30 mar 2010

LA PASION DEL SEÑOR (VIERNES SANTO)


Jerusalén. Jueves Santo de la primera Pascua cristiana. Alrededor de
las siete de la tarde, Jesucristo, que había amado apasionadamente a
los suyos, en la víspera de su muerte los amó hasta el fin, hasta no
poder más: «Hijitos míos: un nuevo mandamiento os doy. Que os
améis los unos a los otros como yo os he amado»* Y volviéndose
loco de amor cogió un trozo de pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio a
sus discípulos diciendo: «Tomad y comed, porque esto es mi
Cuerpo». Y en seguida: «Bebed todos de este cáliz: porque esta es
mi Sangre que será derramada por la salvación del mundo». Y
cuando San Juan, aquel jovencito que se sentía amado por su
Maestro con particular predilección, hubo tomado aquel bocado
divino y aplicado sus labios sedientos al cáliz de vida eterna, sintió
que sus fuerzas desfallecían por momentos y reclinó suavemente su
cabeza sobre el pecho de su divino Maestro para descansar en Él su
éxtasis de amor...
Ha terminado la Cena. Salen a la calle. La luz plateada de la luna el
Jueves Santo coincide siempre con el plenilunio del mes de Nisán—
ilumina suavemente las callejuelas de Jerusalén, Pasan junto al
templo. Descienden por el camino escalonado hasta el torrente
Cedrón, cruzan el puentecito y llegan a la entrada del huerto de
Getsemaní, Jesucristo recomienda a sus apóstoles que permanezcan
en oración a la entrada del huerto.
Y tomando aparte a Pedro, Santiago y Juan se interna entre los
olivos al mismo tiempo que exclama: «¡Me muero de tristeza, siento
una tristeza mortal!».
Y arrancándose todavía de los tres como a la distancia de un tiro
de piedra, cae de rodillas.
Y primera, segunda y tercera oración: «Padre mío, si no puede
pasar este cáliz sin que Yo lo beba, hágase tu voluntad». Y cuando
primera, segunda y tercera vez escucha en el fondo de su alma la
orden terminante de su Padre que le manda subir a la cruz, Jesucristo
se desploma ensangrentado: «Vínole un sudor como de gotas de
sangre que corrían hasta el suelo...».
Instantes después se presenta Judas acompañado de una turba de
soldados: «Amigo, ¿a qué has venido? ¿Con un beso entregas al Hijo
del hombre?».
Y Pedro desenvaina su espada y Cristo le impide defenderle...
Y atadas las manos, como a un vulgar malhechor, es conducido a
empujones hasta el palacio del Sumo Pontífice Caifás, no sin antes
comparecer un momento ante su suegro Anas, que le había
precedido en la suprema magistratura de la Sinagoga.
Y comienza la burda parodia del proceso religioso: «Este ha dicho
que puede destruir el templo y reconstruirlo en tres días». No
concuerdan los testimonios. La situación se hace embarazosa...
De pronto el Sumo Pontífice toma una resolución definitiva.
Poniéndose majestuosamente de pie, con toda la pompa y
solemnidad que correspondía al Jefe supremo del Sanedrín, interroga
autoritativamente al detenido: «Por el Dios vivo te conjuro que nos
digas de una vez claramente si tú eres el Cristo, el Hijo de Dios». Y
Jesucristo le responde sin vacilar: «Tú lo has dicho: Yo soy. Y os
digo, además, que un día veréis al Hijo del hombre venir sobre las
nubes del cielo con gran poder y majestad».
«¡Ha blasfemado! ¿Qué necesidad tenemos de nuevos testimonios?
¿Qué os parece?». «¡Reo es de muerte!». Y a empujones y bofetadas
le encierran en un calabozo hasta la mañana siguiente en que le
presentarán al Procurador romano para exigirle la sentencia capital
que merece como blasfemo.
* * *
Mientras tanto, Pedro niega tres veces a su Maestro, acobardado ante
una mujerzuela y un grupo de soldados que se calienta junto al
fuego...
* * *
¿Dónde pasó la noche del Jueves Santo Judas el traidor? No lo dice
el Evangelio. Pero sin duda que no pudo conciliar el sueño un solo
instante. Corroída su conciencia por los remordimientos, al apuntar
el día se presentó en el templo ante los príncipes de los sacerdotes.
Le quemaban el alma aquellas treinta monedas que eran el precio de
su vil traición. «¡Devolvedme al Justo! He entregado sangre
inocente». Y al instante, la carcajada sarcástica de los sanedritas;
«¿Y a nosotros qué? ¡Allá te las hayas! ¡Vete de aquí, miserable! No
queremos nada contigo».
Y fue y se ahorcó.
¡Cuántos Judas hoy como ayer! Después de la traición, el desprecio,
la desesperación y el suicidio: «que el traidor no es menester —
siendo la traición pasada».
* * *
Ha ido amaneciendo lentamente. A primera hora de la mañana
Jesucristo es conducido, maniatado, ante el Procurador romano, Y
lanzan ante él la primera calumnia:
«Aquí tienes a un agitador que perturba a la nación y prohíbe pagar
los tributos al César, constituyéndose en Mesías y rey de los judíos».
Le interroga Pilatos. Nada malo descubre en ÉL Los sanedritas
insisten enfurecidos: «¡Desde Galilea hasta Judea tiene
revolucionado a todo el pueblo!».
Ha sonado una palabra nueva: Galilea, Pilatos pregunta si aquel
hombre es galileo. Y al conocer que pertenecía a la jurisdicción de
Herodes, se lo envía al instante, gozoso de encontrar un medio de
desembarazarse de aquel asunto tan desagradable.
Pero Jesucristo, que ha respondido lleno de serena dignidad a las
preguntas del Procurador romano, no se digna abrir los labios
divinos ante el infame Herodes, que, entre otros crímenes
repugnantes que pesaban sobre su conciencia, había mandado
degollar a Juan el Bautista en una noche de crápula, de orgía y de
pecado. Y cubierto de una vestidura blanca, en calidad de loco,
Herodes devuelve el preso a Pilatos, reconciliándose con él, pues
estaban disgustados entre sí.
El Procurador romano le interroga de nuevo. Recibe un mensaje de
su mujer recomendándole que no se meta con aquel justo, pues ha
padecido mucho en sueños por causa de él. Pero la chusma sigue
gritando, azuzada por los jefes de la Sinagoga.
Ya no sabe qué hacer. De pronto se le ocurre una idea luminosa: «¿A
quién queréis que os suelte, a Barrabás o Jesús llamado Cristo?». Y
el representante de Roma escucha estupefacto el griterío del pueblo:
«¡Suelta a Barrabás!». «¿Pues qué he de hacer con Jesús, el titulado
rey de los judíos?». «¡¡Crucifícale, crucifícale!!...».
Pilatos hace todavía un esfuerzo supremo para salvarle, a costa de
una medida injusta y brutal: «Le castigaré y le pondré después en
libertad». ¡Le declara inocente y ordena castigarle!...
Y viene el tormento espantoso de la flagelación. No emplearon con
Él la verga —que era el azote más suave reservado a los ciudadanos
romanos—, sino el horrible flagelo formado con largas tiras de
cuero, llenas de bolitas de plomo y huesos de animales. Y Cristo,
desnudo, atadas sus manos a una columna muy baja para que
presentara cómodamente a los verdugos su espalda encorvada, recibe
aquella tremenda tempestad de azotes... Carne amoratada, que se
vuelve muy pronto rojiza; la piel que salta hecha pedazos y la divina
víctima que queda cubierta de sangre... ¡Tenía que expiar en su carne
purísima la lujuria desenfrenada de toda la humanidad pecadora!...
Pero era preciso llevar hasta el colmo la burla y el escarnio, ¡Van a
coronarle Rey de los judíos! Y las espinas rasgan su cabeza, no en
forma circular o de guirnalda, sino a modo de casco, capacete o
celada que la cubría y atormentaba por entero. Y la vestidura regia, y
el cetro de caña en las manos, y las burlas y blasfemias del
populacho. ..
Jesucristo quedó hecho una lástima. Inspiraba compasión. Al
contemplarle Pilatos en aquella forma lo presenta al pueblo para ver
si le queda todavía un poco de corazón: «¡Ecce homo!».
Y la chusma asalvajada, como una fiera instigada por la fusta del
domador, lanza de nuevo, más estentóreo que nunca, el grito de su
reprobación definitiva: ¡ ¡ Crucifícale, crucifícale!!...
¡Pobre pueblo judío! Cinco días antes, el domingo de Ramos, había
aclamado frenéticamente a Cristo en su entrada triunfal en Jerusalén:
«¡Bendito el que viene en el nombre del Señor! ¡Hosanna en las
alturas!». Y ahora reclama a gritos su muerte. La historia se repite
todavía. El populacho grita siempre ¡viva! o ¡muera! al dictado
caprichoso de los jefes que le manejan y engañan.
Y Pilatos, el político cobarde, símbolo de la debilidad en el ejercicio
de un poder que no era digno de administrar, se lavó las manos en
vez de lavarse la conciencia y entregó a la ferocidad de los judíos al
divino preso para ser crucificado.
* * *
«Y llevando sobre sus hombros su propia cruz, salió hacia la colina
del Calvario».
* * *
Mientras tanto, en un rincón de Jerusalén ocurría una escena
impresionante. San Juan, el discípulo amado, lo había presenciado
todo. Y cuando oyó la sentencia final y vio a su divino Maestro
cargado con la cruz, se creyó en el deber de comunicárselo a la
Madre de Jesús. Y corrió hacia Ella. No se daba cuenta de que estaba
siendo en aquellos momentos instrumento de la voluntad del Padre.
María tenía que presenciar la crucifixión de su divino Hijo en
calidad de Corredentora de la humanidad. Y San Juan, en medio de
un sollozo inmenso, le da la terrible noticia: «¡Señora!... ¡condenado
a muerte!». Debió lanzar María un grito desgarrador y acompañada
del discípulo virgen se echó a la calle en busca de su divino Hijo. Y,
de pronto, al doblar de una esquina.,. ¡Oh Virgen de los Dolores, qué
caro te costamos!... Renuncio» señores, a describir la escena.
Y Jesucristo se cae con la cruz a cuestas. Se ve claramente que no
podrá llegar al Calvario. Un hombre que regresa del campo es
requerido para que le ayude. «¿Yo?, ¿por qué?, ¿qué tengo yo que
ver con éste?». Y como se resiste a cumplir la orden, le agarran por
el cuello y...: «¡Coge la cruz, si no quieres que te clavemos en ella a
ti también!». Y a pesar de cogerla a regañadientes, Jesucristo le mira
agradecido. Y se lo pagará espléndidamente. Aquel hombre —dice
San Marcos—era Simón de Cirene, padre de Alejandro y de Rufo,
dos excelentes cristianos de la Iglesia primitiva que aparecen en las
epístolas de San Pablo, Un momento de vergüenza y de dolor
llevando la cruz del Maestro... ¡y la fe cristiana y la felicidad eterna
de toda su familia! Espléndida recompensa la de Jesucristo, a los que
le ayudan a llevar su cruz.
* * *
Han llegado a la cumbre del Calvario. Jesucristo tiene que pasar por
la inmensa vergüenza de la desnudez total. ¡Tenía que reparar la
inmensa desvergüenza de los que, llamándose cristianos, se
desnudan sin rubor en las playas y en las calles de nuestras ciudades!
Le ofrecen un calmante para atontarle: vino mirrado con hiel.
Jesucristo, fino y agradecido, lo prueba un poquito, pero no quiere
beberlo. Lo dice expresamente el Evangelio. Quiere apurar hasta las
heces el cáliz del dolor.
«¡Échate sobre el madero!», le dicen brutalmente los soldados. Y,
obediente hasta la muerte, Jesucristo se tiende con los brazos
extendidos sobre la cruz, Y al instante el primer clavo, de un golpe
seco, cose su mano derecha al madero de nuestra redención.
Señores: en la Iglesia de Santa Cruz de Jerusalén, en Roma, se
conserva uno de los clavos auténticos de la cruz de Nuestro Señor.
Es imposible contemplarlo sin un estremecimiento de horror. No es
un clavo liso, pulimentado; es un clavo de forja, cuadrilátero,
desigual, con aristas y rugosidades. Estremece pensar el desgarro
que aquel clavo debió causar en la carne divina de Jesús.
Debió retorcerse de dolor la divina Víctima (¿Te dolió mucho,
Señor? ¡Yo te clavé ese clavo con mis pecados!). Pero los soldados
continuaron su tarea impertérritos. Unos cuantos golpes más... y las
manos y los pies quedan fuertemente sujetas al madero.
¡Arriba la cruz, para que todo el mundo la contemple! Y al dejarla
caer de golpe sobre el agujero preparado de antemano para recibirla,
debió lanzar un gemido de dolor, que sólo María recogió en su
corazón y que se perdió en un clamoreo de blasfemias y de burlas.
¡Ya está levantado sobre el mundo el primer
Crucifijo! ¡Ya está la augusta Víctima en lo alto de la cruz!

