25 jun 2011

EL INMACULADO CORAZON DE MARIA ( SABADO SIGUIENTE AL VIERNES DEL SAGRADO CORAZON DE JESUS )


Historia
Ya San Juan Eudes, en el siglo XVII, había difundido esta devoción.
En 1942, en plena II Guerra Mundial, el Papa Pío XII consagró el mundo al Corazón Inmaculado de María.

La fiesta del Corazón Inmaculado de María fue oficialmente establecida en toda la Iglesia por el papa Pío XII, el 4 de mayo de 1944, para obtener por medio de la intercesión de María "la paz entre las naciones, libertad para la Iglesia, la conversión de los pecadores, amor a la pureza y la práctica de las virtudes".

El Papa Juan Pablo II declaró que la conmemoración del Inmaculado Corazón de María, será de naturaleza "obligatoria" y no "opcional". Es decir, por primera vez en la Iglesia, la liturgia para esta celebración debe de realizarse en todo el mundo Católico.


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Del texto de la consagración de Pío XII:
"Ante tu trono nos postramos suplicantes, seguros de alcanzar misericordia, de recibir gracias y el auxilio oportuno... Obtén paz y libertad completa a la Iglesia santa de Dios; detén el diluvio del neopaganismo; fomenta en los fieles el amor a la pureza, la práctica de la vida cristiana y del celo apostólico, para que los que sirven a Dios aumenten en mérito y número"


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Fundamento:
Después de su entrada a los cielos, el Corazón de María sigue ejerciendo a favor nuestro su amorosa intercesión. El amor de su corazón se dirige primero a Dios y a su Hijo Jesús, pero se extiende también con solicitud maternal sobre todo el género humano que Jesús le confió al morir; y así la veneramos por la santidad de su Inmaculado Corazón y le solicitamos su ayuda maternal en nuestro camino a su Hijo.

El Inmaculado Corazón de María, nuestra madre, es el camino mas rápido y seguro para llegar a Jesús.

Venerar el Inmaculado Corazón de María es venerar a la mujer que esta llena del Espíritu Santo, llena de gracia, y siempre pura para Dios. Su corazón femenino siempre está lleno de amor por sus hijos. Por eso se representa rodeado de blancas rosas.

Veneramos el corazón que guarda todas las cosas de Dios en su Corazón y que nos ayuda a sanar y consagrar a Dios nuestro propio corazón.

Devoción de los Cinco Primeros Sábados: Es una devoción al Corazón de María. En diciembre de 1925, la Virgen se le apareció a Lucía Martos, una de las tres pastorcitas vidente de Fátima, y le dijo: "Yo prometo asistir a la hora de la muerte, con las gracias necesarias para la salvación, a todos aquellos que en los primeros sábados de cinco meses consecutivos, se confiesen, reciban la Sagrada Comunión, recen la tercera parte del Rosario, con intención de darme reparación". Junto con la devoción a los nueve Primeros Viernes de Mes, ésta es una de las devociones más conocidas.



Entreguémonos al Corazón de María diciéndole: "¡Llévanos a Jesús de tu mano! ¡Llévanos, Reina y Madre, hasta las profundidades de su Corazón adorable! ¡Corazón Inmaculado de María, ruega por nosotros!

María, Madre de Jesús y nuestra, nos señala hoy su Inmaculado Corazón. Un corazón que arde de amor divino, que rodeado de rosas blancas nos muestra su pureza total y que atravesado por una espada nos invita a vivir el sendero del dolor-alegría.

La Fiesta de su Inmaculado Corazón nos remite de manera directa y misteriosa al Sagrado Corazón de Jesús. Y es que en María todo nos dirige a su Hijo. Los Corazones de Jesús y María están maravillosamente unidos en el tiempo y la eternidad...



Dijo el Señor a la Beata María Encarnación: "Pídeme por el Corazón de mi Madre, y alcanzarás lo que deseas".

En estos tiempos es urgente que nos consagremos al Inmaculado Corazón de María para ser defendidos y consolados en todo lo que pueda ocurrir en nuestra vida y en el mundo. La Virgen desde Fátima nos viene pidiendo esta consagración.

NOVENA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA, SEGÚN LAS REVELACIONES DE FÁTIMA

Puede rezarse esta novena en cualquier época del año. Leemos en la vida del santo Cura de Ars: Su gran práctica era recomendar a los fieles y peregrinos de Ars una novena al Corazón de María. Por este medio se obtenían innumerables gracias y favores.

ORACIÓN PREPARATORIA PARA TODOS LOS DÍAS.



¡Oh María, digna Madre de Dios y tierna Madre nuestra, que apareciendo en Fátima, nos habéis mostrado nuevamente en vuestro Corazón un asilo y refugio segurísimo, y en vuestro rosario un arma victoriosa contra el enemigo de nuestras almas, dándonos también rica promesa de paz y vida eterna!

