escalonado hasta el torrente
Cedrón, cruzan el puentecito y llegan a la entrada del huerto de
Getsemaní, Jesucristo recomienda a sus apóstoles que permanezcan
en oración a la entrada del huerto.
Y tomando aparte a Pedro, Santiago y Juan se interna entre los
olivos al mismo tiempo que exclama: «¡Me muero de tristeza, siento
una tristeza mortal!».
Y arrancándose todavía de los tres como a la distancia de un tiro
de piedra, cae de rodillas.
Y primera, segunda y tercera oración: «Padre mío, si no puede
pasar este cáliz sin que Yo lo beba, hágase tu voluntad». Y cuando
primera, segunda y tercera vez escucha en el fondo de su alma la
orden terminante de su Padre que le manda subir a la cruz, Jesucristo
se desploma ensangrentado: «Vínole un sudor como de gotas de
sangre que corrían hasta el suelo...».
Instantes después se presenta Judas acompañado de una turba de
soldados: «Amigo, ¿a qué has venido? ¿Con un beso entregas al Hijo
del hombre?».
Y Pedro desenvaina su espada y Cristo le impide defenderle...
Y atadas las manos, como a un vulgar malhechor, es conducido a
empujones hasta el palacio del Sumo Pontífice Caifás, no sin antes
comparecer un momento ante su suegro Anas, que le había
precedido en la suprema magistratura de la Sinagoga.
Y comienza la burda parodia del proceso religioso: «Este ha dicho
que puede destruir el templo y reconstruirlo en tres días». No
concuerdan los testimonios. La situación se hace embarazosa...
De pronto el Sumo Pontífice toma una resolución definitiva.
Poniéndose majestuosamente de pie, con toda la pompa y
solemnidad que correspondía al Jefe supremo del Sanedrín, interroga
autoritativamente al detenido: «Por el Dios vivo te conjuro que nos
digas de una vez claramente si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios». Y
Jesucristo le responde sin vacilar: «Tú lo has dicho: Yo soy. Y os
digo, además, que un día veréis al Hijo del hombre venir sobre las
nubes del cielo con gran poder y majestad».
«¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos de nuevos testimonios?
¿Qué os parece?». «¡Reo es de muerte!». Y a empujones y bofetadas
le encierran en un calabozo hasta la mañana siguiente en que le
presentarán al Procurador romano para exigirle la sentencia capital
que merece como blasfemo.
* * *
Mientras tanto, Pedro niega tres veces a su Maestro, acobardado ante
una mujerzuela y un grupo de soldados que se calienta junto al
fuego...
* * *
¿Dónde pasó la noche del Jueves Santo Judas el traidor? No lo dice
el Evangelio. Pero sin duda que no pudo conciliar el sueño un solo
instante. Corroída su conciencia por los remordimientos, al apuntar
el día se presentó en el templo ante los príncipes de los sacerdotes.
Le quemaban el alma aquellas treinta monedas que eran el precio de
su vil traición. «¡Devolvedme al Justo! He entregado sangre
inocente». Y al instante, la carcajada sarcástica de los sanedritas;
«¿Y a nosotros qué? ¡Allá te las hayas! ¡Vete de aquí, miserable! No
queremos nada contigo».
Y fue y se ahorcó.
¡Cuántos Judas hoy como ayer! Después de la traición, el desprecio,
la desesperación y el suicidio: «que el traidor no es menester —
siendo la traición pasada».
* * *
Ha ido amaneciendo lentamente. A primera hora de la mañana
Jesucristo es conducido, maniatado, ante el Procurador romano, Y
lanzan ante él la primera calumnia:
«Aquí tienes a un agitador que perturba a la nación y prohíbe pagar
los tributos al César, constituyéndose en Mesías y rey de los judíos».
Le interroga Pilatos. Nada malo descubre en ÉL Los sanedritas
insisten enfurecidos: «¡Desde Galilea hasta Judea tiene
revolucionado a todo el pueblo!».
Ha sonado una palabra nueva: Galilea, Pilatos pregunta si aquel
hombre es galileo. Y al conocer que pertenecía a la jurisdicción de
Herodes, se lo envía al instante, gozoso de encontrar un medio de
desembarazarse de aquel asunto tan desagradable.
