17 ene 2012

NTRA. SRA. DE LOS POBRES ( 15 DE NERO )


MENSAJE DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
CON OCASIÓN DEL QUINCUAGÉSIMO ANIVERSARIO
DE LAS APARICIONES DE NUESTRA SEÑORA DE LOS POBRES
EN BANNEUX (BÉLGICA)



A monseñor ALBERT HOUSSIAU
Obispo de Lieja

1. Hace cincuenta años, el 22 de agosto de 1949, monseñor Louis-Joseph Kerkhofs, su predecesor en la sede de Lieja, reconocía definitivamente la realidad de las apariciones de la Virgen de los Pobres en Banneux. Al recordar con emoción la eucaristía que yo mismo tuve la alegría de celebrar durante mi viaje apostólico a Bélgica, en el mes de mayo de 1985, en ese santuario cuya irradiación espiritual es tan importante, me uno de buen grado mediante la oración a los peregrinos que van a buscar el consuelo y la fuerza a los pies de Nuestra Señora de Banneux, invocada con el título de Nuestra Señora de los Pobres, salud de los enfermos. Con toda la Iglesia, doy gracias al Señor por la misión insigne que cumplió la Madre del Salvador y por el ejemplo de fe que representa para el conjunto del pueblo cristiano, llamado como ella a seguir a Cristo repitiendo cada día su «sí», su fiat.

2. Algunos años antes de la segunda guerra mundial, en 1933, María aparecía en Banneux como mensajera de la paz. Exhortaba en cierto modo a los protagonistas de la sociedad a convertirse en artífices de paz y en educadores de los pueblos, invitando a todo hombre a asistir a sus hermanos, a los más humildes, a los más despreciados y a los que sufren, porque son los predilectos de Dios. También hoy tenemos que rezar para que «María, mediadora de gracia, siempre atenta y solícita para con todos sus hijos, alcance para la humanidad entera el don precioso de la concordia y de la paz» (Mensaje con ocasión del 50° aniversario del final en Europa de la segunda guerra mundial, 8 de mayo de 1995, n. 16: L'Osservatore Romano, edición en lengua española, 19 de mayo de 1995, p. 7).

3. Al contemplar a la Virgen María, los fieles descubren las maravillas que Dios hizo por su humilde esclava, y ven en ella, Madre de la Iglesia y Reina del Cielo, la prefiguración de lo que la humanidad está llamada a ser, mediante la gracia de la salvación que hemos recibido por la muerte y resurrección del Salvador.

Los fieles que siguen el ejemplo de María emprenden un camino seguro de oración y vida cristiana; con ella, descubren las misericordias del Padre, que vela por todos los hombres, especialmente por los pobres, los humildes y los que sufren. Por eso, podemos entonar incansablemente con María su cántico de acción de gracias: «Porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones» (Lc 1, 48).

4. Todo itinerario de peregrinación es un tiempo fuerte en la vida espiritual del cristiano, que descubre así la fuerza de la oración, que unifica el ser y es la fuente del testimonio que cada uno está llamado a dar, y de su misión. Con María, llegamos a ser hijos humildes en las manos del Señor, pidiendo perdón por nuestras faltas, y reencontrando de este modo la alegría de los hijos de Dios, que saben que son amados infinitamente y que, por tanto, tienen un deseo profundo de convertirse.

Quienesquiera que seáis, como decía san Bernardo, «cuando os asalten los vientos de la tentación, cuando veáis aparecer los escollos de la desgracia, mirad la estrella, invocad a María». «Si, turbados por el peso de vuestro pecado y avergonzados por las manchas de vuestra conciencia, comenzáis a sentiros devorados por la tristeza y la tentación de la desesperación, pensad en María. En el peligro, la angustia y la duda, pensad en María, invocad a María. Que su nombre no desaparezca jamás de vuestros labios ni de vuestro corazón. Y, para obtener su intercesión, no dejéis de imitar su ejemplo». Estad seguros de que «siguiéndola, no os perderéis, y que invocándola, no conoceréis la desesperación» (Segunda homilía sobre las palabras del Evangelio: «El ángel Gabriel fue enviado»). Al volver después a su vida diaria, los fieles reciben la gracia de una confianza renovada. Están más atentos a la palabra de Dios y a la responsabilidad que les confía su bautismo. También reconocen mejor los signos de Dios en su camino.

5. Las apariciones de Banneux invitan a los cristianos a interrogarse sobre el misterio del sufrimiento, que encuentra su sentido en el misterio de la cruz del Señor. Ante el sufrimiento, que no puede explicarse humanamente, el creyente se dirige espontáneamente a Dios, el único que puede ayudarle a soportarlo y vivirlo, y que alimenta la esperanza de la salvación y de la felicidad eterna. De manera muy especial, con ternura y amor, Dios está presente en toda persona aquejada por la enfermedad, puesto que se deja conmover por lo que vive su pueblo, al que ama, y quiere darle alivio y consuelo. «Dijo el Señor: Bien vista tengo la aflicción de mi pueblo, (...) y he escuchado su clamor; (...) pues ya conozco sus sufrimientos. He bajado para librarle (...) y para subirle de esta tierra a una tierra buena y espaciosa» (Ex 3, 7-8). Como afirmaba en la encíclica Salvifici doloris, toda persona que ofrece su sufrimiento, contribuye misteriosamente a elevar el mundo a Dios, y se une de manera especial a la obra de nuestra redención (cf. n. 19). Por tanto, se une particularmente a Cristo Salvador.