Con el corazón contrito y humillado por mis culpas, pero lleno de confianza en vuestras bondades, vengo a ofreceros esta novena de alabanzas y peticiones.

Recordando, Señora benignísima, las palabras de Jesús en la cruz, "Ahí tienes a tu Madre", os digo con todo afecto: ¡Madre, aquí tenéis a vuestro hijo!

Recibid mi corazón, y ya que es palabra vuestra "Quien me hallare, hallará la vida", dadme que amándoos con amor filial, halle y goce aquí la vida de la gracia y después la vida de la gloria. Amén.

Día 1º

Reinado del Corazón de María

Dijo la Virgen a los pastorcitos de Fátima: "Jesús quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón".

En verdad, ¿puede haber cosa más justa y digna? Oigamos al P. Claret: "¿Habrá quien pregunte por qué veneramos al Corazón de María? ¿Se han meditado bien la excelencia de este Corazón y las perfecciones sobrehumanas y más que angélicas que lo adornan? ¡Oh, con qué alegría contempla el Señor al Corazón de María, al que ninguna mancha desfigura ni afea germen alguno de pasión mala, en el que no existe sobra de defecto que pueda hacerle indigno y cuyas afecciones son todas celestes! O por hablar con más propiedad, ¡con qué satisfacción no se contempla a Sí mismo en aquel espejo fiel en donde se hallan retratados todos los rasgos de su semejanza, borrados en el resto de los hombres!". Y afirma San Bernardino de Siena que "para ensalzar los sentimientos del Corazón Virginal de María no bastan las lenguas de todos los hombres, ni aún las de los ángeles". ¡Tan digno y santo es!

¡Oh alma devota! Dios lo quiere: Dios ha honrado sobremanera al Corazón de María: honra tú también, ama y obsequia cuanto puedas al Corazón amantísimo de tu dulce Madre.

Después de la meditación propia del día pídanse las gracias.

Para alcanzarlas, rezar cinco Avemarías al Corazón de María.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

¡Oh Corazón de María, el más amable y compasivo de los corazones después del de Jesús, Trono de las misericordias divinas en favor de los miserables pecadores! Yo, reconociéndome sumamente necesitado, acudo a Vos en quien el Señor ha puesto el tesoro de sus bondades con plenísima seguridad de ser por Vos socorrido. Vos sois mi refugio, mi amparo, mi esperanza; por esto os digo y os diré en todos mis apuros y peligros:

¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

Cuando la enfermedad me aflija, o me oprima la tristeza, o la espina de la tribulación llague mi alma,

¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

Cuando el mundo, el demonio y mis propias pasiones, coaligados para mi eterna perdición, me persigan con sus tentaciones y quieran hacerme perder el tesoro de la divina gracia,

¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

En la hora de mi muerte, en aquel momento espantoso del que depende mi eternidad, cuando se aumenten las angustias de mi alma y los ataques de mis enemigos,

¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

Y cuando mi alma pecadora se presente ante el tribunal de Jesucristo para rendirle cuenta de toda su vida, venid Vos a defenderla y ampararla, y entonces, ahora y siempre,

¡Oh dulce Corazón de María, sed la salvación mía!

Estas gracias espero alcanzar de Vos, ¡oh Corazón amantísimo de mi Madre!, a fin de que pueda veros y gozar de Dios en vuestra compañía por toda la eternidad en el cielo. Amén.

Día 2º

Desagravio al Corazón de María

La Virgen pidió en Fátima a los tres niños ofrecieran sacrificios en reparación de las ofensas que se infieren a su Inmaculado Corazón. Pidió en particular la comunión reparadora de los primeros sábados.

Lo que sostiene a este mundo pecador es el espíritu de reparación, que llega a su valor más alto en la misa, donde Jesús encabeza las reparaciones y desagravios de la Iglesia toda a su Eterno Padre.

Se ofende a Dios, y se ofende mucho también a su amadísima Madre, cuyo Corazón gime atravesado con la simbólica espada. "Ese vaso de santidad -exclama San Buenaventura- ¿cómo se ha trocado en mar de penalidades?" La Virgen Madre puede responder: "Hijos he criado y exaltado, mas ellos me despreciaron".

¡Penitencia! nos dice María en Fátima como en Lourdes. Sí: Fátima es un pregón de penitencia para esta época en que se niega la gravedad del pecado, se glorifica el sensualismo y se concretan las aspiraciones a gozar de esta vida.

No volver a pecar: esto es lo primero en el verdadero penitente. Y luego, mortificarse y sufrir algo por Dios. Oigamos, pues, el clamor de María: ofrezcamos oraciones, buenas obras y sacrificios en desagravio a su afligido Corazón.

Día 3º

El Corazón de María, iris de paz

El mundo desconoce a Dios; es un impío; y está escrito: "No hay paz para los impíos". Habrá en él mucha inteligencia, mucho brazo, mucha máquina; pero falta corazón. Y por eso falta amor, concordia, paz.