La Pasión del Señor según San Juan nos presenta, sobre todo, la "exaltación de Cristo". En la Cruz, Cristo reina, Cristo es exaltado, Cristo triunfa del pecado y del diablo (EV). Por eso, hoy no es un día propiamente de luto sino es un día en que se celebra el amor de Dios por el hombre, amor que llega a su más alta expresión " Dios no perdonó a su Propio Hijo, sino lo entregó por nosotros"(Rom 8,32). Hoy el corazón se detiene a contemplar cómo el Hijo Unigénito de Dios, consubstancial al Padre, eterno como el Padre, habiéndose encarnado nos da la máxima prueba de amor: el morir por nosotros, pues en verdad "Nadie tiene mayor amor que aquel que da la vida por sus amigos" (Juan 15, 13). "El castigo que nos devuelve la paz cayó sobre él y por sus llagas hemos sido curados. Todos errábamos como ovejas sin pastor y Él cargo la iniquidad de todos nosotros" (Is. 53,5) (1L). Es decir, que Cristo ha pagado por mis pecados y en eso hay una prueba grande de su amor por mí. Jesucristo sumo Sacerdote que ha penetrado en los cielos, es capaz de compadecerse de nuestras flaquezas. Él es autor de nuestra salvación eterna (2L).


Mensaje doctrinal

1. El siervo de Yahveh. El cuarto cántico del siervo de Yahveh es un momento culminante de la revelación del Antiguo Testamento. Se trata de la interpretación de la historia de Israel como expiación vicaria y redentora en favor del resto, en favor de la comunidad judaica y de todos los pueblos de la tierra. En verdad se trata de un mensaje jamás escuchado y que no aparecerá nuevamente en el Antiguo Testamento. Es verdad que aquellos que eran considerados “amigos de Dios” solían interceder en favor de su pueblo. Abraham intercede por los pecados de Sodoma y Gomorra; Moisés pasa cuarenta días y cuarenta noche ante Dios haciendo penitencia por el pecado de su pueblo y pidiéndole que no lo destruya; el profeta Jeremías sufre grandes penalidades en favor del pueblo y de los desterrados. Sin embargo, ninguno de estos personajes sufre como el misterioso siervo de Yahveh. El sufrimiento de este siervo es claramente un sufrimiento vicario: “el castigo que nos trajo la paz cayó sobre Él y por sus llagas hemos sido curados”. La imagen del siervo es desoladora y podría causar una profunda tristeza, sin embargo, la contemplación se detiene en los frutos del sacrificiodel siervo de Yahveh: se trata de llegar a conocer que ha sufrido “por nosotros”, a favor de nosotros, en lugar nuestro, que su vida ha sido una expiación vicaria y que a causa de él tenemos la paz y hemos sido salvados. Ciertamente en Cristo vemos la realización más completa y plena de esta figura del Siervo doliente. En Él tenemos la salvación de nuestros pecados. La vida, el sufrimiento, la muerte del Siervo de Yahveh son el único medio para reconciliar a Dios con los hombres. Abandonándose en las manos de Yahveh, el siervo ha obtenido aquello que no habían obtenido los sacrificios rituales de Israel o los sacrificios a la divinidad de los gentiles. El siervo de Yahveh tendrá por ello una grande fecundidad, una gran descendencia. En el momento de la mayor oscuridad es, paradójicamente, el momento del triunfo del siervo de Yahveh: justificará a muchos, será fecundo. En Cristo crucificado vemos el cumplimiento cabal de la profecía del siervo doliente.


Sugerencias pastorales

1. El amor a la cruz. Cuando el peso de nuestros pecados o de los pecados del mundo nos abrume, cuando sintamos la fragilidad de ser humanos y veamos que llevamos el tesoro en vasijas de barro, miremos a Cristo que en su Cruz nos revela el amor del Padre: “Quien ha visto a Cristo ha visto al Padre”. Jesús cruzó una mirada con Pedro después de sus negaciones y Pedro lloró y Pedro se rehizo. Dios quiere que nuestra vida viva no quede atenazada por el miedo o por el pecado. Dios quiere que cumplamos nuestra misión aun en medio de nuestra fragilidad humana, para que quede patente que poder tan extraordinario viene de Dios.