Pero Jesucristo, que ha respondido lleno de serena dignidad a las
preguntas del Procurador romano, no se digna abrir los labios
divinos ante el infame Herodes, que, entre otros crímenes
repugnantes que pesaban sobre su conciencia, había mandado
degollar a Juan el Bautista en una noche de crápula, de orgía y de
pecado. Y cubierto de una vestidura blanca, en calidad de loco,
Herodes devuelve el preso a Pilatos, reconciliándose con él, pues
estaban disgustados entre sí.
El Procurador romano le interroga de nuevo. Recibe un mensaje de
su mujer recomendándole que no se meta con aquel justo, pues ha
padecido mucho en sueños por causa de él. Pero la chusma sigue
gritando, azuzada por los jefes de la Sinagoga.
Ya no sabe qué hacer. De pronto se le ocurre una idea luminosa: «¿A
quién queréis que os suelte, a Barrabás o Jesús llamado Cristo?». Y
el representante de Roma escucha estupefacto el griterío del pueblo:
«¡Suelta a Barrabás!». «¿Pues qué he de hacer con Jesús, el titulado
rey de los judíos?». «¡¡Crucifícale, crucifícale!!...».
Pilatos hace todavía un esfuerzo supremo para salvarle, a costa de
una medida injusta y brutal: «Le castigaré y le pondré después en
libertad». ¡Le declara inocente y ordena castigarle!...
Y viene el tormento espantoso de la flagelación. No emplearon con
Él la verga —que era el azote más suave reservado a los ciudadanos
romanos—, sino el horrible flagelo formado con largas tiras de
cuero, llenas de bolitas de plomo y huesos de animales. Y Cristo,
desnudo, atadas sus manos a una columna muy baja para que
presentara cómodamente a los verdugos su espalda encorvada, recibe
aquella tremenda tempestad de azotes... Carne amoratada, que se
vuelve muy pronto rojiza; la piel que salta hecha pedazos y la divina
víctima que queda cubierta de sangre... ¡Tenía que expiar en su carne
purísima la lujuria desenfrenada de toda la humanidad pecadora!...
Pero era preciso llevar hasta el colmo la burla y el escarnio, ¡Van a
coronarle Rey de los judíos! Y las espinas rasgan su cabeza, no en
forma circular o de guirnalda, sino a modo de casco, capacete o
celada que la cubría y atormentaba por entero. Y la vestidura regia, y
el cetro de caña en las manos, y las burlas y blasfemias del
populacho. ..
Jesucristo quedó hecho una lástima. Inspiraba compasión. Al
contemplarle Pilatos en aquella forma lo presenta al pueblo para ver
si le queda todavía un poco de corazón: «¡Ecce homo!».
Y la chusma asalvajada, como una fiera instigada por la fusta del
domador, lanza de nuevo, más estentóreo que nunca, el grito de su
reprobación definitiva: ¡ ¡ Crucifícale, crucifícale!!...
¡Pobre pueblo judío! Cinco días antes, el domingo de Ramos, había
aclamado frenéticamente a Cristo en su entrada triunfal en Jerusalén:
«¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las
alturas!». Y ahora reclama a gritos su muerte. La historia se repite
todavía. El populacho grita siempre ¡viva! o ¡muera! al dictado
caprichoso de los jefes que le manejan y engañan.
Y Pilatos, el político cobarde, símbolo de la debilidad en el ejercicio
de un poder que no era digno de administrar, se lavó las manos en
vez de lavarse la conciencia y entregó a la ferocidad de los judíos al
divino preso para ser crucificado.
* * *
«Y llevando sobre sus hombros su propia cruz, salió hacia la colina
del Calvario».
* * *
Mientras tanto, en un rincón de Jerusalén ocurría una escena
impresionante. San Juan, el discípulo amado, lo había presenciado
todo. Y cuando oyó la sentencia final y vio a su divino Maestro
cargado con la cruz, se creyó en el deber de comunicárselo a la
Madre de Jesús. Y corrió hacia Ella. No se daba cuenta de que estaba
siendo en aquellos momentos instrumento de la voluntad del Padre.
María tenía que presenciar la crucifixión de su divino Hijo en
calidad de Corredentora de la humanidad. Y San Juan, en medio de
un sollozo inmenso, le da la terrible noticia: «¡Señora!... ¡condenado
a muerte!». Debió lanzar María un grito desgarrador y acompañada
del discípulo virgen se echó a la calle en busca de su divino Hijo. Y,
de pronto, al doblar de una esquina.,. ¡Oh Virgen de los Dolores, qué
caro te costamos!... Renuncio» señores, a describir la escena.