En Fátima aparece y brilla como nunca un Corazón, un Corazón de Madre, capaz de unir los corazones todos y llevarlos a Dios.

"En ese Corazón -dice Ricardo de San Lorenzo- la justicia y la paz se besaron", porque como explica San Bernardo, "maría recibió del mismo Corazón del Eterno Padre en su propio Corazón, al Verbo", que es nuestra paz y reconciliación.

¿Acaso no es oficio propio de la madre aplacar al Padre con los hijos y pacificar a éstos entre sí? Sala de esos armisticios es el corazón de toda madre. El de María es arca noética de donde sale siempre la paloma mensajera de paz, cuyos ramitos de olivo caen y germinan en las tierras ensangrentadas por el odio.

"Abre, pues, oh María -le suplica San Bernardo- la puerta del Corazón a los llorosos hijos de Adán". Ante ese "áureo altar de paz" vengan todos a depositar su ofrenda, reconciliados ya con sus hermanos. Roguemos a la Reina de la paz la dé a los pueblos y familias; pero más, mucho más a los pecadores que están alejados de Dios y tiranizados por el demonio.

Día 4º

El Corazón de María y los pecadores

No una, sino varias veces exhortó la Virgen a los niños de Fátima a orar y sufrir por la conversión de los pecadores, y pidió expresamente el culto a su Corazón como medio de conversiones.

Dicen muchos: "Pequé, y ¿qué de malo me ha sucedido?". No hablarían así, a poca fe y reflexión que tuvieran. Verían que el pecado mortal mata al alma, roba la paz y todos los méritos, enemista con Dios y esclaviza bajo el poder de satanás. El que muere en pecado mortal se condena para siempre. ¡Qué espantosa desgracia!

Una avemaría diaria rezan los archicofrades del Corazón de María por los pecadores. Y María les inspira arrepentimiento, confesión, enmienda, y así les torna la vida, antes insoportable, dulce y feliz. "¡Cuánto no debemos al tesoro de consuelos que encierra el Corazón Inmaculado de María!" exclamaba el P. Faber, convertido por ese Corazón de Madre.

"¡Oh María! -le decía San Alfonso María de Ligorio- si vuestro Corazón llega a tener compasión de mí, no podrá dejar de protegerme".

El Papa en nombre de toda la humanidad pecadora, ora de este modo: "Estamos seguros de obtener misericordia y de recibir gracias, no por nuestros méritos, de los que no presumimos, sino únicamente por la inmensa bondad de vuestro materno Corazón".

Acude tú también a este Trono de misericordia; y pídele la conversión de los pecadores empedernidos.

Día 5º

La Gran Promesa del Corazón de María

Esta promesa será sin duda lo que más perpetúe el nombre de Fátima a través de los siglos y traiga más frutos de salvación. "Prometo -dijo la Virgen- asistir en la hora de muerte con las gracias necesarias para la salvación a los que en cinco primeros sábados de mes seguidos comulguen y recen el rosario meditado".

Ante este alarde de misericordia del Corazón de María, el mundo se ha conmovido. El mismo soberano Pontífice pone al principio de la misa del Corazón de María aquella invitación: "Vayamos con confianza a ese Trono de gracia". Y cada uno de los fieles ganoso de asegurar lo que más importa, el porvenir eterno, tiene cuenta con sus cinco primeros sábados, evita el interrumpirlos, se alegra de coronarlos y se complace en repetirlos.

Es interesante el dato evangélico: Jesús otorgaba sus favores y prodigios preferentemente en sábado. E interrogaba a sus detractores: ¿Es lícito curar en sábado? Su Madre divina parece responder: los sábados son los días de mi predilección a favor de mis devotos en la tierra y en el purgatorio.

¡Oh alma! reza el rosario y comulga en dichos días, con gratitud, con fervor, en espíritu de reparación, y no lo dudes: albergada en ese Corazón, que es, según San Buenaventura, "deliciosísimo paraíso de Dios", pasarás al paraíso eterno.

Día 6º

El Corazón de María y el Rosario

Como en Lourdes, María pide en Fátima el rezo del rosario, y pide lo recemos diariamente, por la paz y por los pecadores, es decir: "por la paz de las armas y por la paz de las almas", según frase del Papa.

¿Necesitaremos más invitaciones para darnos a esta dulcísima y salvadora devoción? Dulcísima, pues como dice San Anselmo de Luca, "debería rebosar célica dulzura nuestra boca al saludar a tan benigna Señora y bendecir el fruto de su vientre, Jesús". Salvadora, pues dice Montfort: "No sé el cómo ni el porqué, pero es una verdad, que para conocer si una persona es de Dios, basta examinar si gusta de rezar el avemaría y el rosario".

Dijo la Virgen al P. Claret: "Quiero que seas el Domingo de Guzmán de estos tiempos". Y él propagó el rosario con celo indecible, transformando los hogares.