6. Encomiendo también a Dios a los hombres y mujeres cuya misión consiste en cuidar a sus hermanos, asistirlos y acompañarlos con compasión en sus pruebas físicas y morales, así como a los miembros de los equipos de capellanía en los hospitales y sanatorios, y a todos los que visitan a los enfermos y a las personas ancianas. A ejemplo del buen samaritano, son en cierto modo las manos amorosas del Señor, tendidas hacia los que sufren en el cuerpo y en el corazón, y les manifiestan que ninguna prueba puede cancelar su dignidad de hijos de Dios (cf. ib., 28-30). ¡Que prosigan incansablemente su misión, recordando así al mundo que toda vida humana, desde su origen hasta su fin natural, es preciosa a los ojos de Dios!

7. Al mismo tiempo que le encomiendo a la intercesión de Nuestra Señora de Banneux y de los santos de esa tierra, le imparto de todo corazón la bendición apostólica, que extiendo a los fieles que acudan al santuario de Banneux con el espíritu del acontecimiento del gran jubileo, a los sacerdotes y a los fieles de su diócesis y del conjunto de las diócesis de Bélgica.

Vaticano, 31 de julio de 1999

“El Señor se ha fijado en la humilde condición de su sierva”. Es Señora de los pobres, porque fue pobre y amante de los pobres. Su nacimiento en Jerusa­lén, en una humilde estancia, se pareció mucho al de su Hijo en un establo. No mentía, al exclamar que Dios se había fijado en la baja condición social de su situación; porque perteneció siempre, y para mucha honra, a la clase social de los desposeídos; "su esposo se ganaba la vida aserrando maderas y clavando puntas, arreglando sillas ycerraduras, poniendo ladrillos, o arreglando herramientas y aperos de trabajo. Siempre fueron pobres; su Hijo entró en el mundo con la marca de la pobreza; pudo haber nacido entre brocados de seda y bajo palios de oro, pero quiso tener un pesebre como cuna. Cuando sus padres lo presentaron en el templo, hicieron la ofrenda de los pobres, porque su bolsa no daba para más. En su vida pública anduvo recorriendo pueblos y ciudades, como un desarraigado de la tierra, como un pobre de solemnidad, que no tenía siquiera donde reclinar su cabeza. Terminó muriendo en una cruz, despojado de todo, hasta de la ropa, en la pobreza suma. Clavado al madero, pidió a Juan que cuidara de su madre, pues se quedaba en total indigencia. Y después, recitando el salmo de los pobres, murió, en muerte de cruz.

En su extrema pobreza radicaba su grandeza infinita y, en definitiva, su glorificación. Su madre sabía que el Mesías tenía que ser pobre, para redimir a los pobres a través de su pobreza. Para liberar al pobre, al desvalido y desamparado, a todos los oprimidos y marginados que gimen por el mundo. Todos los pobres del mundo se reconocen en el Mesías, el Siervo de Dios, el pobre elegido por Dios para liberar a los hombres de todas las esclavitu­des que les tienen aherrojados. El salvador de los pobres tiene que salir de las filas de los pobres, nunca podrá salir de los estamentos de los ricos. Por este motivo, su llegada se anunció en primer lugar a los pobres, a los proletarios, al pueblo de la tierra. Cuando comenzó su vida pública, en su primera predicación, dejó bien claramente dicho a lo que había venido a este mundo: a evangelizar a los pobres, a liberar a los oprimidos. Hizo de su vida una opción de voluntaria pobreza, se apuntó a la clase de los pobres, optó por los marginados. De ahí que, en la carta magna del reino de Dios, la primera bienaventuranza fuera para ellos: “Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino. Los pobres son los ciudadanos de primera en el reino de Dios; y si el Evangelio es de todos, los es en primer lugar y por derecho propio, de los pobres. Y pobres son los nadatenientes, los oprimidos, las marginados, los explotados, los desvalidos, los primeros evangelizados, las masas humildes, que le seguían enfervorizadas, los auténticos representantes del pueblo de Dios.

El prototipo de todos los pobres fue y es Jesucristo. Y, con Él y por Él, su Madre, María, porque fue pobre de verdad, porque vivió siempre al día, porque tuvo fe en el de arriba, que da de comer a las aves del cielo y viste a los lirios del campo y cuida de todas sus criaturas con amor providente. El ejemplo supremo para saber valorar los bienes de este mundo, caducos y efímeros, lo encontramos en la Virgen. De Ella, hemos aprendido que no vale la pena apegarse a los bienes materiales de este mundo de abajo, a los que inevitablemente hay que dejar aquí. Sabemos, además, porque Jesús lo ha dicho, que Dios llenará de bienes a los pobres y dejará sin nada a los ricos.

Señora de los pobres, enséñanos a ser pobres, a vivir con alegría nuestra vida indigente, porque esa será la mejor manera de vivir, siendo pobres y ricos a la vez, poseedores de la mayor riqueza, pues el verdadero rico no es el que mucho tiene, sino el que tiene poco y se conforma con lo poco que tiene. Ruega por nosotros para que nos conformemos con lo necesario, y no luchemos ni aspiremos a poseer más, para no caer en las garras esclavizantes del dinero; que estemos abiertos a los demás; que ejerzamos la solidaridad y la caridad, con los que tienen todavía menos que nosotros; que trabajemos para que desaparezcan las desigualdades sociales y que nos comprometamos con los pobres, con los marginados, porque ellos constituyen un sacramento vivo, en el que nos encontramos con la presencia dulcísima de Dios. No podemos estar en plena comunión contigo, si no nos apuntamos a la lista interminable de los que han optado por los pobres; esta comunión solidaria con ellos y contigo hará surgir una Iglesia, que se comprometa más decididamente con la justicia y la liberación de los oprimidos; pues esta opción en favor de los pobres ocupa el primer puesto en los postulados de la Palabra de Dios.