Cuando sintamos la soledad, el dolor, las penas íntimas del alma, y asome a nuestros labios el lamento: "Dios mío, Dios mío ¿ por qué me has abandonado? ¿por qué me has olvidado? ¿Por qué ya no cuidas de mí?" hemos de volver a la Cruz de Cristo y saber que Él, se ha hecho solidario con todas mis cruces y que él me acompaña hasta la consumación de los siglos, en todos los momentos de mi vida, especialmente en los más difíciles.

Cuando la desesperación quiera tocar a nuestra puerta, hemos de recordar que El Señor es fiel a su Palabra, a su Alianza y no me olvida, no me abandona. “¿Podrá una madre olvidarse de su hijo? Pues aunque ella se olvide yo no te olvidaré”. ¡Qué estupor el descubrir nuevamente el valor de mi cruz como prueba de la amistad de Cristo! El valor de la cruz que hago sobre mi frente cada mañana. El valor de la cruz que yo como sacerdote realizo para perdonar los pecados "in persona Christi". El valor de la cruz que como religioso es lo único que puedo llamar propiamente mío.

La comprensión de la cruz sólo requiere humildad, no es cuestión de sabiduría o de edad, sino de sencillez, como lo muestra el caso de tantos pequeños que en medio de sus años infantiles son capaces de actos heroicos como son los niños de Fátima. "Sólo los humildes saben doblar la espalda bajo el peso de la cruz y sólo en ellos la cruz realiza esa acción de purificación del pecado".

La meditación de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo ha sido y sigue siendo fuente de santidad cristiana y camino de conversión profunda para los hombres. Hoy, en medio de esta sugestiva liturgia del Viernes Santo austera y expresiva a la vez, nuestra alma se postra _como lo hicieran los ministros al inicio de esta ceremonia_ se recoge para orar, para adorar a Cristo en cruz, principio de nuestra salvación . Así como el Santo Padre, en su reciente peregrinación a Tierra Santa, quiso permanecer unos minutos más en el Santo Sepulcro, así también nosotros hoy nos detenemos, para estar con Cristo en el Calvario, y comprender, si cabe, el amor de Dios por nosotros.

VIA CRUCIS

¿En qué consiste?

Es recordar con amor y agradecimiento lo mucho que Jesús sufrió por salvarnos del pecado. Te animarás a cargar con las cruces de cada día, si recuerdas con frecuencia las estaciones o pasos de Jesús hasta su muerte en la Cruz.

¿Cuáles son las promesas de Jesucristo a los devotos del via crucis?

A la edad de 18 años, Estanislao, joven español, ingresó al noviciado de los “Hermanos de las escuelas cristianas" , en Bugedo (Burgos, España). En la vida religiosa, este joven tomó los votos de religión que son: el cumplimiento de los reglamentos, avanzar en la perfección cristiana; y alcanzar el amor puro. En el mes de octubre de 1926, este hermano se ofreció a Jesús por medio de María Santísima. Poco después de haber hecho esta donación heroica de sí mismo, el joven religioso enfermó y meses después, murió. Fue en marzo de 1927.

Según el maestro de novicios, Estanislao era un alma escogida de Dios que recibía mensajes del cielo. Sus confesores y teólogos reconocieron estos hechos sobrenaturales como actos insignes. Su director espiritual le había ordenado escribir todas las promesas transmitidas por Nuestro Señor, entre otras las relacionadas con los devotos del via crucis.

Promesas para los devotos del Via Crucis

1.- Yo concederé todo cuanto se me pidiere con fe, durante el rezo del Via Crucis.
2.- Yo prometo la vida eterna a los que, de vez en cuando, se aplican a rezar el Via Crucis.
3.- Durante la vida, yo les acompañaré en todo lugar y tendrán Mi ayuda especial en la hora de la muerte.
4.- Aunque tengan más pecados que las hojas de las hierbas que crece en los campos, y más que los granos de arena en el mar, todos serán borrados por medio de esta devoción al Via Crucis. (Nota: Esta devoción no elimina la obligación de confesar los pecados mortales. Se debe confesar antes de recibir la Santa Comunión.)
5.- Los que acostumbran rezar el Vía crucis frecuentemente, gozarán de una gloria extraordinaria en el cielo.
6.- Después de la muerte, si estos devotos llegasen al purgatorio, Yo los libraré de ese lugar de expiación, el primer martes o viernes después de morir.
7.- Yo bendeciré a estas almas cada vez que rezan el Via Crucis; y mi bendición les acompañará en
todas partes de la tierra. Después de la muerte, gozarán de esta bendición en el Cielo, por toda la eternidad.
8.- A la hora de la muerte, no permitiré que sean sujetos a la tentación del demonio. Al espíritu maligno le despojaré de todo poder sobre estas almas. Así podrán reposar tranquilamente en mis brazos.
9.- Si rezan con verdadero amor, serán altamente premiados. Es decir, convertiré a cada una de estas almas en Copón viviente, donde me complaceré en derramar mi gracia.
10.- Fijaré la mirada de mis ojos sobre aquellas almas que rezan el Vía Crucis con frecuencia y Mis Manos estarán siempre abiertas para protegerlas.
11.- Así como yo fui clavado en la cruz, igualmente estaré siempre muy unido a los que me honran, con el rezo frecuente del Vía Crucis.
12.- Los devotos del Vía Crucis nunca se separarán de mí porque Yo les daré la gracia de jamás cometer un pecado mortal.
13.- En la hora de la muerte, Yo les consolaré con mi presencia, e iremos juntos al cielo. La muerte será dulce para todos los que Me han honrado durante la vida con el rezo del Vía Crucis
14.- Para estos devotos del Vía Crucis, Mi alma será un escudo de protección que siempre les prestará auxilio cuando recurran a Mí..


¿Cómo se reza el Via Crucis?

ORACIONES INICIALES

Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
Oh buen Jesús, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame y mándame ir a Ti,
para que con tus santos te alabe, por los siglos de los siglos. Amén.

Por la señal, de la Santa Cruz de nuestros enemigos líbranos, Señor, Dios nuestro.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ACTO DE CONTRICCIÓN

Señor mío Jesucristo, Dios y hombre verdadero, Creador, Padre y redentor mío; por ser Vos quien sois, Bondad infinita, y porque os amo sobre todas las cosas, me pesa de todo corazón de haberos ofendido; también me pesa porque podéis castigarme con las penas del infierno. Ayudado de vuestra divina gracia, propongo firmemente nunca más pecar, confesarme, y cumplir la penitencia que me fuere impuesta. Amén.


1ª ESTACIÓN: JESÚS SENTENCIADO A MUERTE

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Sentenciado y no por un tribunal, sino por todos. Condenado por los mismos que le habían aclamado poco antes. Y El calla...

Nosotros huimos de ser reprochados. Y saltamos inmediatamente...
Dame, Señor, imitarte, uniéndome a Ti por el Silencio cuando alguien me haga sufrir. Yo lo merezco. ¡Ayúdame!

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Se reza a continuación un Padrenuestro



2ª ESTACIÓN: JESÚS CARGADO CON LA CRUZ

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Que yo comprenda, Señor, el valor de la cruz, de mis pequeñas cruces de cada día, de mis achaques, de mis dolencias, de mi soledad.
Dame convertir en ofrenda amorosa, en reparación por mi vida y en apostolado por mis hermanos, mi cruz de cada día.

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Se reza a continuación un Padrenuestro



3ª ESTACIÓN: JESÚS CAE, POR PRIMERA VEZ, BAJO EL PESO DE LA CRUZ

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Tú caes, Señor, para redimirme. Para ayudarme a levantarme en mis caídas diarias, cuando después de haberme propuesto ser fiel, vuelvo a reincidir en mis defectos cotidianos.
¡Ayúdame a levantarme siempre y a seguir mi camino hacia Ti!

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Se reza a continuación un Padrenuestro



4ª ESTACIÓN: ENCUENTRO CON LA VIRGEN

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Haz Señor, que me encuentre al lado de tu Madre en todos los momentos de mi vida. Con ella, apoyándome en su cariño maternal, tengo la seguridad de llegar a Ti en el último día de mi existencia.
¡Ayúdame Madre!