Al B. P. Hoyos le declaró la misma Señora: "Hasta ahora ninguno se ha condenado, ni se condenará en adelante que haya sido verdadero devoto de mi rosario".

"¡Reina del Smo. Rosario!": así empieza el Papa la Consagración al Corazón de María, para indicarnos su aprecio al rosario. Alma fiel: el rosario sea para ti un tesoro: rézalo en familia o en particular todos los días de tu vida.

Día 7º

El Corazón de María y la meditación

La Virgen de Fátima prometió el cielo a los que n cinco primeros sábados comulguen y recen el rosario meditando sus misterios.

En la historia del cristianismo, que cuenta 20 siglos, es la primera vez que la Virgen invita al mundo a la práctica de la meditación u oración mental. Sabe muy bien que la irreflexión es la característica de nuestra época, llena de desolación, porque no hay quien medite de corazón.

¿Y quién podrá invitarnos mejor a la meditación que María, que en su Corazón -testigo el Evangelio- guardaba, meditaba y analizaba todas las palabras y acciones de Jesús niño, de Jesús adolescente, de Jesús hombre, y así se santificaba de día en día?

Para Ella sí que las palabras de Jesús eran palabras de vida eterna; y pues el hombre vive de toda palabra que procede de la boca de Dios, de ellas se alimentaba la Virgen como de una verdadera Eucaristía.

Si San Juan Eudes llama al Corazón de María "Libro de la Vida", es porque en las páginas delicadas de su Corazón la Virgen imprimía y releía todo lo que decía y hacía Jesús durante aquellos 30 años, para ser después el archivo divino de la Iglesia naciente.

"Ea, pues, -dice San Juan Crisóstomo- lo que María meditaba en su Corazón, meditémoslo en el nuestro". En los misterios del rosario está la vida de Jesús y de María: quien los medite bien, no pecará jamás.

Día 8º

El Corazón de María y el Papa

En sus apariciones de Fátima la Virgen menciona varias veces con amor al Santo Padre y pide se ore mucho por él.

El Papa es, entre todos los mortales, el primer hijo del Corazón de María, por ser el "Jesús visible", o como decía Santa Catalina de Siena, "el dulce Cristo en la tierra".

El Papa es nuestro Padre. ¡Oh si le tuviéramos aquel amor filial que le profesaba San Juan Bosco, quien por ser fiel a su consigna "con el Papa hasta la muerte", tanto sufrió de los enemigos de la Iglesia, y el P. Claret, que en pleno Concilio Vaticano manifestó que ansiaba derramar toda su sangre en defensa de la infalibilidad pontificia!

Es nuestro Padre amantísimo: hemos de profesarle amor, respeto y obediencia; no consentir jamás se le ataque y persiga; rogar para que el Corazón de María lo ilumine y guarde de todo peligro, lo haga feliz en la tierra y lo corone de gloria en el cielo.

Día 9º

Consagración al Corazón de María

El Papa Pío XII, en el 25 aniversario de las apariciones de Fátima, consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María, secundando de lleno la petición de la aparecida Señora. Y a tono con él, innumerables Prelados le han consagrado sus diócesis, provincias y naciones.

Apareció el foco de la benignidad de la Salvadora del mundo y éste lo ha saludado con transportes de júbilo. De ese foco de amor maternal no habrá ya quien se esconda.

"Os tengo en mi Corazón", puede decirnos María, mejor que San Pablo a los filipenses. En esa arca de salvación nos ha refugiado a todos el Papa, por salvarnos del diluvio de males y vicios. ¿Cuándo? Cuando dijo solemnemente: "A vuestro Corazón Inmaculado nos confiamos y nos consagramos, no sólo en unión con la Santa Iglesia... sino también con todo el mundo".

Ahora nos toca a nosotros, a cada uno de nosotros repetir la consagración y vivir de acuerdo con ella llevando una conducta digna de hijos del Corazón de María, una vida de pureza, de oración, de mansedumbre, de caridad, de paciencia, de mortificación, virtudes que nos harán semejantes a nuestra Madre y fieles discípulos de Jesús, nuestro adorable Redentor, y nos otorgarán derecho a la eterna bienaventuranza.