Y Jesucristo se cae con la cruz a cuestas. Se ve claramente que no
podrá llegar al Calvario. Un hombre que regresa del campo es
requerido para que le ayude. «¿Yo?, ¿por qué?, ¿qué tengo yo que
ver con éste?». Y como se resiste a cumplir la orden, le agarran por
el cuello y...: «¡Coge la cruz, si no quieres que te clavemos en ella a
ti también!». Y a pesar de cogerla a regañadientes, Jesucristo le mira
agradecido. Y se lo pagará espléndidamente. Aquel hombre —dice
San Marcos—era Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo,
dos excelentes cristianos de la Iglesia primitiva que aparecen en las
epístolas de San Pablo, Un momento de vergüenza y de dolor
llevando la cruz del Maestro... ¡y la fe cristiana y la felicidad eterna
de toda su familia! Espléndida recompensa la de Jesucristo, a los que
le ayudan a llevar su cruz.
* * *
Han llegado a la cumbre del Calvario. Jesucristo tiene que pasar por
la inmensa vergüenza de la desnudez total. ¡Tenía que reparar la
inmensa desvergüenza de los que, llamándose cristianos, se
desnudan sin rubor en las playas y en las calles de nuestras ciudades!
Le ofrecen un calmante para atontarle: vino mirrado con hiel.
Jesucristo, fino y agradecido, lo prueba un poquito, pero no quiere
beberlo. Lo dice expresamente el Evangelio. Quiere apurar hasta las
heces el cáliz del dolor.
«¡Échate sobre el madero!», le dicen brutalmente los soldados. Y,
obediente hasta la muerte, Jesucristo se tiende con los brazos
extendidos sobre la cruz, Y al instante el primer clavo, de un golpe
seco, cose su mano derecha al madero de nuestra redención.
Señores: en la Iglesia de Santa Cruz de Jerusalén, en Roma, se
conserva uno de los clavos auténticos de la cruz de Nuestro Señor.
Es imposible contemplarlo sin un estremecimiento de horror. No es
un clavo liso, pulimentado; es un clavo de forja, cuadrilátero,
desigual, con aristas y rugosidades. Estremece pensar el desgarro
que aquel clavo debió causar en la carne divina de Jesús.
Debió retorcerse de dolor la divina Víctima (¿Te dolió mucho,
Señor? ¡Yo te clavé ese clavo con mis pecados!). Pero los soldados
continuaron su tarea impertérritos. Unos cuantos golpes más... y las
manos y los pies quedan fuertemente sujetas al madero.
¡Arriba la cruz, para que todo el mundo la contemple! Y al dejarla
caer de golpe sobre el agujero preparado de antemano para recibirla,
debió lanzar un gemido de dolor, que sólo María recogió en su
corazón y que se perdió en un clamoreo de blasfemias y de burlas.
¡Ya está levantado sobre el mundo el primer
Crucifijo! ¡Ya está la augusta Víctima en lo alto de la cruz!
La Pasión del Señor según San Juan nos presenta, sobre todo, la "exaltación de Cristo". En la Cruz, Cristo reina, Cristo es exaltado, Cristo triunfa del pecado y del diablo (EV). Por eso, hoy no es un día propiamente de luto sino es un día en que se celebra el amor de Dios por el hombre, amor que llega a su más alta expresión " Dios no perdonó a su Propio Hijo, sino lo entregó por nosotros"(Rom 8,32). Hoy el corazón se detiene a contemplar cómo el Hijo Unigénito de Dios, consubstancial al Padre, eterno como el Padre, habiéndose encarnado nos da la máxima prueba de amor: el morir por nosotros, pues en verdad "Nadie tiene mayor amor que aquel que da la vida por sus amigos" (Juan 15, 13). "El castigo que nos devuelve la paz cayó sobre él y por sus llagas hemos sido curados. Todos errábamos como ovejas sin pastor y Él cargo la iniquidad de todos nosotros" (Is. 53,5) (1L). Es decir, que Cristo ha pagado por mis pecados y en eso hay una prueba grande de su amor por mí. Jesucristo sumo Sacerdote que ha penetrado en los cielos, es capaz de compadecerse de nuestras flaquezas. Él es autor de nuestra salvación eterna (2L).