ORACIÓN A LA VIRGEN DE LOS POBRES

María, Virgen de los Pobres, Tú eres bendita entre todas las mujeres y bendito es Dios, nuestro Padre, que te ha enviado a nosotros.

Lo que tú has sido siempre para nosotros lo sigues siendo y lo serás siempre para aquellos que, como nosotros y aún mejor que nosotros, te ofrecen su fe y su oración.

Tú serás para nosotros lo que has revelado en Banneux: La Mediadora de todas las gracias, la Madre del Salvador, Madre de Dios, la Madre compasiva y poderosa que ama a los pobres y a todos los hombres, que alivia el sufrimiento, que salva a los individuos y a las sociedades, la Reina y la Madre de todas las naciones, que ha venido a nosotros para conducir a los que se dejan guiar por ti hacia Jesús verdadera y única Fuente de la vida eterna.

INVOCACIONES
Santa Virgen de los Pobres:


- llévanos a Jesús, fuente de la gracia
- salva las Naciones.
- alivia a los enfermos.
- alivia el dolor.
- ruega por cada uno de nosotros
- creemos en Ti.
- cree Tú en nosotros
- rezaremos mucho
- bendícenos (+).
- Madre del Salvador, Madre de Dios, te damos gracias.



__________

ORACIÓN DE PREPARACIÓN AL ROSARIO
Nuestra Señora de Banneux, Madre del Salvador, Madre de Dios, VIRGEN DE LOS POBRES, tú nos invitas a creer en ti y nos prometes creer en nosotros. Yo pongo en ti toda mi confianza.

Dígnate escuchar las oraciones que nos has pedido elevar hacia ti; ten piedad de todas nuestras miserias espirituales y temporales.

Implora para cada uno de nosotros la riqueza de una fe profunda, la paz del corazón y el entendimiento en nuestras familias y comunidades.

Alivia los enfermos, apacigua los sufrimientos, ruega por nosotros; y así, por tu mediación, el reino de Cristo se extienda sobre todas las naciones. Amén.



__________

ORACIÓN
María, Virgen de los Pobres, tú nos conduces a Jesús, fuente de todas las gracias, y vienes a aliviar nuestro sufrimiento.

Te imploramos con confianza: ayúdanos a seguir a tu Hijo con generosidad y a entregarnos a El sin reservas.

Ayúdanos a recibir al Espíritu Santo que nos guía y santifica.

Obtennos la gracia de parecernos a Jesús cada día un poco más, de manera que nuestra vida glorifique al Padre y contribuya a la salvación de nuestros hermanos. Amén.

2 ene 2012

EL SANTISIMO NOMBRE DE JESUS ( 3 DE ENERO )


El Santísimo Nombre de Jesús, invocado por los fieles desde los comienzos de la Iglesia, comenzó a ser venerado en las celebraciones litúrgicas en el siglo XIV. San Bernardino de Siena y sus discípulos propagaron el culto al Nombre de Jesús: "Yahweh es salvación" con el monograma del Santo Nombre: IHS (abreviación del nombre de Jesús en Griego, ιησουσ, y añadiendo el nombre de Jesús al Ave María. Como fiesta litúrgica fue introducida en el siglo XVI. En 1530 el Papa Clemente VII concedió por vez primera a la Orden Franciscana la celebración del Oficio del Santísimo Nombre de Jesús.

EL FUNDAMENTO DE LA FE ES EL NOMBRE DE JESUS MEDIANTE EL CUAL SOMOS CONSTITUIDOS HIJOS DE DIOS - San Bernardino de Siena

Éste es aquel santísimo nombre anhelado por los
patriarcas, esperado con ansiedad , demandado con
gemidos, invocado con suspiros, requerido con
lagrimas, donado al llegar la plenitud de la gracia.

No pienses en un nombre de poder, menos en uno
de venganza, sino de salvación. Su nombre es
misericordia, es perdón. Que el nombre de Jesús
resuene en mis oídos, porque su voz es dulce y su
rostro bello.

No dudes, el nombre de Jesús es fundamento de la
fe, mediante le cual somos constituidos hijos de
Dios. La fe de la religión católica consiste en el
conocimiento de Cristo Jesús y de su persona, que
el luz del alma, franquicia de la vida, piedra de
salvación eterna. Quien no llegó a conocerle o le
abandonó camina por la vida en tinieblas, y va a
ciegas con inminente riesgo de caer en el precipicio,
y cuanto más se apoye en la humana inteligencia,
tanto más se servirá de un lazarillo también ciego,
al pretender escalar los recónditos secretos
celestiales con sólo la sabiduría del propio
entendimiento, y no será difícil que le acontezca,
por descuidar los materiales sólidos, construir la
casa en vano, y, por olvidar la puerta de entrada,
pretenda luego entra a ella por el tejado.

No hay otro fundamento fuera de Jesús, luz y
puerta, guía de los descarriados, lumbrera de la fe
para todos los hombres, único medio para encontrar
de nuevo al Dios indulgente, y, una vez encontrado,
fiarse de él; y poseído, disfrutarle. Esta base
sostiene la Iglesia, fundamentada en el nombre de
Jesús.