20 jun 2011

EL CUERPO Y LA SANGRE DE CRISTO ( JUEVES SIGUIENTE DE LA SANTISIMA TRINIDAD )


Solemnidad,
Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo
Jueves*, después de la Solemnidad Santísima Trinidad
*(Donde esta solemnidad no es precepto, se celebra
el domingo después de la Solemnidad de la Santísima Trinidad)



«Mi carne es verdadera comida,
y mi Sangre verdadera bebida;
el que come mi Carne, y bebe mi Sangre,
en Mí mora, y Yo en él.»
(Jn 6, 56-57)

Esta fiesta se comenzó a celebrar en Lieja en 1246, siendo extendida a toda la Iglesia occidental por el Papa Urbano IV en 1264, teniendo como finalidad proclamar la fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía. Presencia permanente y substancial más allá de la celebración de la Misa y que es digna de ser adorada en la exposición solemne y en las procesiones con el Santísimo Sacramento que entonces comenzaron a celebrarse y que han llegado a ser verdaderos monumentos de la piedad católica. Ocurre, como en la solemnidad de la Trinidad, que lo que se celebra todos los días tiene una ocasión exclusiva para profundizar en lo que se hace con otros motivos. Este es el día de la eucaristía en sí misma, ocasión para creer y adorar, pero también para conocer mejor la riqueza de este misterio a partir de las oraciones y de los textos bíblicos asignados en los tres ciclos de las lecturas.

El Espíritu Santo después del dogma de la Trinidad nos recuerda el de la Encarnación, haciéndonos festejar con la Iglesia al Sacramento por excelencia, que, sintetizando la vida toda del Salvador, tributa a Dios gloria infinita, y aplica a las almas, en todos los tiempos, los frutos extraordinarios de la Redención. Si Jesucristo en la cruz nos salvó, al instituir la Eucaristía la víspera de su muerte, quiso en ella dejarnos un vivo recuerdo de la Pasión. El altar viene siendo como la prolongación del Calvario, y la misa anuncia la muerte del Señor. Porque en efecto, allí está Jesús como una víctima, pues las palabras de la doble consagración nos dicen que primero se convierte el pan en Cuerpo de Cristo, y luego el vino en Su Sangre, de manera que, ofrece a su Padre, en unión con sus sacerdotes, la sangre vertida y el cuerpo clavado en la Cruz.

La Hostia santa se convierte en «trigo que nutre nuestras almas». Como Cristo al ser hecho Hijo de recibió la vida eterna del Padre, los cristianos participan de Su eterna vida uniéndose a Jesús en el Sacramento, que es el símbolo más sublime, real y concreto de la unidad con la Víctima del Calvario.

Esta posesión anticipada de la vida divina acá en la tierra por medio de la Eucaristía, es prenda y comienzo de aquella otra de que plenamente disfrutaremos en el Cielo, porque «el Pan mismo de los ángeles, que ahora comemos bajo los sagrados velos, lo conmemoraremos después en el Cielo ya sin velos» (Concilio de Trento).

Veamos en la Santa Misa el centro de todo culto de la Iglesia a la Eucaristía, y en la Comunión el medio establecido por Jesús mismo, para que con mayor plenitud participemos de ese divino Sacrificio; y así, nuestra devoción al Cuerpo y Sangre del Salvador nos alcanzará los frutos perennes de su Redención.


Secuencia

Alaba, alma mía, a tu Salvador; alaba a tu guía y Pastor con himnos y cánticos.

Pregona su gloria cuanto puedas, porque Él está sobre toda alabanza, y jamás podrás alabarle lo bastante.

El tema especial de nuestros loores es hoy el Pan vivo y que da Vida.

El cual no dudamos fue dado en la mesa de la Sagrada Cena a los doce Apóstoles.

Sea, pues, llena, sea sonora, sea alegre, sea pura la alabanza de nuestra alma.

Porque celebramos solemnemente el día en que este divino Banquete fue instituído.

En esta mesa del nuevo Rey, la Pascua nueva de la Nueva Ley pone fin a la Pascua antigua.

Instruídos, con sus santos mandatos, consagramos el pan y el vino, que se convierten en Hostia de salvación.

Es dogma para los cristianos, que el pan se convierte en carne, y el vino en sangre.

Lo que no comprendes y no ves, una fe viva lo atestigua, fuera de todo el orden de la naturaleza.

Bajo diversas especies, que son accidente y no sustancia, están ocultos los dones más preciados.

Su Carne es alimento y Su Sangre bebida; mas todo entero está bajo cada especie.

Se recibe íntegro, sin que se le quebrante ni divida; recíbese todo entero.

Recíbelo uno, recíbenlo mil; y aquél le toma tanto como éstos, pues no se consume al ser tomado.

Recíbenlo los buenos y los malos; pero con desigual resultado, pues sirve a unos de vida y a otros de condenación y muerte.

Es muerte para los malos, y vida para los buenos; mira cómo un mismo alimento produce efectos tan diversos.

Cuando se divide el Sacramento, no vaciles, sino recuerda que Jesucristo tan entero está en cada parte como antes en el todo.

Ninguna partición hay en la sustancia, tan sólo hay partición de los accidentes, sin que se disminuya ni el estado, ni la estatura del que está representado.

He aquí el Pan de los Ángeles, hecho alimento de viandantes; es verdaderamente el Pan de los hijos, que no debe ser echado a los perros.

Estuvo ya representado por las figuras de la antigua Ley, en la inmolación de Isaac, en el sacrificio del Cordero Pascual, y en el Maná dado a nuestros padres.