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Se reza a continuación un Padrenuestro



5ª ESTACIÓN: EL CIRINEO AYUDA AL SEÑOR A LLEVAR LA CRUZ

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Cada uno de nosotros tenemos nuestra vocación, hemos venido al mundo para algo concreto, para realizarnos de una manera particular. ¿Cuál es la mía y cómo la llevo a cabo?
Pero hay algo, Señor, que es misión mía y de todos: la de ser Cirineo de los demás, la de ayudar a todos.
¿Cómo llevo adelante la realización de mi misión de Cirineo?

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Se reza a continuación un Padrenuestro



6ª ESTACIÓN: LA VERÓNICA ENJUGA EL ROSTRO DE JESÚS

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Es la mujer valiente, decidida, que se acerca a Ti cuando todos te abandonan. Yo, Señor, te abandono cuando me dejo llevar por el "qué dirán", del respeto humano, cuando no me atrevo a defender al prójimo ausente, cuando no me atrevo a replicar una broma que ridiculiza a los que tratan de acercarse a Ti. Y en tantas otras ocasiones.

Ayúdame a no dejarme llevar por el respeto humano, por el "qué dirán".
Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Se reza a continuación un Padrenuestro



7ª ESTACIÓN: SEGUNDA CAÍDA EN EL CAMINO DE LA CRUZ

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Caes, Señor, por segunda vez. El Via Crucis nos señala tres caídas en tu caminar hacia el Calvario. Tal vez fueran más.
Caes delante de todos... ¿Cuándo aprenderé yo a no temer el quedar mal ante los demás, por un error, por una equivocación?. ¿Cuándo aprenderé que también eso se puede convertir en ofrenda?

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Se reza a continuación un Padrenuestro


8ª ESTACIÓN: JESÚS CONSUELA A LAS HIJAS DE JERUSALÉN

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Muchas veces, tendría yo que analizar la causa de mis lágrimas. Al menos, de mis pesares, de mis preocupaciones. Tal vez hay en ellos un fondo de orgullo, de amor propio mal entendido, de egoísmo, de envidia.
Debería llorar por mi falta de correspondencia a tus innumerables beneficios de cada día, que me manifiestan, Señor, cuánto me quieres.
Dame profunda gratitud y correspondencia a tu misericordia.

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Se reza a continuación un Padrenuestro



9ª ESTACIÓN: JESÚS CAE POR TERCERA VEZ

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Tercera caída. Más cerca de la Cruz. Más agotado, más falto de fuerzas. Caes desfallecido, Señor.
Yo digo que me pesan los años, que no soy el de antes, que me siento incapaz.
Dame, Señor, imitarte en esta tercera caída y haz que mi desfallecimiento sea beneficioso para otros, porque te lo doy a Ti para ellos.

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Se reza a continuación un Padrenuestro



10ª ESTACIÓN: JESÚS DESPOJADO DE SUS VESTIDURAS

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Arrancan tus vestiduras, adheridas a Ti por la sangre de tus heridas.
A infinita distancia de tu dolor, yo he sentido, a veces, cómo algo se arrancaba dolorosamente de mí por la pérdida de mis seres queridos. Que yo sepa ofrecerte el recuerdo de las separaciones que me desgarraron, uniéndome a tu pasión y esforzándome en consolar a los que sufren, huyendo de mi propio egoísmo.

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Se reza a continuación un Padrenuestro



11ª ESTACIÓN: JESÚS CLAVADO EN LA CRUZ

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Señor, que yo disminuya mis limitaciones con mi esfuerzo y así pueda ayudar a mis hermanos. Y que cuando mi esfuerzo no consiga disminuirlas, me esfuerce en ofrecértelas también por ellos.

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Se reza a continuación un Padrenuestro.





12ª ESTACIÓN: JESÚS MUERE EN LA CRUZ

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Te adoro, mi Señor, muerto en la Cruz por Salvarme. Te adoro y beso tus llagas, las heridas de los clavos, la lanzada del costado... ¡Gracias, Señor, gracias!
Has muerto por salvarme, por salvarnos. Dame responder a tu amor con amor, cumplir tu Voluntad, trabajar por mi salvación, ayudado de tu gracia. Y dame trabajar con ahínco por la salvación de mis hermanos.

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Se reza a continuación un Padrenuestro



13ª ESTACIÓN: JESÚS EN BRAZOS DE SU MADRE

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Déjame estar a tu lado, Madre, especialmente en estos momentos de tu dolor incomparable. Déjame estar a tu lado. Más te pido: que hoy y siempre me tengas cerca de Ti y te compadezcas de mí.
¡Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía!

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Se reza a continuación un Padrenuestro



14ª ESTACIÓN: EL CADÁVER DE JESÚS PUESTO EN EL SEPULCRO

Te adoramos, Señor, y te bendecimos, porque por tu santa cruz redimiste al mundo.

Todo ha terminado. Pero no: después de la muerte, la Resurrección. Enséñame a ver lo transitorio y pasajero, a la luz de lo que perdura. Y que esa luz ilumine todos mis actos. Así sea.

Señor, pequé, ten piedad y misericordia de mí.

Se reza a continuación un Padrenuestro





ORACIÓN FINAL

Te suplico, Señor, que me concedas, por intercesión de tu Madre la Virgen, que cada vez que medite tu Pasión, quede grabado en mí con marca de actualidad constante, lo que Tú has hecho por mí y tus constantes beneficios. Haz, Señor, que me acompañe, durante toda mi vida, un agradecimiento inmenso a tu Bondad. Amén.

Virgen Santísima de los Dolores, mírame cargando la cruz de mi sufrimiento; acompáñame como acompañaste a tu Hijo Jesús en el camino del Calvario; eres mi Madre y te necesito. Ayúdame a sufrir con amor y esperanza para que mi dolor sea dolor redentor que en las manos de Dios se convierta en un gran bien para la salvación de las almas. Amén.

sermón de las Siete Palabras

Esta devoción consiste en reflexionar en las últimas siete frases que pronunció Jesús en la cruz, antes de su muerte.

Primera Palabra

"Padre: Perdónalos porque no saben lo que hacen". (San Lucas 23, 24)

Jesús nos dejó una gran enseñanza con estas palabras, ya que a pesar de ser Dios, no se ocupó de probar su inocencia, ya que la verdad siempre prevalece. Nosotros debemos ocuparnos del juicio ante Dios y no del de los hombres. Jesús no pidió el perdón para Él porque no tenía pecado, lo pidió para quienes lo acusaron. Nosotros no somos nadie para juzgar. Dios nos ha perdonado grandes pecados, por lo que nosotros debemos perdonar a los demás. El perdonar ayuda a quitar el odio. El amor debe ganar al odio. La verdadera prueba del cristiano no consiste en cuánto ama a sus amigos, sino a sus enemigos. Perdonar a los enemigos es grandeza de alma, perdonar es prueba de amor.

Segunda Palabra

"Yo te aseguro: Hoy estarás conmigo en el paraíso". (San Lucas 23,43)

Estas palabras nos enseñan la actitud que debemos tomar ante el dolor y el sufrimiento. La manera como reaccionemos ante el dolor depende de nuestra filosofía de vida. Dice un poeta que dos prisioneros miraron a través de los barrotes de su celda y uno vio lodo y otro vio estrellas. Estas son las actitudes que se encuentran manifestadas en los dos ladrones crucificados al lado de Jesús: uno no le dio sentido a su dolor y el otro sí lo hizo. Necesitamos espiritualizar el sufrimiento para ser mejores personas. Jesús en la cruz es una prueba de amor. El ladrón de la derecha, al ver a Jesús en la cruz comprende el valor del sufrimiento. El sufrimiento puede hacer un bien a otros y a nuestra alma. Nos acerca a Dios si le damos sentido.

Tercera Palabra

"Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu Madre". (San Juan 19, 26-27)

La Virgen es proclamada Madre de todos los hombres.
El amor busca aligerar al que sufre y tomar sus dolores. Una madre cuando ama quiere tomar el dolor de las heridas de sus hijos. Jesús y María nos aman con un amor sin límites. María es Madre de cada uno de nosotros. En Juan estamos representados cada uno de nosotros. María es el refugio de los pecadores. Ella entiende que somos pecadores.

Cuarta Palabra

"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (San Marcos 15, 34)

Es una oración, un salmo. Es el hijo que habla con el Padre.
Estas palabras nos hacen pensar en el pecado de los hombres. El pecado es la muerte del alma. La bondad es el constante rechazo al pecado. El pecado es el abandono de Dios por parte del hombre. El hombre rechazó a Dios y Jesús experimentó esto.