El nombre de Jesús es el brillo de los predicadores,
porque de Él les viene la claridad luminosa, la
validez de su mensaje y la aceptación de su palabra
por los demás. ¿De dónde piensas que procede tanto
esplendor y que tan rápidamente se haya propagado
la fe por todo el mundo, sino por haber predicado a
Jesús? ¿Acaso no por la luz y dulzura de este
nombre, por el que Dios nos llamó y condujo a su
gloria? Con razón el Apóstol, a los elegidos y
predestinados por este nombre luminoso, les dice:
en otro tiempo fuisteis tinieblas, mas ahora sois luz
en el Señor. Caminad como hijo de la luz.

¡Oh nombre glorioso, nombre regalado, nombre
amoroso y santo! Por ti las culpas se borran, los
enemigos huyen vencidos, los enfermos sanan, los
atribulados y tentados se robustecen, y se sienten
gozosos todos. Tú eres la honra de los creyentes, tú
el maestro de los predicadores, tú la fuerza de los
que trabajan, tú el valor de los débiles. Con el fuego
de tu ardor y de tu celo se enardecen los ánimos,
crecen los deseos, se obtienen los favores, las almas
contemplativas se extasían; por ti, en definitiva,
todos los bienaventurados del cielo son
glorificados.

Haz, dulcísimo Jesús, que también nosotros
reinemos con ello por la fuerza de tu santísimo
nombre.

San Bernardino de Siena

Honramos el Nombre de Jesús no porque creamos que existe un poder intrínseco escondido en las letras que lo componen, sino porque el nombre de Jesús nos recuerda todas las bendiciones que recibimos a través de Nuestro Santo Redentor. Para agradecer estas bendiciones reverenciamos el Santo Nombre, así como honramos la Pasión de Cristo honrando Su Cruz (Colvenerius, "De festo SS. Nominis", ix). Descubrimos nuestras cabezas y doblamos nuestras rodillas ante el Santísimo Nombre de Jesús; Él da sentido a todos nuestros afanes, como indicaba el emperador Justiniano en su libro de leyes: "En el Nombre de Nuestro Señor Jesús empezamos todas nuestras deliberaciones". El Nombre de Jesús, invocado con confianza:

•Brinda ayuda a necesidades corporales, según la promesa de Cristo: "En mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien" (Marcos 16, 17-18). En el Nombre de Jesús los Apóstoles dieron fuerza a los lisiados (Hechos 3, 6; 9, 34) y vida a los muertos (Hechos 9, 40).
•Da consuelo en las aflicciones espirituales. El Nombre de Jesús le recuerda al pecador al padre del Hijo Pródigo y del Buen Samaritano; le recuerda al justo el sufrimiento y la muerte del inocente Cordero de Dios.
•Nos protege de Satanás y sus engaños, ya que el Demonio teme el Nombre de Jesús, Quien lo ha vencido en la Cruz.
•En el nombre de Jesús obtenemos toda bendición y gracia en el tiempo y la eternidad, pues Cristo dijo: "lo que pidáis al Padre os lo dará en mi nombre." (Juan 16, 23). Por eso la Iglesia concluye todas sus plegarias con las palabras: "Por Jesucristo Nuestro Señor", etc.
Así se cumple la palabra de San Pablo: "Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos." (Fil 2, 10).

Un especial devoto del Santísimo Nombre fue San Bernardo, quien habla de él con especial ardor en muchos de sus sermones. Pero los promotores más destacados de esta devoción fueron San Bernardino de Siena y San Juan Capistrano. Llevaron consigo en sus misiones en las turbulentas ciudades de Italia una copia del monograma del Santísimo Nombre, rodeado de rayos, pintado en una tabla de madera, con el cual bendecían a los enfermos y obraban grandes milagros. Al finalizar sus sermones mostraban el emblema a los fieles y les pedían que se postraran a adorar al Redentor de la humanidad. Les recomendaban que tuviesen el monograma de Jesús ubicado sobre las puertas de sus ciudades y sobre las puertas de sus viviendas (cf. Seeberger, "Key to the Spiritual Treasures", 1897, 102). Debido a que la manera en que San Bernardino predicaba esta devoción era nueva, fue acusado por sus enemigos y llevado al tribunal del Papa Martín V. Pero San Juan Capistrano defendió a su maestro tan exitosamente que el papa no sólo permitió la adoración del Santísimo Nombre, sino que asistió a una procesión en la que se llevaba el Santo Monograma. La tabla usada por San Bernardino es venerada en Santa María en Ara Coeli en Roma.

El emblema o monograma que representa el Santísimo Nombre de Jesús consiste de las tres letras: IHS. En la mal llamada Edad Media el Nombre de Jesús se escribía: IHESUS; el monograma contiene la primera y la última letra del Santísimo Nombre. Se encuentra por primera vez en una moneda de oro del siglo VIII: DN IHS CHS REX REGNANTIUM (El Señor Jesucristo, Rey de Reyes). Algunos equivocadamente sostienen que las tres letras son las iniciales de "Jesús Hominum Salvator" (Jesús Salvador de los Hombres). Los jesuitas hicieron de este monograma el emblema de su Sociedad, añadiéndole una cruz sobre la H y tres clavos bajo ella. Consecuentemente se inventó una nueva explicación del emblema, pretendiendo explicar que los clavos eran originalmente una "V", y que el monograma significaba "In Hoc Signo Vinces" (En Esta Señal deben Conquistar), palabras que, de acuerdo a un registro muy antiguo, vio Constantino en los cielos bajo el signo de la Cruz antes de la batalla en el puente Milvian (312).