Buen Pastor, Pan verdadero, ¡oh Jesús! apiádate de nosotros. Apaciéntanos y protégenos; haz que veamos los bienes en la tierra de los vivientes.

Tú, que todo los sabes y puedes, que nos apacientas aquí cuando somos aún mortales, haznos allí tus comensales, coherederos y compañeros de los santos ciudadanos del Cielo. Amén. Aleluya.


Procesión del Corpus Christi
Las procesiones son a modo de públicas manifestaciones de fe; y por eso la Iglesia las fomenta y favorece hasta con indulgencias. Pero la más solemne de todas las procesiones es la de Corpus Christi. En ella se cantan himnos sagrados y eucarísticos de Santo Tomás de Aquino, el Doctor Angélico y de la Eucaristía. Algunos de los himnos utilizados tradicionalmente son:
Pange lengua; Sacris solemniis; Verbum supérnum; Te Deum, al terminar la procesión; y, Tantum ergo, al volver de la procesión, en torno del altar para finalizar.

La fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo se celebra el jueves siguiente a la fiesta de la Santísima Trinidad, dentro del tiempo ordinario. Surgió para afirmar la presencia real de Jesús en la Eucaristía en contra de graves errores de algunas personas, que negaban tal presencia y luego fue extendida a toda la Iglesia por el papa Urbano IV en 1264.
Al principio se llamaba Corpus Christi, más tarde se llamó también "fiesta de la Eucaristía". Aunque sea jueves, es un día de precepto, es decir, los católicos debemos de ir a Misa, para cumplir con el tercer mandamiento de la Ley de Dios.
Esta solemnidad no sólo nos invita a adorar la presencia sacramental de Jesús en el Sagrario, sino que nos lleva a reflexionar sobre el valor de la celebración eucarística o Misa, y a vivir de acuerdo con la doctrina de Cristo y su acción salvadora.
Historia de un milagro
La Edad Media fue un período difícil y vergonzoso para nuestra Iglesia. El Señor permitió que sufriera corrupción y herejías. Las herejías eran expuestas por figuras fuertes dentro de la misma Iglesia, una de las más graves fue la duda que se sembró en cuanto a la presencia real de Cristo en la Eucaristía, ocasionando grandes confusiones y problemas de fe para muchos.
Sin embargo, el Señor balanceó la oscuridad con la luz y el resplandor de grandes hombres, como, San Francisco de Asís, Santo Domingo, San Antonio de Padua, Santo Tomás de Aquino, gran defensor de la Eucaristía; el Papa Urbano IV, que instituyó la fiesta de Corpus Christi y… el Milagro Eucarístico de Bolsena, relacionado con un sacerdote llamado Pedro de Praga.
En 1263, Pedro de Praga apareció y no se sabe de donde y después de que ocurrió el milagro, desapareció y nunca más se supo de él. El Padre de Praga era un buen hombre, de grandes virtudes, pero a causa de las corrientes ideológicas que se desataron entonces, estaba teniendo grandes dudas sobre la presencia física de Jesús en la Eucaristía. Él viajaba en una Peregrinación hacia Roma, porque creía que orando en la tumba de San Pedro, el de la fe inquebrantable (Sn.Lc.22,32-); y en la tumba de uno de los grandes orígenes de fortaleza de nuestra Iglesia, San Pablo, estaría lleno de la fe que él necesitaba para permanecer en su ministerio.
En su camino hacia Roma, paró una noche en la pequeña ciudad de Bolsena, como a 70 millas al norte de Roma. Se quedó en la Iglesia de Santa Cristina, una santa heroína de los primeros tiempos de la Iglesia; milagroso altar de la santa. El Padre Pedro pidió celebrar Misa en ese altar, estaba buscando toda la ayuda que pudiera encontrar; solamente conocía una manera: pedir. Él tenía fe, pero no lo sabía. No pedía ayuda fuera de la Iglesia, no le pedía ayuda a los hombres. Él sabía que la única forma en que él podía recobrar su fe y hacerse santo era a través de Nuestro Señor Jesús, por lo tanto la siguiente mañana hizo la única cosa que sabía hacer. Fue al altar de Santa Cristina a celebrar la Santa Misa.
Como era su costumbre, oró antes de la Misa por la gracia que necesitaba: la Fe. Oró con mucho fervor a Dios. Su oración fue la misma: suplicaba por la fe para creer sin ninguna duda que el regalo que se nos había dado en la Última Cena, que se le había dado a él el día de su ordenación, era realmente el cuerpo de Cristo. Comenzó a celebrar la Misa como de costumbre y, en el momento de la Consagración, elevó la hostia muy alto sobre su cabeza, y dijo las palabras que mandó Jesús. Cuando pronunció: "ESTO ES MI CUERPO", el pan sin levadura se convirtió en carne, y empezó a sangrar profusamente, la sangre cayó sobre el Corporal. El sacerdote, asustado, y no sabiendo exactamente que hacer, envolvió la hostia en el Corporal, dobló el Corporal, y lo dejó en el altar. Cuando se iba, gotas de sangre cayeron en el piso de mármol enfrente del altar.
El Padre Pedro inmediatamente fue a decir lo que había sucedido al Papa Urbano IV, que en ese tiempo estaba en Orvieto, a poca distancia de Bolsena. El Papa mandó a un Obispo al lugar para que hablara con el sacerdote de la Iglesia y poder verificar lo que el Padre Pedro le había dicho y para traer a Orvieto la Hostia Sagrada y el Corporal. Cuando el Papa Urbano IV vio aquel milagro, llamado "El Milagro Eucarístico", se arrodilló al ver al Señor convertido ante él, en forma física, en el corporal sagrado.
Recibió el Corporal Milagroso del Obispo, fue al balcón del Palacio Papal, lo elevó reverentemente y se lo mostró a las personas de la ciudad; proclamando que el Señor realmente había visitado su pueblo, declaró que el Milagro Eucarístico de Bolsena realmente había disipado las herejías que habían estado extendiendo sin ton ni son por Europa.
Durante el año siguiente el Papa Urbano IV se ocupó casi exclusivamente en la labor de escribir la Bula Papal, Transiturus, la cual fue publicada el 11 de Agosto de 1264. Con esa Bula Papal instituyó la Fiesta de Corpus Christi en honor del Santísimo Sacramento, la Eucaristía. .