Mensaje doctrinal
1. El siervo de Yahveh. El cuarto cántico del siervo de Yahveh es un momento culminante de la revelación del Antiguo Testamento. Se trata de la interpretación de la historia de Israel como expiación vicaria y redentora en favor del resto, en favor de la comunidad judaica y de todos los pueblos de la tierra. En verdad se trata de un mensaje jamás escuchado y que no aparecerá nuevamente en el Antiguo Testamento. Es verdad que aquellos que eran considerados “amigos de Dios” solían interceder en favor de su pueblo. Abraham intercede por los pecados de Sodoma y Gomorra; Moisés pasa cuarenta días y cuarenta noche ante Dios haciendo penitencia por el pecado de su pueblo y pidiéndole que no lo destruya; el profeta Jeremías sufre grandes penalidades en favor del pueblo y de los desterrados. Sin embargo, ninguno de estos personajes sufre como el misterioso siervo de Yahveh. El sufrimiento de este siervo es claramente un sufrimiento vicario: “el castigo que nos trajo la paz cayó sobre Él y por sus llagas hemos sido curados”. La imagen del siervo es desoladora y podría causar una profunda tristeza, sin embargo, la contemplación se detiene en los frutos del sacrificiodel siervo de Yahveh: se trata de llegar a conocer que ha sufrido “por nosotros”, a favor de nosotros, en lugar nuestro, que su vida ha sido una expiación vicaria y que a causa de él tenemos la paz y hemos sido salvados. Ciertamente en Cristo vemos la realización más completa y plena de esta figura del Siervo doliente. En Él tenemos la salvación de nuestros pecados. La vida, el sufrimiento, la muerte del Siervo de Yahveh son el único medio para reconciliar a Dios con los hombres. Abandonándose en las manos de Yahveh, el siervo ha obtenido aquello que no habían obtenido los sacrificios rituales de Israel o los sacrificios a la divinidad de los gentiles. El siervo de Yahveh tendrá por ello una grande fecundidad, una gran descendencia. En el momento de la mayor oscuridad es, paradójicamente, el momento del triunfo del siervo de Yahveh: justificará a muchos, será fecundo. En Cristo crucificado vemos el cumplimiento cabal de la profecía del siervo doliente.
Sugerencias pastorales
1. El amor a la cruz. Cuando el peso de nuestros pecados o de los pecados del mundo nos abrume, cuando sintamos la fragilidad de ser humanos y veamos que llevamos el tesoro en vasijas de barro, miremos a Cristo que en su Cruz nos revela el amor del Padre: “Quien ha visto a Cristo ha visto al Padre”. Jesús cruzó una mirada con Pedro después de sus negaciones y Pedro lloró y Pedro se rehizo. Dios quiere que nuestra vida viva no quede atenazada por el miedo o por el pecado. Dios quiere que cumplamos nuestra misión aun en medio de nuestra fragilidad humana, para que quede patente que poder tan extraordinario viene de Dios.
Cuando sintamos la soledad, el dolor, las penas íntimas del alma, y asome a nuestros labios el lamento: "Dios mío, Dios mío ¿ por qué me has abandonado? ¿por qué me has olvidado? ¿Por qué ya no cuidas de mí?" hemos de volver a la Cruz de Cristo y saber que Él, se ha hecho solidario con todas mis cruces y que él me acompaña hasta la consumación de los siglos, en todos los momentos de mi vida, especialmente en los más difíciles.
Cuando la desesperación quiera tocar a nuestra puerta, hemos de recordar que El Señor es fiel a su Palabra, a su Alianza y no me olvida, no me abandona. “¿Podrá una madre olvidarse de su hijo? Pues aunque ella se olvide yo no te olvidaré”. ¡Qué estupor el descubrir nuevamente el valor de mi cruz como prueba de la amistad de Cristo! El valor de la cruz que hago sobre mi frente cada mañana. El valor de la cruz que yo como sacerdote realizo para perdonar los pecados "in persona Christi". El valor de la cruz que como religioso es lo único que puedo llamar propiamente mío.