También se sostiene que Urbano IV y Juan XXII concedieron una indulgencia de treinta días a aquellos que añadieran el nombre de Jesús al Ave María o se hincaran, o por lo menos hicieran una venia con las cabezas al escuchar el Nombre de Jesús (Alanus, "Psal. Christi et Mariae", i, 13, and iv, 25, 33; Michael ab Insulis, "Quodlibet", v; Colvenerius, "De festo SS. Nominis", x). Esta afirmación puede ser cierta; pero fue gracias a los esfuerzos de San Bernardino que la costumbre de añadir el Nombre de Jesús al Ave María fue difundida en Italia, y de ahí a la Iglesia Universal. Pero hasta el siglo XVI era desconocida en Bélgica (Colven., op. Cit., x), mientras que en Bavaria y Austria los fieles aún añaden al Ave María las palabras: "Jesús Christus" (ventris tui, Jesús Christus). Sixto V (2 de julio de 1587) concedió una indulgencia de cincuenta días a la jaculatoria: "¡Bendito sea el Nombre del Señor!" con la respuesta "Ahora y por siempre", o "Amén". En el sur de Alemania los campesinos se saludan entre ellos con esta fórmula piadosa. Sixto V y Benedicto XIII concedieron una indulgencia de cincuenta días para todo aquél que pronuncie el Nombre de Jesús reverentemente, y una indulgencia plenaria al momento de la muerte. Estas dos indulgencias fueron confirmadas por Clemente XIII, el 5 de setiembre de 1759. Tantas veces como invoquemos el Nombre de Jesús y de María ("¡Jesu!", "Maria"!) podremos ganar una indulgencia de 300 días, por decreto de Pío X, el 10 de octubre de 1904. Es también necesario, para ganar la indulgencia papal al momento de la muerte, pronunciar aunque sea mentalmente el Nombre de Jesús.

En efecto, el Nombre de Jesús contiene en sí mismo toda la religión cristiana: la Persona que lo lleva es la secunda Persona de la Trinidad, encarnada, hecha hombre. Y este Nombre estaba inscrito en la Cruz, es el Nombre del Redentor. Es como una predicación, un sacramental poderoso, una bendición de Cristo; una gracia está vinculada al Nombre de Jesús. Aleja la tentación, pacifica el alma perturbada. San Pío Xº había otorgado una indulgencia de trescientos días a los que dicen con fervor ¡“JESÚS mío, misericordia”! El demonio tiembla a oírlo; ni lo puede pronunciar, como lo atestiguan los exorcistas; porque el Nombre de JESÚS le recuerda su derrota, su condenación. ¡Ya le arrancó tantas almas!

En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Queridos fieles,

En el principio de cada año, la Santa Iglesia, usando las palabras de San Pablo, nos invita a vivir sobria, justa y piadosamente. ¡Qué excelente manera de responder a su invitación pronunciando y adorando el Santísimo Nombre de JESÚS, que festejamos en el primer Domingo del año 2010!

“Que al Nombre de JESÚS toda rodilla se doble, en los cielos, en la tierra y en el infierno”.

“No se ha dado a los hombres otro Nombre debajo del Cielo por el cual podamos salvarnos”.

Este Nombre, el Nombre del Mesías, había sido anunciado por ángeles a San José y a la santísima Virgen. Significa “SALVADOR”, y no sólo lo significa sino que también trae consigo la salvación, salvación de las almas y a veces incluso del cuerpo, como nos lo narra el evangelio de hoy.

Un misionero de África nos contó un día que solamente el hecho de pronunciar con fe el Nombre de Jesús, conmovía y convertía el corazón de muchos infieles.

En efecto, el Nombre de Jesús contiene en sí mismo toda la religión cristiana: la Persona que lo lleva es la secunda Persona de la Trinidad, encarnada, hecha hombre. Y este Nombre estaba inscrito en la Cruz, es el Nombre del Redentor. Es como una predicación, un sacramental poderoso, una bendición de Cristo; una gracia está vinculada al Nombre de Jesús. Aleja la tentación, pacifica el alma perturbada. San Pío Xº había otorgado una indulgencia de trescientos días a los que dicen con fervor ¡“JESÚS mío, misericordia”! El demonio tiembla a oírlo; ni lo puede pronunciar, como lo atestiguan los exorcistas; porque el Nombre de JESÚS le recuerda su derrota, su condenación. ¡Ya le arrancó tantas almas!

Está escrito en toda parte en la Iglesia: sobre las hostias, los ornamentos, sus edificios, los cálices. IHS, eso es “IESUS, hominum Salvator”, “JESÚS, Salvador de los hombres”.

Con qué respeto y adoración debemos pronunciar el Santísimo Nombre de Jesús. Antiguamente no se decía sin sacarse el sombrero, o inclinar la cabeza. Era la primera palabra que los niños aprendían, y la última de los agonizantes. Muchos mártires, como San Juan de Brito, San Juana de Arco, unieron la Palabra “JESÚS” con su último suspiro. San Bernardino de Siena lo predicaba sin cesar, y su devoción contribuyó mucho a su difusión. San Bernardo escribió maravillosamente sobre Él: “Es miel a la boca, melodía al oído, alegría al corazón (…); “Oleum effusum Nomen tuum” , Tu Nombre es un aceite derramado. No es en vano que el Espíritu Santo ha comparado el aceite con el Nombre del Esposo: como el aceite ilumina, alimenta y cura, así el Nombre de JESÚS es luz, alimento y remedio; Ilumina cuando se lo publica, alimenta cuando se lo medita, unge y suaviza todos los males cuando se lo invoca” .