¿eucaristía o misa?
La palabra "Eucaristía" es de origen griego "Eukharistia", significa "acción de gracias". Recuerda las bendiciones que proclaman las obras de Dios: la creación, la liberación, la redención y la santificación.
(cf. Lc 22,19; 1Co 11,24; Mt 26,26; Mc 14,22).
"Eucaristía" o "Celebración Eucarística" es el nombre exacto de lo que llamamos "Misa", lo más importante de esta celebración, es que se vuelve a realizar cada vez el milagro de Cristo: el Espíritu Santo convierte el pan en su Cuerpo y el vino en su Sangre. Además, en cada Misa, se actualiza el sacrificio de Jesús y se repite el milagro del Cuerpo y la Sangre de Cristo, aunque una vez al año celebremos de manera más solemne este gran misterio.

Presencia real de Cristo
"Cuando Jesús instituyó la Eucaristía, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio a los discípulos diciendo: "Tomen, coman; esto es mi cuerpo" (Mt 26,26 y similares). "Esto (el pan) es mi cuerpo" (la persona de Jesús). Lo mismo hizo con el vino, afirmando "Esta es mi Sangre". Sus palabras no dejan lugar a dudas. No es una comparación: "es como mi cuerpo o, como si fuera mi sangre" Es una afirmación real: "esto es mi Cuerpo y esta es mi Sangre."
La Iglesia, desde sus inicios, ha afirmado siempre esta presencia singular de Jesús, y la ha definido como misterio de fe. La presencia real de Jesucristo en la Eucaristía no es objeto de estudio científico, ya que no puede ser percibida por los sentidos. El pan y el vino pierden en la Eucaristía su sentido natural como alimento corporal y reciben un nuevo ser y un nuevo sentido. Son signos reales de la presencia real y de la entrega personal de Jesucristo. En los signos sensibles de pan y de vino, se hace presente realmente Jesucristo, que se entrega por nosotros.




Valor de la eucaristía
"En cada Misa, se actualiza el Sacrificio de Cristo, con el que Dios sella la Nueva Alianza con la humanidad entera. Sabemos que la Eucaristía es un sacrificio por las palabras de Jesús: "Esta es mi sangre, la sangre de la alianza que se derrama por todos para el perdón de los pecados" (Mt 26,28).
Se recuerda con esta frase lo que relata el Éxodo, cuando Moisés rocía sangre del sacrificio del Sinaí sobre el pueblo, diciendo: "esta es la sangre de la Alianza que el Señor hace con vosotros" (Ex 24,8).
Cuando la Iglesia celebra la Eucaristía, -por encargo de Jesús "hagan esto en memoria mía" (Lc 22,19)- actualiza el sacrificio único de Jesucristo. Por la palabra y los signos eucarísticos, se hace presente el sacrificio de la cruz, y además, toda la obra salvadora de Jesucristo.
La Eucaristía es fuente y cima de toda la vida cristiana. Los demás sacramentos y todos los ministerios de la Iglesia y obras de apostolado, están unidos a la Eucaristía y a ella se ordenan. En la Eucaristía está todo el bien espiritual de la Iglesia, es decir, Cristo mismo.