La comprensión de la cruz sólo requiere humildad, no es cuestión de sabiduría o de edad, sino de sencillez, como lo muestra el caso de tantos pequeños que en medio de sus años infantiles son capaces de actos heroicos como son los niños de Fátima. "Sólo los humildes saben doblar la espalda bajo el peso de la cruz y sólo en ellos la cruz realiza esa acción de purificación del pecado".
La meditación de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo ha sido y sigue siendo fuente de santidad cristiana y camino de conversión profunda para los hombres. Hoy, en medio de esta sugestiva liturgia del Viernes Santo austera y expresiva a la vez, nuestra alma se postra _como lo hicieran los ministros al inicio de esta ceremonia_ se recoge para orar, para adorar a Cristo en cruz, principio de nuestra salvación . Así como el Santo Padre, en su reciente peregrinación a Tierra Santa, quiso permanecer unos minutos más en el Santo Sepulcro, así también nosotros hoy nos detenemos, para estar con Cristo en el Calvario, y comprender, si cabe, el amor de Dios por nosotros.
VIA CRUCIS
¿En qué consiste?
Es recordar con amor y agradecimiento lo mucho que Jesús sufrió por salvarnos del pecado. Te animarás a cargar con las cruces de cada día, si recuerdas con frecuencia las estaciones o pasos de Jesús hasta su muerte en la Cruz.
¿Cuáles son las promesas de Jesucristo a los devotos del via crucis?
A la edad de 18 años, Estanislao, joven español, ingresó al noviciado de los “Hermanos de las escuelas cristianas" , en Bugedo (Burgos, España). En la vida religiosa, este joven tomó los votos de religión que son: el cumplimiento de los reglamentos, avanzar en la perfección cristiana; y alcanzar el amor puro. En el mes de octubre de 1926, este hermano se ofreció a Jesús por medio de María Santísima. Poco después de haber hecho esta donación heroica de sí mismo, el joven religioso enfermó y meses después, murió. Fue en marzo de 1927.
Según el maestro de novicios, Estanislao era un alma escogida de Dios que recibía mensajes del cielo. Sus confesores y teólogos reconocieron estos hechos sobrenaturales como actos insignes. Su director espiritual le había ordenado escribir todas las promesas transmitidas por Nuestro Señor, entre otras las relacionadas con los devotos del via crucis.
Promesas para los devotos del Via Crucis
1.- Yo concederé todo cuanto se me pidiere con fe, durante el rezo del Via Crucis.
2.- Yo prometo la vida eterna a los que, de vez en cuando, se aplican a rezar el Via Crucis.
3.- Durante la vida, yo les acompañaré en todo lugar y tendrán Mi ayuda especial en la hora de la muerte.
4.- Aunque tengan más pecados que las hojas de las hierbas que crece en los campos, y más que los granos de arena en el mar, todos serán borrados por medio de esta devoción al Via Crucis. (Nota: Esta devoción no elimina la obligación de confesar los pecados mortales. Se debe confesar antes de recibir la Santa Comunión.)
5.- Los que acostumbran rezar el Vía crucis frecuentemente, gozarán de una gloria extraordinaria en el cielo.
6.- Después de la muerte, si estos devotos llegasen al purgatorio, Yo los libraré de ese lugar de expiación, el primer martes o viernes después de morir.
7.- Yo bendeciré a estas almas cada vez que rezan el Via Crucis; y mi bendición les acompañará en
todas partes de la tierra. Después de la muerte, gozarán de esta bendición en el Cielo, por toda la eternidad.
8.- A la hora de la muerte, no permitiré que sean sujetos a la tentación del demonio. Al espíritu maligno le despojaré de todo poder sobre estas almas. Así podrán reposar tranquilamente en mis brazos.
9.- Si rezan con verdadero amor, serán altamente premiados. Es decir, convertiré a cada una de estas almas en Copón viviente, donde me complaceré en derramar mi gracia.
10.- Fijaré la mirada de mis ojos sobre aquellas almas que rezan el Vía Crucis con frecuencia y Mis Manos estarán siempre abiertas para protegerlas.
11.- Así como yo fui clavado en la cruz, igualmente estaré siempre muy unido a los que me honran, con el rezo frecuente del Vía Crucis.
12.- Los devotos del Vía Crucis nunca se separarán de mí porque Yo les daré la gracia de jamás cometer un pecado mortal.