Quinta Palabra

"¡Tengo sed!" (San Juan 19, 28)

La sed es un signo de vida. Tiene sed de dar vida y por eso muere.
Él tenía sed por las almas de los hombres. El Pastor estaba sólo, sin sus ovejas. Durante toda su vida Jesús había buscado almas. Los dolores del cuerpo no eran nada en comparación del dolor del alma. Que el hombre despreciara su amor le dolía profundamente en su corazón. Todo hombre necesita ser feliz y no se puede ser feliz sin Dios. La sed de todo hombre es la sed del amor.

Sexta Palabra

"Todo está consumado". (San Juan 19, 30)

Todo tiene sentido: Jesús por amor nos da su vida. Jesús cumplió con la voluntad de su Padre. Su misión terminaría con su muerte. El plan estaba realizado. Nuestro plan no está aún terminado, porque todavía no hemos salvado nuestras almas. Todo lo que hagamos debe estar dirigido a este fin. El sufrimiento, los tropiezos de la vida nos recuerdan que la felicidad completa solo la podremos alcanzar en el cielo. Aprendemos a morir muriendo a nosotros mismos, a nuestro orgullo, nuestra envidia, nuestra pereza, miles de veces cada día.

Séptima Palabra

"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". (San Lucas 23, 46)

Jesús muere con serenidad, con paz, su oración es de confianza en Dios. Se abandona en las manos de su Padre.
Estas palabras nos hacen pensar que debemos de cuidar nuestra alma, no sólo nuestro cuerpo. Jesús entregó su cuerpo, pero no su alma. Devolvió su espíritu a su Padre no con grito de rebelión sino con un grito triunfante. Nadie nos puede quitar nuestro espíritu. Es importante recordar cual es nuestro destino en al vida para no equivocarnos de camino a seguir. Jesús nunca perdió de vista su meta a seguir. Sacrificó todo para alcanzarla. Lo más importante en la vida es la salvación de nuestras almas.

Viernes Santo
Día en que crucificaron a Cristo en el Calvario. Cómo rezar el Via Crucis. La Virgen de la Soledad



En este día recordamos cuando Jesús muere en la cruz para salvarnos del pecado y darnos la vida eterna. El sacerdote lee la pasión de Cristo en la liturgia de la Adoración a la cruz. Ese día no se celebra la Santa Misa.

En las iglesias, las imágenes se cubren con una tela morada al igual que el crucifijo y el sagrario está abierto en señal de que Jesús no está.

El color morado en la liturgia de la Iglesia significa luto. Se viste de negro la imagen de la Virgen en señal de luto por la muerte de su Hijo.

21 mar 2010

NUESTRA SEÑORA DE DOLORES (SEXTO VIERNES DE CUARESMA O 15 DE SEPTIEMBRE )



Memoria
Memoria de Nuestra Señora de los Dolores, que de pie junto a la cruz de Jesús, su Hijo, estuvo íntima y fielmente asociada a su pasión salvadora. Fue la nueva Eva, que por su admirable obediencia contribuyó a la vida, al contrario de lo que hizo la primera mujer, que por su desobediencia trajo la muerte.

Los Evangelios muestran a la Virgen Santísima presente, con inmenso amor y dolor de Madre, junto a la cruz en el momento de la muerte redentora de su Hijo, uniéndose a sus padecimientos y mereciendo por ello el título de Corredentora.

La representación pictórica e iconográfica de la Virgen Dolorosa mueve el corazón de los creyentes a justipreciar el valor de la redención y a descubrir mejor la malicia del pecado.

Bajo el título de la Virgen de la Soledad o de los Dolores se venera a María en muchos lugares.
Un poco de historia

Bajo el título de la Virgen de la Soledad o de los Dolores se venera a María en muchos lugares. La fiesta de nuestra Señora de los Dolores se celebra el 15 de septiembre y recordamos en ella los sufrimientos por los que pasó María a lo largo de su vida, por haber aceptado ser la Madre del Salvador.

Este día se acompaña a María en su experiencia de un muy profundo dolor, el dolor de una madre que ve a su amado Hijo incomprendido, acusado, abandonado por los temerosos apóstoles, flagelado por los soldados romanos, coronado con espinas, escupido, abofeteado, caminando descalzo debajo de un madero astilloso y muy pesado hacia el monte Calvario, donde finalmente presenció la agonía de su muerte en una cruz, clavado de pies y manos.

María saca su fortaleza de la oración y de la confianza en que la Voluntad de Dios es lo mejor para nosotros, aunque nosotros no la comprendamos.

Es Ella quien, con su compañía, su fortaleza y su fe, nos da fuerza en los momentos de dolor, en los sufrimientos diarios. Pidámosle la gracia de sufrir unidos a Jesucristo, en nuestro corazón, para así unir los sacrificios de nuestra vida a los de Ella y comprender que, en el dolor, somos más parecidos a Cristo y somos capaces de amarlo con mayor intensidad.

¿Que nos enseña la Virgen de los Dolores?

La imagen de la Virgen Dolorosa nos enseña a tener fortaleza ante los sufrimientos de la vida. Encontremos en Ella una compañía y una fuerza para dar sentido a los propios sufri-mientos.

Cuida tu fe:

Algunos te dirán que Dios no es bueno porque permite el dolor y el sufrimiento en las personas. El sufrimiento humano es parte de la naturaleza del hombre, es algo inevitable en la vida, y Jesús nos ha enseñado, con su propio sufrimiento, que el dolor tiene valor de salvación. Lo importante es el sentido que nosotros le demos.

Debemos ser fuertes ante el dolor y ofrecerlo a Dios por la salvación de las almas. De este modo podremos convertir el sufrimiento en sacrificio (sacrum-facere = hacer algo sagrado). Esto nos ayudará a amar más a Dios y, además, llevaremos a muchas almas al Cielo, uniendo nuestro sacrificio al de Cristo.

Oración:

María, tú que has pasado por un dolor tan grande y un sufrimiento tan profundo, ayúdanos a seguir tu ejemplo ante las dificultades de nuestra propia vida.

HISTORIA: La Coronilla Servita de los Siete Dolores es una devoción que recuerda siete episodios tristes en la vida de la Santísima Virgen María. La costumbre originó en la Orden Servita (Siervos de María) probablemente poco después que se fundó la orden en Monte Senario, Italia, en 1233.

Dos fiestas, establecidas muchos años después, conmemoran los Siete Dolores.


Países de habla español rinden honor a la Virgen de la Soledad el día Sábado de Gloria (un día antes de Pascua). La Reina Juana de España inició esta tradición después de la muerte repentina de su marido, el Rey Felipe I, en 1506. La conmemoración recuerda la tristeza profunda de María el día después de la crucifixión y antes de la Resurrección.
La segunda fiesta religiosa, que se observa internacionalmente el 15 de septiembre, es de la Virgen de Dolores. Mexicanos asocian esta Virgen con el Día de la Independencia, que se celebra el 16 de septiembre. La llamada que comenzó la guerra de independencia, el "Grito de Dolores", sucedió el 16 de septiembre de 1810, en Dolores, Hidalgo, un pueblo cuya santa patrona es la Virgen de Dolores. El "Grito", pues, significa ambos el clamor por la libertad que ocurrió en ese lugar y el dolor de la Virgen al ver los sufrimientos de los mexicanos.

El símbolo tradicional de los Siete Dolores es el Corazón Doloroso de María, o sea un corazón traspasado por siete espadas y encima de todo una llama de fuego que representa su amor hacia a Dios y la humanidad. Las espadas refieren a la profecía de Simeón (Lucas 2: 33-35).
ORACIONES: El devotado reza un "Padre Nuestro" y siete "Ave Marías" por cada uno de los Siete Dolores. La oraciones de clausura son: tres más "Ave Marías", en honor de las lágrimas de la Virgen Dolorosa; un "Padre Nuestro", una "Ave María", y una "Gloria" por las intenciones del Santo Papa; una jaculatoria dedicada a la Virgen Dolorosa (opcional); y un ofertorio final (opcional).

En México se practican numerosas versiones no servitas de esta devoción. Algunas requieren solo una "Ave María" por cada uno de los Siete Dolores, en vez de siete, o incrementan el número de siete a diez. Hasta otros agregan una "Gloria: después de cada serie de "Ave Marías." Casi todos los autores agregan sus propias oraciones de inició y apertura. Parece que no hay una versión mexicana estandarizada de la Coronilla de los Siete Dolores.