No lo pronunciemos nunca sin fe, sin respeto, sin razón, o como por superstición. Por lo menos hoy, recemos las hermosas letanías del santísimo Nombre de JESÚS, que está en muchos misales y en los devocionarios, como el de los ejercicios espirituales.

Hay un solo Dios, Creador y Salvador. Hay un solo Nombre que salva. El Nombre de “JESÚS” designa la misión, la naturaleza misma de Nuestro Señor, es, de un cierto modo, JESÚS que sigue actuando, curando, salvando. Dijo San Pedro al paralítico: “En el Nombre de JESÚS, levántate y camina”. Se unen, se identifican en el Nombre de JESÚS el medio y el fin, el camino de esta vida y el Cielo eterno. En efecto, dice San Juan: “He escrito estas cosas para vosotros que creeis en el Nombre del Hijo de Dios, para que sepais que tienen la vida eterna”. Por lo tanto, los que no creen en el Nombre de JESÚS no tienen la vida eterna. ¡Qué clara condenación del ecumenismo con su Dios común a todas las religiones, un Dios sin Nombre, sin salvación, sin existencia!

Sea por siempre alabado el Santísimo Nombre de JESÚS

y con Él, el Santísimo Nombre de MARÍA.

Ave María Purísima

En el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.



Letanías de Santísimo Nombre de Jesús

-Señor, ten piedad de nosotros (repite)
-Cristo, ten piedad de nosotros
-Señor, ten piedad de nosotros
-Cristo, óyenos
-Cristo, escúchanos

-Dios, Padre celestial, (ten misericordia de nosotros)
-Dios Hijo, Redentor del mundo,
-Dios Espíritu Santo,
-Santísima Trinidad, un solo Dios,
-Jesús, hijo de Dios vivo,
-Jesús, esplendor del Padre,
-Jesús, pureza de la luz eterna,
-Jesús, rey de la gloria,
-Jesús, sol de justicia,
-Jesús, hijo de la Virgen María,
-Jesús, amable,
-Jesús, admirable,
-Jesús, Dios fuerte,
-Jesús, padre del siglo futuro,
-Jesús, mensajero del plan divino,
-Jesús, todopoderoso,
-Jesús, pacientísimo,
-Jesús, obedientísimo,
-Jesús, manso y humilde de corazón,
-Jesús, amante de la castidad,
-Jesús, amador nuestro,
-Jesús, Dios de paz,
-Jesús, autor de la vida,
-Jesús, modelo de virtudes,
-Jesús, celoso de la salvación de las almas,
-Jesús, nuestro Dios,
-Jesús, nuestro refugio,
-Jesús, padre de los pobres,
-Jesús, tesoro de los fieles,
-Jesús, pastor bueno,
-Jesús, verdadera luz,
-Jesús, sabiduría eterna,
-Jesús, bondad infinita,
-Jesús, camino y vida nuestra,
-Jesús, alegría de los ángeles,
-Jesús, rey de los patriarcas,
-Jesús, maestro de los apóstoles,
-Jesús, doctor de los evangelistas,
-Jesús, fortaleza de los mártires,
-Jesús, luz de los confesores,
-Jesús, pureza de las vírgenes,
-Jesús, corona de todos los santos,

-Senos propicio Perdónanos, Jesús. (Perdónanos, Señor)
-Senos propicio Escúchanos, Jesús. (Escúchanos, Señor)

-De todo mal, (Líbranos, Señor)
-De todo pecado,
-De tu ira,
-De las asechanzas del demonio,
-Del espíritu impuro,
-De la muerte eterna,
-Del menosprecio de tus inspiraciones,
-Por el misterio de tu santa encarnación,
-Por tu natividad,
-Por tu infancia,
-Por tu divinísima vida,
-Por tus trabajos,
-Por tu agonía y Pasión,
-Por tu cruz y desamparo,
-Por tus sufrimientos,
-Por tu muerte y sepultura,
-Por tu resurrección,
-Por tu ascensión,
-Por tu institución de la santísima Eucaristía,
-Por tus gozos,
-Por tu gloria, Líbranos, Jesús.

-Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Perdónanos, Jesús.
-Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Escúchanos Jesús.
-Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo, Ten misericordia de nosotros Jesús.

-Jesús, óyenos (Se repite)
-Jesús, escúchanos

ORACIÓN
Te pedimos Señor, que quienes veneremos el Santísimo Nombre de Jesús disfrutemos en esta vida de la dulzura de su gracia y de su gozo eterno en el Cielo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

LA SAGRADA FAMILIA ( 30 DE DICIEMBRE O EL DOMINGO DENTRO DE LA OCTAVA DE NAVIDAD )


La sagrada Familia

En la festividad de la Sagrada Familia, recordamos y celebramos que Dios quiso nacer dentro de una familia para que tuviera alguien que lo cuidara, lo protegiera, lo ayudara y lo aceptara como era.

Al nacer Jesús en una familia, el Hijo de Dios ha santificado la familia humana. Por eso nosotros veneramos a la Sagrada Familia como Familia de Santos.

¿Cómo era la Sagrada Familia?

María y José cuidaban a Jesús, se esforzaban y trabajaban para que nada le faltara, tal como lo hacen todos los buenos padres por sus hijos.