13.- En la hora de la muerte, Yo les consolaré con mi presencia, e iremos juntos al cielo. La muerte será dulce para todos los que Me han honrado durante la vida con el rezo del Vía Crucis
14.- Para estos devotos del Vía Crucis, Mi alma será un escudo de protección que siempre les prestará auxilio cuando recurran a Mí..
¿Cómo se reza el Via Crucis?
ORACIONES INICIALES
Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
Oh buen Jesús, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame y mándame ir a Ti,
para que con tus santos te alabe, por los siglos de los siglos. Amén.
Por la señal, de la Santa Cruz de nuestros enemigos líbranos, Señor, Dios nuestro.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
ACTO DE CONTRICCIÓN
Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme, y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.
1ª ESTACIÓN: JESÚS SENTENCIADO A MUERTE
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Sentenciado y no por un tribunal, sino por todos. Condenado por los mismos que le habían aclamado poco antes. Y El calla...
Nosotros huimos de ser reprochados. Y saltamos inmediatamente...
Dame, Señor, imitarte, uniéndome a Ti por el Silencio cuando alguien me haga sufrir. Yo lo merezco. ¡Ayúdame!
Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro
2ª ESTACIÓN: JESÚS CARGADO CON LA CRUZ
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Que yo comprenda, Señor, el valor de la cruz, de mis pequeñas cruces de cada día, de mis achaques, de mis dolencias, de mi soledad.
Dame convertir en ofrenda amorosa, en reparación por mi vida y en apostolado por mis hermanos, mi cruz de cada día.
Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro
3ª ESTACIÓN: JESÚS CAE, POR PRIMERA VEZ, BAJO EL PESO DE LA CRUZ
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Tú caes, Señor, para redimirme. Para ayudarme a levantarme en mis caídas diarias, cuando después de haberme propuesto ser fiel, vuelvo a reincidir en mis defectos cotidianos.
¡Ayúdame a levantarme siempre y a seguir mi camino hacia Ti!
Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro
4ª ESTACIÓN: ENCUENTRO CON LA VIRGEN
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Haz Señor, que me encuentre al lado de tu Madre en todos los momentos de mi vida. Con ella, apoyándome en su cariño maternal, tengo la seguridad de llegar a Ti en el último día de mi existencia.
¡Ayúdame Madre!
Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro
5ª ESTACIÓN: EL CIRINEO AYUDA AL SEÑOR A LLEVAR LA CRUZ
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Cada uno de nosotros tenemos nuestra vocación, hemos venido al mundo para algo concreto, para realizarnos de una manera particular. ¿Cuál es la mía y cómo la llevo a cabo?
Pero hay algo, Señor, que es misión mía y de todos: la de ser Cirineo de los demás, la de ayudar a todos.
¿Cómo llevo adelante la realización de mi misión de Cirineo?
Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro
6ª ESTACIÓN: LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Es la mujer valiente, decidida, que se acerca a Ti cuando todos te abandonan. Yo, Señor, te abandono cuando me dejo llevar por el "qué dirán", del respeto humano, cuando no me atrevo a defender al prójimo ausente, cuando no me atrevo a replicar una broma que ridiculiza a los que tratan de acercarse a Ti. Y en tantas otras ocasiones.
Ayúdame a no dejarme llevar por el respeto humano, por el "qué dirán".
Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro
7ª ESTACIÓN: SEGUNDA CAÍDA EN EL CAMINO DE LA CRUZ
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Caes, Señor, por segunda vez. El Via Crucis nos señala tres caídas en tu caminar hacia el Calvario. Tal vez fueran más.
Caes delante de todos... ¿Cuándo aprenderé yo a no temer el quedar mal ante los demás, por un error, por una equivocación?. ¿Cuándo aprenderé que también eso se puede convertir en ofrenda?
Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro
8ª ESTACIÓN: JESÚS CONSUELA A LAS HIJAS DE JERUSALÉN
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Muchas veces, tendría yo que analizar la causa de mis lágrimas. Al menos, de mis pesares, de mis preocupaciones. Tal vez hay en ellos un fondo de orgullo, de amor propio mal entendido, de egoísmo, de envidia.
Debería llorar por mi falta de correspondencia a tus innumerables beneficios de cada día, que me manifiestan, Señor, cuánto me quieres.
Dame profunda gratitud y correspondencia a tu misericordia.
Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro
9ª ESTACIÓN: JESÚS CAE POR TERCERA VEZ
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Tercera caída. Más cerca de la Cruz. Más agotado, más falto de fuerzas. Caes desfallecido, Señor.
Yo digo que me pesan los años, que no soy el de antes, que me siento incapaz.
Dame, Señor, imitarte en esta tercera caída y haz que mi desfallecimiento sea beneficioso para otros, porque te lo doy a Ti para ellos.
Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro
10ª ESTACIÓN: JESÚS DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Arrancan tus vestiduras, adheridas a Ti por la sangre de tus heridas.
A infinita distancia de tu dolor, yo he sentido, a veces, cómo algo se arrancaba dolorosamente de mí por la pérdida de mis seres queridos. Que yo sepa ofrecerte el recuerdo de las separaciones que me desgarraron, uniéndome a tu pasión y esforzándome en consolar a los que sufren, huyendo de mi propio egoísmo.
Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro
11ª ESTACIÓN: JESÚS CLAVADO EN LA CRUZ
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Señor, que yo disminuya mis limitaciones con mi esfuerzo y así pueda ayudar a mis hermanos. Y que cuando mi esfuerzo no consiga disminuirlas, me esfuerce en ofrecértelas también por ellos.
Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro.
12ª ESTACIÓN: JESÚS MUERE EN LA CRUZ
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Te adoro, mi Señor, muerto en la Cruz por Salvarme. Te adoro y beso tus llagas, las heridas de los clavos, la lanzada del costado... ¡Gracias, Señor, gracias!
Has muerto por salvarme, por salvarnos. Dame responder a tu amor con amor, cumplir tu Voluntad, trabajar por mi salvación, ayudado de tu gracia. Y dame trabajar con ahínco por la salvación de mis hermanos.
Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro
13ª ESTACIÓN: JESÚS EN BRAZOS DE SU MADRE
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Déjame estar a tu lado, Madre, especialmente en estos momentos de tu dolor incomparable. Déjame estar a tu lado. Más te pido: que hoy y siempre me tengas cerca de Ti y te compadezcas de mí.
¡Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía!
Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro
14ª ESTACIÓN: EL CADÁVER DE JESÚS PUESTO EN EL SEPULCRO
Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.
Todo ha terminado. Pero no: después de la muerte, la Resurrección. Enséñame a ver lo transitorio y pasajero, a la luz de lo que perdura. Y que esa luz ilumine todos mis actos. Así sea.
Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.
Se reza a continuación un Padrenuestro
ORACIÓN FINAL
Te suplico, Señor, que me concedas, por intercesión de tu Madre la Virgen, que cada vez que medite tu Pasión, quede grabado en mí con marca de actualidad constante, lo que Tú has hecho por mí y tus constantes beneficios. Haz, Señor, que me acompañe, durante toda mi vida, un agradecimiento inmenso a tu Bondad. Amén.
Virgen Santísima de los Dolores, mírame cargando la cruz de mi sufrimiento; acompáñame como acompañaste a tu Hijo Jesús en el camino del Calvario; eres mi Madre y te necesito. Ayúdame a sufrir con amor y esperanza para que mi dolor sea dolor redentor que en las manos de Dios se convierta en un gran bien para la salvación de las almas. Amén.
sermón de las Siete Palabras
Esta devoción consiste en reflexionar en las últimas siete frases que pronunció Jesús en la cruz, antes de su muerte.
Primera Palabra
"Padre: Perdónalos porque no saben lo que hacen". (San Lucas 23, 24)
Jesús nos dejó una gran enseñanza con estas palabras, ya que a pesar de ser Dios, no se ocupó de probar su inocencia, ya que la verdad siempre prevalece. Nosotros debemos ocuparnos del juicio ante Dios y no del de los hombres. Jesús no pidió el perdón para Él porque no tenía pecado, lo pidió para quienes lo acusaron. Nosotros no somos nadie para juzgar. Dios nos ha perdonado grandes pecados, por lo que nosotros debemos perdonar a los demás. El perdonar ayuda a quitar el odio. El amor debe ganar al odio. La verdadera prueba del cristiano no consiste en cuánto ama a sus amigos, sino a sus enemigos. Perdonar a los enemigos es grandeza de alma, perdonar es prueba de amor.