COLLAR DE CUENTAS: Igual que en el caso del Santo Rosario, hay un collar de cuentas para rezar los Siete Dolores. El collar de la Coronilla Servita es conveniente para contar las oraciones, pero no se requiere para llevar a cabo la devoción. Hay 49 cuentas en un círculo, organizados en series de siete cuentas. Cada serie empieza con una medalla que muestra uno de los Siete Dolores. Las cuentas en el círculo se usan para rezar la "Ave María." Las medallas en el círculo se usan para el "Padre Nuestro." La medalla del Primer Dolor (la profecía de

Simeón) cierra el círculo. Está conectada a un colgante de cuatro cuentas que termina con una medalla de la Virgen Dolorosa. Las cuentas del colgante se usan para rezar las oraciones de clausura.
Para rezar los Siete Dolores usando el collar de cuentas: Se empieza con la medalla del Primer Dolor (la que cierra el círculo). Se siguen las cuentas y las medallas hasta regresar a la medalla del Primer Dolor. De ahí se salta a la medalla de la Virgen de Dolores en el colgante. Se reza una "Ave María" en cada uno de las primeras tres cuentas. En la última cuenta del colgante, la que queda más cerca a la medalla del Primer Dolor, se rezan las demás oraciones de clausura.

Rezar despacio, meditando estos dolores:

1º Dolor

La profecía de Simeón en la presentación del Niño Jesús.

Virgen María: por el dolor que sentiste cuando Simeón te anunció que una espada de dolor atravesaría tu alma, por los sufrimientos de Jesús, y ya en cierto modo te manifestó que tu participación en nuestra redención como corredentora sería a base de dolor; te acompañamos en este dolor. . . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos hijos tuyos y sepamos imitar tus virtudes.

Dios te salve, María,…

2º Dolor

La huida a Egipto con Jesús y José.
Virgen María: por el dolor que sentiste cuando tuviste que huir precipitadamente tan lejos, pasando grandes penalidades, sobre todo al ser tu Hijo tan pequeño; al poco de nacer, ya era perseguido de muerte el que precisamente había venido a traernos vida eterna; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos huir siempre de las tentaciones del demonio.

Dios te salve, María,…

3º Dolor

La pérdida de Jesús.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al perder a tu Hijo; tres días buscándolo angustiada; pensarías qué le habría podido ocurrir en una edad en que todavía dependía de tu cuidado y de San José; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que los jóvenes no se pierdan por malos caminos.

Dios te salve, María,…

4º Dolor

El encuentro de Jesús con la cruz a cuestas camino del calvario.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver a tu Hijo cargado con la cruz, como cargado con nuestras culpas, llevando el instrumento de su propio suplicio de muerte; Él, que era creador de la vida, aceptó por nosotros sufrir este desprecio tan grande de ser condenado a muerte y precisamente muerte de cruz, después de haber sido azotado como si fuera un malhechor y, siendo verdadero Rey de reyes, coronado de espinas; ni la mejor corona del mundo hubiera sido suficiente para honrarle y ceñírsela en su frente; en cambio, le dieron lo peor del mundo clavándole las espinas en la frente y, aunque le ocasionarían un gran dolor físico, aún mayor sería el dolor espiritual por ser una burla y una humillación tan grande; sufrió y se humilló hasta lo indecible, para levantarnos a nosotros del pecado; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que seamos dignos vasallos de tan gran Rey y sepamos ser humildes como Él lo fue.

Dios te salve, María,…

5º Dolor

La crucifixión y la agonía de Jesús.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la crueldad de clavar los clavos en las manos y pies de tu amadísimo Hijo, y luego al verle agonizando en la cruz; para darnos vida a nosotros, llevó su pasión hasta la muerte, y éste era el momento cumbre de su pasión; Tú misma también te sentirías morir de dolor en aquel momento; te acompañamos en este dolor. Y, por los méritos del mismo, no permitas que jamás muramos por el pecado y haz que podamos recibir los frutos de la redención.

Dios te salve, María,…

6º Dolor

La lanzada y el recibir en brazos a Jesús ya muerto.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al ver la lanzada que dieron en el corazón de tu Hijo; sentirías como si la hubieran dado en tu propio corazón; el Corazón Divino, símbolo del gran amor que Jesús tuvo ya no solamente a Ti como Madre, sino también a nosotros por quienes dio la vida; y Tú, que habías tenido en tus brazos a tu Hijo sonriente y lleno de bondad, ahora te lo devolvían muerto, víctima de la maldad de algunos hombres y también víctima de nuestros pecados; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, haz que sepamos amar a Jesús como El nos amo.

Dios te salve, María,…

7º Dolor

El entierro de Jesús y la soledad de María.
Virgen María: por las lágrimas que derramaste y el dolor que sentiste al enterrar a tu Hijo; El, que era creador, dueño y señor de todo el universo, era enterrado en tierra; llevó su humillación hasta el último momento; y aunque Tú supieras que al tercer día resucitaría, el trance de la muerte era real; te quitaron a Jesús por la muerte más injusta que se haya podido dar en todo el mundo en todos los siglos; siendo la suprema inocencia y la bondad infinita, fue torturado y muerto con la muerte más ignominiosa; tan caro pagó nuestro rescate por nuestros pecados; y Tú, Madre nuestra adoptiva y corredentora, le acompañaste en todos sus sufrimientos: y ahora te quedaste sola, llena de aflicción; te acompañamos en este dolor . . . Y, por los méritos del mismo, concédenos a cada uno de nosotros la gracia particular que te pedimos…

Dios te salve, Maria,…
Gloria al Padre .



1. La Santísima Virgen María manifestó a Sta. Brígida que concedía siete gracias a quienes diariamente le honrasen considerando sus lágrimas y dolores y rezando siete Avemarías:

Pondré paz en sus familias.
Serán iluminados en los Divinos Misterios.
Los consolaré en sus penas y acompañaré en sus trabajos.
Les daré cuanto me pidan, con tal que no se oponga a la voluntad adorable de mi Divino Hijo y a la santificación de sus almas.
Los defenderé en los combates espirituales con el enemigo infernal, y protegeré en todos los instantes de su vida.
Los asistiré visiblemente en el momento de su muerte; verán el rostro de su Madre.
He conseguido de mi Divino Hijo que las almas que propaguen esta devoción a mis lágrimas y dolores sean trasladadas de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados, y mi Hijo y Yo seremos su consolación y alegría.

EN EL SEXTO VIERNES DE CUARESMA SE RECUERDAN LOS SIETE DOLORES DE LA SANTISIMA VIRGEN MARIA, PERO ACTUALMENTE YA NO SON 7 LOS DOLORES DE NUESTRA MADRE SON MUCHOS SECUESTROS, VIOLACIONES, ABADICIAS, ENGAÑOS, ADULTERIOS; HERMANOS YA NO PEQUEN Y ASI ALIVIARAN A NUESTRA MADRE DE UN DOLOR MENOS

Dios nuestro,
que quisiste que la Madre de tu Hijo
compartiera con Él,
de pie junto a la cruz, sus sufrimientos,
haz que todos, asociados con la Virgen
en la pasión de Cristo,
participemos también
en la gloria de Resurrección.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
¡Nuestra Señora de los Dolores,
Ruega por nosotros!

15 mar 2010

SEÑOR DE LAS PEÑAS (QUINTO VIERNES DE CUERESMA)


Fiesta del Señor de las Peñas
Descripción
La Fiesta del Señor de las Peñas se lleva a cabo el quinto viernes de cuaresma en honor al Señor de las Peñas. Esta imagen, que actualmente se encuentra en la Ermita del mismo nombre, según la tradición fue hallada hace muchos años en unas peñas pertenecientes a la jurisdicción de Reyes Etla. El nombre de esta imagen (Jesucristo), proviene precisamente de este hecho. La festividad, además de celebraciones religiosas, incluye peregrinaciones, calenda, fuegos artificiales, torneos deportivos y bailes populares.

Estas festividades se celebran de manera simultánea en Reyes Etla y la Villa de Etla.


Localización
• Villa de Etla: Se ubica al noroeste de la Ciudad de Oaxaca, a 15 kilómetros (9 millas) por la Carretera Federal 190 con destino a la Ciudad de México. Tiempo aproximado: [0:30]
La Ermita del Señor de las Peñas se localiza al poniente de la Villa de Etla, aproximadamente a 4 kilómetros (2.5 millas) pasando por la población de Reyes Etla.

7 mar 2010

SANTAS PERPETUA Y FELICITAS MARTIRES (7 DE MARZO)


En el siglo IV se leían las actas de estas santas en las iglesias de Africa. El pueblo les profesaba una estima tan grande que San Agustín se vio obligado a publicar una protesta para evitar que se las considerara en plano de igualdad con la Sagrada Escritura.