José era carpintero, Jesús le ayudaba en sus trabajos, ya que después lo reconocen como el “hijo del carpintero”.

María se dedicaba a cuidar que no faltara nada en la casa de Nazaret.

Tal como era la costumbre en aquella época, los hijos ayudaban a sus mamás moliendo el trigo y acarreando agua del pozo y a sus papás en su trabajo. Podemos suponer que en el caso de Jesús no era diferente. Jesús aprendió a trabajar y a ayudar a su familia con generosidad. Él siendo Todopoderoso, obedecía a sus padres humanos, confiaba en ellos, los ayudaba y los quería.

¡Qué enseñanza nos da Jesús, quien hubiera podido reinar en el más suntuoso palacio de Jerusalén siendo obedecido por todos! Él, en cambio, rechazó todo esto para esconderse del mundo obedeciendo fielmente a María y a José y dedicándose a los más humildes trabajos diarios, el taller de San José y en la casa de Nazaret.

Las familias de hoy, deben seguir este ejemplo tan hermoso que nos dejó Jesús tratando de imitar las virtudes que vivía la Sagrada Familia: sencillez, bondad, humildad, caridad, laboriosidad, etc.

La familia debe ser una escuela de virtudes. Es el lugar donde crecen los hijos, donde se forman los cimientos de su personalidad para el resto de su vida y donde se aprende a ser un buen cristiano. Es en la familia donde se formará la personalidad, inteligencia y voluntad del niño. Esta es una labor hermosa y delicada. Enseñar a los niños el camino hacia Dios, llevar estas almas al cielo. Esto se hace con amor y cariño.

“La familia es la primera comunidad de vida y amor el primer ambiente donde el hombre puede aprender a amar y a sentirse amado, no sólo por otras personas, sino también y ante todo por Dios.” (Juan Pablo II, Encuentro con las Familias en Chihuahua 1990).

El Papa Juan Pablo II en su carta a las familias nos dice que es necesario que los esposos orienten, desde el principio, su corazón y sus pensamientos hacia Dios, para que su paternidad y maternidad, encuentre en Él la fuerza para renovarse continuamente en el amor.

Así como Jesús creció en sabiduría y gracia ante Dios y los hombres, en nuestras familias debe suceder lo mismo. Esto significa que los niños deben aprender a ser amables y respetuosos con todos, ser estudiosos obedecer a sus padres, confiar en ellos, ayudarlos y quererlos, orar por ellos, y todo esto en familia.

Recordemos que “la salvación del mundo vino a través del corazón de la Sagrada Familia”.
La salvación del mundo, el porvenir de la humanidad de los pueblos y sociedades pasa siempre por el corazón de toda familia. Es la célula de la sociedad.

Oración

“Oremos hoy por todas las familias del mundo para que logren responder a su vocación tal y como respondió la Sagrada Familia de Nazaret.
Oremos especialmente por las familias que sufren, pasan por muchas dificultades o se ven amenazadas en su indisolubilidad y en el gran servicio al amor y a la vida para el que Dios las eligió” (Juan Pablo II)

“Oh Jesús, acoge con bondad a nuestra familia que ahora se entrega y consagra a Ti, protégela, guárdala e infunde en ella tu paz para poder llegar a gozar todos de la felicidad eterna.”

“Oh María, Madre amorosa de Jesús y Madre nuestra, te pedimos que intercedas por nosotros, para que nunca falte el amor, la comprensión y el perdón entre nosotros y obtengamos su gracia y bendiciones.”

“Oh San José, ayúdanos con nuestras oraciones en todas nuestras necesidades espirituales y temporales, a fin de que podamos agradar eternamente a Jesús. Amén.”