Segunda Palabra
"Yo te aseguro: Hoy estarás conmigo en el paraíso". (San Lucas 23,43)
Estas palabras nos enseñan la actitud que debemos tomar ante el dolor y el sufrimiento. La manera como reaccionemos ante el dolor depende de nuestra filosofía de vida. Dice un poeta que dos prisioneros miraron a través de los barrotes de su celda y uno vio lodo y otro vio estrellas. Estas son las actitudes que se encuentran manifestadas en los dos ladrones crucificados al lado de Jesús: uno no le dio sentido a su dolor y el otro sí lo hizo. Necesitamos espiritualizar el sufrimiento para ser mejores personas. Jesús en la cruz es una prueba de amor. El ladrón de la derecha, al ver a Jesús en la cruz comprende el valor del sufrimiento. El sufrimiento puede hacer un bien a otros y a nuestra alma. Nos acerca a Dios si le damos sentido.
Tercera Palabra
"Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu Madre". (San Juan 19, 26-27)
La Virgen es proclamada Madre de todos los hombres.
El amor busca aligerar al que sufre y tomar sus dolores. Una madre cuando ama quiere tomar el dolor de las heridas de sus hijos. Jesús y María nos aman con un amor sin límites. María es Madre de cada uno de nosotros. En Juan estamos representados cada uno de nosotros. María es el refugio de los pecadores. Ella entiende que somos pecadores.
Cuarta Palabra
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (San Marcos 15, 34)
Es una oración, un salmo. Es el hijo que habla con el Padre.
Estas palabras nos hacen pensar en el pecado de los hombres. El pecado es la muerte del alma. La bondad es el constante rechazo al pecado. El pecado es el abandono de Dios por parte del hombre. El hombre rechazó a Dios y Jesús experimentó esto.
Quinta Palabra
"¡Tengo sed!" (San Juan 19, 28)
La sed es un signo de vida. Tiene sed de dar vida y por eso muere.
Él tenía sed por las almas de los hombres. El Pastor estaba sólo, sin sus ovejas. Durante toda su vida Jesús había buscado almas. Los dolores del cuerpo no eran nada en comparación del dolor del alma. Que el hombre despreciara su amor le dolía profundamente en su corazón. Todo hombre necesita ser feliz y no se puede ser feliz sin Dios. La sed de todo hombre es la sed del amor.
Sexta Palabra
"Todo está consumado". (San Juan 19, 30)
Todo tiene sentido: Jesús por amor nos da su vida. Jesús cumplió con la voluntad de su Padre. Su misión terminaría con su muerte. El plan estaba realizado. Nuestro plan no está aún terminado, porque todavía no hemos salvado nuestras almas. Todo lo que hagamos debe estar dirigido a este fin. El sufrimiento, los tropiezos de la vida nos recuerdan que la felicidad completa solo la podremos alcanzar en el cielo. Aprendemos a morir muriendo a nosotros mismos, a nuestro orgullo, nuestra envidia, nuestra pereza, miles de veces cada día.
Séptima Palabra
"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". (San Lucas 23, 46)
Jesús muere con serenidad, con paz, su oración es de confianza en Dios. Se abandona en las manos de su Padre.
Estas palabras nos hacen pensar que debemos de cuidar nuestra alma, no sólo nuestro cuerpo. Jesús entregó su cuerpo, pero no su alma. Devolvió su espíritu a su Padre no con grito de rebelión sino con un grito triunfante. Nadie nos puede quitar nuestro espíritu. Es importante recordar cual es nuestro destino en al vida para no equivocarnos de camino a seguir. Jesús nunca perdió de vista su meta a seguir. Sacrificó todo para alcanzarla. Lo más importante en la vida es la salvación de nuestras almas.
Viernes Santo
Día en que crucificaron a Cristo en el Calvario. Cómo rezar el Via Crucis. La Virgen de la Soledad
En este día recordamos cuando Jesús muere en la cruz para salvarnos del pecado y darnos la vida eterna. El sacerdote lee la pasión de Cristo en la liturgia de la Adoración a la cruz. Ese día no se celebra la Santa Misa.
En las iglesias, las imágenes se cubren con una tela morada al igual que el crucifijo y el sagrario está abierto en señal de que Jesús no está.
El color morado en la liturgia de la Iglesia significa luto. Se viste de negro la imagen de la Virgen en señal de luto por la muerte de su Hijo.