Durante la persecución del emperador Severo, fueron arrestados en Cartago cinco catecúmenos el año 205. Eran estos Revocato, Felícitas (su compañera de esclavitud, que estaba embarazada desde hacía varios meses), Saturnino, Secúndulo y Vibia Perpetua. Esta última tenía 22 años de edad, era madre de un pequeñín y tenía buena posición. A estos cinco se unió Sáturo quien les había instruido en la fe y se negó a abandonarles.

Perpetua escribió las actas: "Yo estaba todavía con mis compañeros. Mi padre, que me quería mucho, trataba de darme razones para debilitar mi fe y apartarme de mi propósito. Yo le respondí: "Padre, ¿no ves ese cántaro o jarro, o como quieras llamarlo?... ¿Acaso puede llamarlo con un nombre que no le designe por lo que es?" "No", replicó él. "Pues tampoco yo puedo llamarme por un nombre que no signifique lo que soy: cristiana". Al oír la palabra "cristiana", mi padre se lanzó sobre mí y trató de arrancarme los ojos, pero sólo me golpeó un poco, pues mis compañeros le detuvieron... Yo di gracias a Dios por el descanso de no ver a mi padre durante algún tiempo... En esos días recibí el bautismo y el Espíritu me movió a no pedir más que la gracia de soportar el martirio. Al poco tiempo, nos trasladaron a una prisión donde yo tuve mucho miedo, pues nunca había vivido en tal oscuridad. ¡Que horrible día! El calor era insoportable, pues la prisión estaba llena. Los soldados nos trataban brutalmente. Para colmo de males, yo tenía ya dolores de vientre..."

Mas tarde, Perpetua tuvo un sueño que le ayudó a prepararse para el martirio. Su padre regresó para implorarle que renunciara a su fe para evitar el martirio. Le decía de rodillas y besando sus manos: "... Piensa en tu madre y en la hermana de tu madre; piensa sobre todo en tu hijo, que no podrá sobrevivirte. Depón tu orgullo y no nos arruines, pues jamás podremos volver a hablar como hombres libres, si te sucede algo". Ella le respondió: "Las cosas sucederán como Dios disponga, pues estamos en Sus manos y no en las nuestras"

Condujeron a los reos a la plaza del mercado para juzgarlos ante una multitud. Narra Perpetua: "Todos los que fueron juzgados antes de mí confesaron la fe. Cuando me llegó el turno, mi padre se aproximó con mi hijo en brazos y, haciéndome bajar de la plataforma, me suplicó: ´Apiádate de tu hijo´. El presidente Hilariano se unió a los ruegos de mi padre, diciéndome: ´Apiádate de las canas de tu padre y de la tierna infancia de tu hijo. Ofrece sacrificios por la prosperidad de los emperadores´. Yo respondí: ¡No! ´¿Eres cristiana?´, me preguntó Hilariano. Yo contesté: "Sí, soy cristiana.´ Como mi padre persistiese en apartarme de mi resolución, Hilariano mandó que le echasen fuera y los soldados le golpearon con un bastón. Eso me dolió como si me hubiesen golpeado a mí, pues era horrible ver que maltrataban a mi padre anciano. Entonces el juez nos condenó a todos a las fieras y volvimos llenos de gozo a la prisión. Como mi hijo estaba acostumbrado al pecho, rogué a Pomponio que le trajese a la prisión, pero mi padre se negó a dejarle venir. Pero Dios dispuso las cosas de suerte que mi hijo no extrañó el pecho y a mi no me hizo sufrir la leche de mis pechos."

Según parece, Secúndulo había muerto en la prisión antes del juicio. Antes de dictar sentencia, Hilariano había mandado azotar a Revocato y Saturnino y abofetear a Perpetua y Felícitas. Se reservó a los mártires para los espectáculos que se iban a ofrecer a los soldados durante las fiestas de Geta, a quien su padre, Severo, había nombrado César cuatro años antes, en tanto que había nombrado Augusto a su hijo Caracala.

Santa Perpetua relata otra de sus visiones: "Pocos días después, mientras estaba yo orando, se me escapó el nombre de Dinócrates (su hermano de sangre que había muerto a los siete años). La cosa me sorprendió mucho, pues yo no estaba pensando en él. Al punto comprendí que debía orar por él y así lo hice con gran fervor e insistencia..."

Felícitas tenía miedo de que se la privase del martirio, porque generalmente no se condenaba a la pena capital a las mujeres embarazadas. Todos los mártires oraron por ella y así dio a luz a una hija en la prisión; uno de los cristianos adoptó a la niña.

Según las actas: "El día del martirio los prisioneros salieron de la cárcel como si fuesen al cielo... La multitud, furiosa al ver la valentía de los mártires, pidió a gritos que les azotaran; así pues, cada uno de ellos recibió un latigazo al pasar frente a los gladiadores." Sáturo fe echado varias bestias que no le dañaron. Al fín "un leopardo saltó sobre él y le dejó cubierto de sangre en un instante. La multitud gritaba: ´¡Ahora sí está bien bautizado!´ El mártir, ya agonizante, dijo a Pudente: ´¡Adios! Conserva la fe, acuérdate de mí, y que esto sirva para confirmarte y no para confundirte.´ Y, tomando el anillo del carcelero, lo mojó en su propia sangre, lo devolvió a Pudente y murió. Así fue a esperar a Perpetua, como esta lo había predicho."

"Perpetua y Felícitas fueron arrojadas a una vaca salvaje. La fiera atacó primero a Perpetua, quien cayó de espaldas; pero la mártir se sentó inmediatamente, se cubrió con su túnica desgarrada y se arregló un poco los cabellos para que la multitud no creyese que tenía miedo. Después fue a reunirse con Felícitas que yacía tambien por tierra. Juntas esperaron el siguiente ataque de la fiera; pero la multitud gritó que con eso bastaba; los guardias las hicieron salir por la Puerta Sanavivaria, que era por donde salían los gladiadores victoriosos. Al pasar por ahí, Perpetua volvió en sí de una especie de éxtasis y preguntó si pronto iba a enfrentarse con las fieras. Cuando le dijeron lo que había sucedido, la santa no podía creerlo, hasta que vio sobre su cuerpo y sus vestidos las señales de la lucha. Entonces llamó a su hermano y al catecúmeno Rústico y les dijo: ´Permaneced firmes en la fe y guardad la caridad entre vosotros; no dejéis que los sufrimientos se conviertan en piedra de escándalo´. Entre tanto la veleidosa muchedumbre pidió que las mártires compareciesen nuevamente; así se hizo, con gran gozo para las dos santas. Después de haberse dado el beso de la paz, Felícitas fue decapitada por los gladiadores. El verdugo de Perpetua, que estaba muy nervioso, erró en el primero golpe, arrancando un grito a la mártir; ella misma tendió el cuello para el segundo golpe. ´Tal vez porque una mujer tan grande... sólo podía morir voluntariamente".

En 1907, el P. Delattre descubrió y restauró una antigua inscripción en la basílica Majorum de Cartago. En dicha basílica habían sido enterrados los cuerpos de los mártires, según dice expresamente Victor Vitese, un obispo africano del siglo V que había visitado la tumba. El contenido de la inscripción es el siguiente: "Aquí reposan los mártires Sáturo, Saturnino, Revocato, Secúndulo, Felícitas y Perpetua, quienes sufrieron en las nonas de marzo". Sin embargo, no es posible afirmar con toda certeza que esa inscripción sea la de la losa sepulcral de los mártires.

El martirio se conmemoraba originalmente en las nonas de marzo (7 de marzo). Estos mártires aparecen en todos los calendarios y martirologios antiguos, como por ejemplo en el calendario filocaliano de Roma, (354 P.C.)

1 mar 2010

LA CUARESMA EL CAMINO HACIA LA PASCUA


Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la Cuaresma 2010
hermanos y hermanas:

Cada año, con ocasión de la Cuaresma, la Iglesia nos invita a una sincera revisión de nuestra vida a la luz de las enseñanzas evangélicas. Este año quiero proponeros algunas reflexiones sobre el vasto tema de la justicia, partiendo de la afirmación paulina: «La justicia de Dios se ha manifestado por la fe en Jesucristo» (cf. Rm 3,21-22).