En medio de una fuerte crisis en torno a la integridad de la familia, Dios Amor nos brinda nuevamente el modelo pleno de amor familiar al presentarnos a Jesús, María y José. La Sagrada Familia nos habla de todo aquello que cada familia anhela auténtica y profundamente, puesto que desde la intensa comunión hay una total entrega amorosa por parte de cada miembro de la familia santa elevando cada acto generoso hacia Dios, como el aroma del incienso, para darle gloria. Por ello, a la luz de la Sagrada Escritura, veamos algunos rasgos importantes de San José, Santa María y el Niño Jesús. San José Es el jefe de la familia y actúa siempre como Dios le manda, muchas veces sin comprender el por qué de lo que Dios le pide, pero teniendo fe y confianza en Él. "Al despertarse, José hizo lo que el Ángel del Señor le había ordenado: llevó a María a su casa". (Mt 1, 24-25) Cuando se entera que María estaba embarazada piensa en abandonarla porque la quería mucho y no deseaba denunciarla públicamente (como era la costumbre de la época), pero el Ángel de Dios se le apareció en sueños y le dijo que lo que había sido engendrado en el vientre de María era obra del Espíritu Santo y que no temiera en recibirla. "Ella dió a luz un hijo,y él le puso el nombre de Jesús" (Mt 1, 25) Cuando nace el niño, él le pone el nombre de Jesús, como el Ángel le había dicho. Luego, cuando Herodes tenía intenciones de matar al Niño Jesús y ante otro aviso del Ángel del Señor, José toma a su familia y marcha hacia Egipto. Por último, con la muerte de Herodes y ante un nuevo aviso del Ángel de Dios, lleva a su familia a instalarse en Nazaret. San José, Casto Esposo de Santa María, acoge a Jesús en su corazón paternal, educándolo, cuidándolo, amándolo como si fuere hijo suyo. El Niño Jesús aprende de su "santo padre adoptivo" muchas cosas, entre estas, el oficio de carpintero. La Santísima Virgen María Desde el momento de la Anunciación, María es el modelo de entrega a Dios. "He aquí la sierva del Señor, hágase en mí según tu Palabra" (Lc 1, 38) En la Anunciación, María responde con un Sí rotundo desde una libertad poseída, poniéndose en las manos de Dios. En Santa María vemos una continua vivencia de la dinámica de la alegría-dolor: criando, educando, siguiendo de cerca a su Hijo Jesús mostrándole en todo momento un auténtico amor maternal. "Su madre conservaba estas cosas en su corazón" (Lc 2, 52) Ella fue vislumbrando lentamente el misterio trascendente de la vida de Jesús, manteniéndose fielmente unida a Él. El niño Jesús Desde chico, Jesús demuestra que es el Hijo de Dios y que cumple fielmente lo que su Padre le manda. "Vivía sujeto a ellos" (Lc 2, 51) Como niño, Él obedecía a su madre y a su padre adoptivo, y permanecía siempre junto a ellos. María y José fueron sus primeros educadores. "El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y la Gracia de Dios estaba con Él" (Lc 2, 40) Jesús aprende el oficio de carpintero de su padre adoptivo José. "¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?" (Lc 2, 49) Cuando Jesús se queda en el Templo, a los doce años, se puede pensar que desobedece a sus padres y que eso está mal. No es así, Jesús demuestra en este hecho su plena independencia con respecto a todo vínculo humano cuando está de por medio el Plan de su Padre y la Misión que Él le ha encomendado. Oración por la Familia Dios, de quien proviene toda paternidad en el cielo y en la tierra: Padre, que eres amor y vida, haz que cada familia humana que habita en nuestro suelo, sea, por medio de tu Hijo Jesucristo,"nacido de mujer" y mediante el Espíritu Santo, fuente de Caridad Divina, un verdadero santuario de vida y amor para las nuevas generaciones. Haz que tu gracia guíe los pensamientos y las obras de los cónyuges, para bien propio y de todas las familias del mundo. Haz que las jóvenes generaciones encuentren en la familia un fuerte sostén humano, para que crezcan en la verdad y el amor. Haz que el amor, reforzado por la gracia del Sacramento del Matrimonio, se manifieste más fuerte que cualquier debilidad o crisis que puedan padecer nuestras familias. Te pedimos por intermedio de la Familia de Nazaret, que la Iglesia pueda cumplir una misión fecunda en nuestra familia, en medio de todas las naciones de la tierra. Por Cristo, nuestro Señor, Camino, Verdad y Vida, por los siglos de los siglos. Amén. S.S. Juan Pablo II La Sagrada familia, modelo de fe y de fidelidad Queridos hermanos y hermanas: En este primer domingo después de la Navidad, la Iglesia celebra la fiesta de la Sagrada Familia. Como en el belén, la mirada de fe nos permite abrazar al mismo tiempo al Niño divino y a las personas que están con él: su Madre santísima, y José, su padre putativo. ¡Qué luz irradia este icono de grupo de la santa Navidad! Luz de misericordia y salvación para el mundo entero, luz de verdad para todo hombre para la familia humana y para cada familia. ¡Cuán hermoso es para los esposos reflejarse en la Virgen María y en su esposo José! ¡Cómo consuela a los padres especialmente si tienen un hijo pequeño! ¡Cómo ilumina a los novios que piensan en sus proyectos de vida! El hecho de reunirnos ante la cueva de Belén para contemplar en ella a la Sagrada Familia, nos permite gustar de modo especial el don de la intimidad familiar y nos impulsa a brindar calor humano y solidaridad concreta en las situaciones por desgracia numerosas en las que por varios motivos falta la paz, falta la armonía, en una palabra, falta la "familia". El mensaje que viene de la Sagrada Familia es ante todo un mensaje de fe: la casa de Nazaret es una casa en la que Dios ocupa verdaderamente un lugar central. Para María y José esta opción de fe se concreta en el servicio al Hijo de Dios que se le confió, pero se expresa también en su amor recíproco, rico en ternura espiritual y fidelidad. María y José enseñan con su vida que el matrimonio es una alianza entre el hombre y la mujer, alianza que los compromete a la fidelidad recíproca, y que se apoya en la confianza común en Dios. Se trata de una alianza tan noble, profunda y definitiva, que constituye para los creyentes el sacramento del amor de Cristo y de la Iglesia. La fidelidad de los cónyuges es, a su vez, como una roca sólida en la que se apoya la confianza de los hijos. Cuando padres e hijos respiran juntos esa atmósfera de fe, tienen una energía que les permite afrontar incluso pruebas difíciles, como muestra la experiencia de la Sagrada Familia. Es necesario alimentar esa atmósfera de fe. En esta perspectiva se va preparando el segundo Encuentro mundial con las familias, que tendrá lugar en Río de Janeiro los días 4 y 5 de octubre de 1997. Se tratará de una gran fiesta de las familias de América Latina y de todo el mundo que renovará el mensaje del primer Encuentro, celebrado aquí, en Roma, con ocasión del Año internacional de la familia. Encomiendo a María, "Reina de la familia", a todas las familias del mundo especialmente a las que atraviesan grandes dificultades, e invoco sobre ellas su protección materna. La Sagrada familia, modelo de fe y de fidelidad Meditación dominical de S.S. Juan Pablo II diciembre de 1997