Justicia: “dare cuique suum”
Me detengo, en primer lugar, en el significado de la palabra “justicia”, que en el lenguaje común implica “dar a cada uno lo suyo” - “dare cuique suum”, según la famosa expresión de Ulpiano, un jurista romano del siglo III. Sin embargo, esta clásica definición no aclara en realidad en qué consiste “lo suyo” que hay que asegurar a cada uno. Aquello de lo que el hombre tiene más necesidad no se le puede garantizar por ley. Para gozar de una existencia en plenitud, necesita algo más íntimo que se le puede conceder sólo gratuitamente: podríamos decir que el hombre vive del amor que sólo Dios, que lo ha creado a su imagen y semejanza, puede comunicarle. Los bienes materiales ciertamente son útiles y necesarios (es más, Jesús mismo se preocupó de curar a los enfermos, de dar de comer a la multitud que lo seguía y sin duda condena la indiferencia que también hoy provoca la muerte de centenares de millones de seres humanos por falta de alimentos, de agua y de medicinas), pero la justicia “distributiva” no proporciona al ser humano todo “lo suyo” que le corresponde. Este, además del pan y más que el pan, necesita a Dios. Observa san Agustín: si “la justicia es la virtud que distribuye a cada uno lo suyo... no es justicia humana la que aparta al hombre del verdadero Dios” (De Civitate Dei, XIX, 21).

¿De dónde viene la injusticia?
El evangelista Marcos refiere las siguientes palabras de Jesús, que se sitúan en el debate de aquel tiempo sobre lo que es puro y lo que es impuro: “Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre... Lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas” (Mc 7,15. 20-21). Más allá de la cuestión inmediata relativa a los alimentos, podemos ver en la reacción de los fariseos una tentación permanente del hombre: la de identificar el origen del mal en una causa exterior. Muchas de las ideologías modernas tienen, si nos fijamos bien, este presupuesto: dado que la injusticia viene “de fuera”, para que reine la justicia es suficiente con eliminar las causas exteriores que impiden su puesta en práctica. Esta manera de pensar ―advierte Jesús― es ingenua y miope. La injusticia, fruto del mal, no tiene raíces exclusivamente externas; tiene su origen en el corazón humano, donde se encuentra el germen de una misteriosa convivencia con el mal. Lo reconoce amargamente el salmista: “Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre” (Sal 51,7). Sí, el hombre es frágil a causa de un impulso profundo, que lo mortifica en la capacidad de entrar en comunión con el prójimo. Abierto por naturaleza al libre flujo del compartir, siente dentro de sí una extraña fuerza de gravedad que lo lleva a replegarse en sí mismo, a imponerse por encima de los demás y contra ellos: es el egoísmo, consecuencia de la culpa original. Adán y Eva, seducidos por la mentira de Satanás, aferrando el misterioso fruto en contra del mandamiento divino, sustituyeron la lógica del confiar en el Amor por la de la sospecha y la competición; la lógica del recibir, del esperar confiado los dones del Otro, por la lógica ansiosa del aferrar y del actuar por su cuenta (cf. Gn 3,1-6), experimentando como resultado un sentimiento de inquietud y de incertidumbre. ¿Cómo puede el hombre librarse de este impulso egoísta y abrirse al amor?

Justicia y Sedaqad
En el corazón de la sabiduría de Israel encontramos un vínculo profundo entre la fe en el Dios que “levanta del polvo al desvalido” (Sal 113,7) y la justicia para con el prójimo. Lo expresa bien la misma palabra que en hebreo indica la virtud de la justicia: sedaqad,. En efecto, sedaqad significa, por una parte, aceptación plena de la voluntad del Dios de Israel; por otra, equidad con el prójimo (cf. Ex 20,12-17), en especial con el pobre, el forastero, el huérfano y la viuda (cf. Dt 10,18-19). Pero los dos significados están relacionados, porque dar al pobre, para el israelita, no es otra cosa que dar a Dios, que se ha apiadado de la miseria de su pueblo, lo que le debe. No es casualidad que el don de las tablas de la Ley a Moisés, en el monte Sinaí, suceda después del paso del Mar Rojo. Es decir, escuchar la Ley presupone la fe en el Dios que ha sido el primero en “escuchar el clamor” de su pueblo y “ha bajado para librarle de la mano de los egipcios” (cf. Ex 3,8). Dios está atento al grito del desdichado y como respuesta pide que se le escuche: pide justicia con el pobre (cf. Si 4,4-5.8-9), el forastero (cf. Ex 20,22), el esclavo (cf. Dt 15,12-18). Por lo tanto, para entrar en la justicia es necesario salir de esa ilusión de autosuficiencia, del profundo estado de cerrazón, que es el origen de nuestra injusticia. En otras palabras, es necesario un “éxodo” más profundo que el que Dios obró con Moisés, una liberación del corazón, que la palabra de la Ley, por sí sola, no tiene el poder de realizar. ¿Existe, pues, esperanza de justicia para el hombre?

Cristo, justicia de Dios
El anuncio cristiano responde positivamente a la sed de justicia del hombre, como afirma el Apóstol Pablo en la Carta a los Romanos: “Ahora, independientemente de la ley, la justicia de Dios se ha manifestado... por la fe en Jesucristo, para todos los que creen, pues no hay diferencia alguna; todos pecaron y están privados de la gloria de Dios, y son justificados por el don de su gracia, en virtud de la redención realizada en Cristo Jesús, a quien exhibió Dios como instrumento de propiciación por su propia sangre, mediante la fe, para mostrar su justicia (Rm 3,21-25).

¿Cuál es, pues, la justicia de Cristo? Es, ante todo, la justicia que viene de la gracia, donde no es el hombre que repara, se cura a sí mismo y a los demás. El hecho de que la “propiciación” tenga lugar en la “sangre” de Jesús significa que no son los sacrificios del hombre los que le libran del peso de las culpas, sino el gesto del amor de Dios que se abre hasta el extremo, hasta aceptar en sí mismo la “maldición” que corresponde al hombre, a fin de transmitirle en cambio la “bendición” que corresponde a Dios (cf. Ga 3,13-14). Pero esto suscita en seguida una objeción: ¿qué justicia existe dónde el justo muere en lugar del culpable y el culpable recibe en cambio la bendición que corresponde al justo? Cada uno no recibe de este modo lo contrario de “lo suyo”? En realidad, aquí se manifiesta la justicia divina, profundamente distinta de la humana. Dios ha pagado por nosotros en su Hijo el precio del rescate, un precio verdaderamente exorbitante. Frente a la justicia de la Cruz, el hombre se puede rebelar, porque pone de manifiesto que el hombre no es un ser autárquico, sino que necesita de Otro para ser plenamente él mismo. Convertirse a Cristo, creer en el Evangelio, significa precisamente esto: salir de la ilusión de la autosuficiencia para descubrir y aceptar la propia indigencia, indigencia de los demás y de Dios, exigencia de su perdón y de su amistad.

Se entiende, entonces, como la fe no es un hecho natural, cómodo, obvio: hace falta humildad para aceptar tener necesidad de Otro que me libere de lo “mío”, para darme gratuitamente lo “suyo”. Esto sucede especialmente en los sacramentos de la Penitencia y de la Eucaristía. Gracias a la acción de Cristo, nosotros podemos entrar en la justicia “más grande”, que es la del amor (cf. Rm 13,8-10), la justicia de quien en cualquier caso se siente siempre más deudor que acreedor, porque ha recibido más de lo que podía esperar.

Precisamente por la fuerza de esta experiencia, el cristiano se ve impulsado a contribuir a la formación de sociedades justas, donde todos reciban lo necesario para vivir según su propia dignidad de hombres y donde la justicia sea vivificada por el amor.

Queridos hermanos y hermanas, la Cuaresma culmina en el Triduo Pascual, en el que este año volveremos a celebrar la justicia divina, que es plenitud de caridad, de don y de salvación. Que este tiempo penitencial sea para todos los cristianos un tiempo de auténtica conversión y de intenso conocimiento del misterio de Cristo, que vino para cumplir toda justicia. Con estos sentimientos, os imparto a todos de corazón la bendición apostólica.

Vaticano, 30 de octubre de 2009


¿Qué es la Cuaresma?
La Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.

La Cuaresma dura 40 días; comienza el Miércoles de Ceniza y termina el Domingo de Ramos, día que se inicia la Semana Santa. A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios.

El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual.

La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto.

En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo material, seguido de ceros significa el tiempo de nuestra vida en la tierra, seguido de pruebas y dificultades.

La práctica de la Cuaresma data desde el siglo IV, cuando se da la tendencia a constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia. Conservada con bastante vigor, al menos en un principio, en las iglesias de oriente, la práctica penitencial de la Cuaresma ha sido cada vez más aligerada en occidente, pero debe observarse un espíritu penitencial y de conversión.