Comunidad cristiana = comunidad eucarística
Desde sus inicios la comunidad cristiana acostumbra reunirse para "partir el pan", es decir para participar de la Celebración Eucarística.
"Eran constantes en escuchar las enseñanzas de los apóstoles y en la comunidad de vida, en el partir el pan y en las oraciones. Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y señales que los apóstoles realizaban. Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común: vendían posesiones y bienes y repartían entre todos según la necesidad de cada uno. A diario frecuentaban el templo en grupo; partían el pan en las casas y comían juntos alabando a Dios con alegría y de todo corazón, siendo bien vistos por todo el pueblo; y día tras día el Señor iba agregando al grupo a los que se iban salvando"
(Hch 2,42-47)
Este texto nos muestra cómo la celebración eucarística se había integrado en la vida de la comunidad, estableciendo con ella una estrecha relación. La celebración lleva a la vida y la vida, en la que todo se comparte, se celebra y cobra sentido en el gesto de "partir el pan".
La comunidad cristiana es eucarística porque comparte un mismo pan y porque comparte sentimientos y bienes entre los hermanos. A esto se siente conducida por el hecho de comer de un mismo pan: Cristo, asimilado, unifica a todos los miembros hasta el punto de que "todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie consideraba suyo nada de lo que tenía" (Hch 4,32).
Para los cristianos, compartir el pan es participar y estar en el cuerpo de Cristo (Cf. 1Co 10,16-17).
La Eucaristía habla del hecho y la experiencia de lo que es "el cuerpo de Cristo", la puesta en práctica del amor mutuo expresado en el servicio y en la disponibilidad hacia los demás.
Es por eso que San Pablo, en varias ocasiones, recrimina a la comunidad por sus divisiones y diferencias que invalidan la Cena del Señor (Cf. 1Co 11,17-34). Con su advertencia les viene a decir que no basta con hacer el rito de partir el pan, sino que es preciso vivir en la unidad y solidaridad que el gesto eucarístico significa.



¿Para qué voy a Misa?
Participar en la Eucaristía, no es como ir a ver un espectáculo, sino unirse al culto más grande que el hombre pueda realizar, porque no es el ofrecimiento de oraciones u obras buenas lo que se hace, sino el mismo ofrecimiento de Cristo, al cual el hombre se une mediante la aceptación de la Palabra de Dios, el ofrecimiento de sí mismo, y la recepción del Cuerpo y la Sangre del Señor.
No es suficiente con estar en Misa físicamente, es necesario participar activamente en ella, desde el inicio, hasta el final; interesarse por las lecturas y compartir las oraciones y los cantos, todo esto nos dispone a lo más importante: la comunión. Para "unirse en común" con Cristo y los cristianos, sólo así se forma lo que llamamos una "comunidad".
La comunidad cristiana es, desde sus inicios, una comunidad eucarística, su vida y crecimiento depende de la participación en este sacramento. No se puede ser cristiano - católico, sin asistir a Misa y frecuentar el sacramento de la Eucaristía, al menos una vez por semana (cada domingo); privarse de este vital alimento es para el espíritu, como dejar de comer para el cuerpo.

Esta fiesta se comenzó a celebrar en Lieja en 1246, siendo extendida a toda la Iglesia occidental por el Papa Urbano IV en 1264, teniendo como finalidad proclamar la fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Presencia permanente y substancial más allá de la celebración de la Misa y que es digna de ser adorada en la exposición solemne y en las procesiones con el Santísimo Sacramento que entonces comenzaron a celebrarse y que han llegado a ser verdaderos monumentos de la piedad católica. Ocurre, como en la solemnidad de la Trinidad, que lo que se celebra todos los días tiene una ocasión exclusiva para profundizar en lo que se hace con otros motivos. Este es el día de a Eucaristía en sí misma, ocasión para creer y adorar, pero también para conocer mejor la riqueza de este misterio a partir de las oraciones y de los textos bíblicos distribuidos en los tres ciclos de lecturas.

En el ciclo A se trata del sacramento del pan, prefigurado en el maná del desierto, alimento providencial para el camino; pan eucarístico único sobre todos los altares, que nos hace formar un solo cuerpo en Cristo; pan que es presentado por Cristo en el Evangelio con su misma carne para la vida del mundo.

En el ciclo B confiesa el valor redentor de la Sangre de Cristo, sangre de la nueva alianza que supera y hace ya inútil la sangre de los sacrificios que sellaron la antigua alianza en tiempos de Moisés. La Carta a los Hebreos expone definitivamente la fe cristiana en el sacrificio expiatorio y liberador de Cristo, sacerdote y víctima eternos por medio de su propia sangre.

En el ciclo C prevalece la idea de la Eucaristía o banquete mesiánico y de acción de gracias, memorial de la muerte de Cristo por su propia institución en la Última Cena, compartiendo el pan y el vino que ya fueron designados como sacrificio incruento por medio de Melquisedec en el A.T. Banquete que Cristo preside y distribuye por medio de los apóstoles y sus sucesores en la actualidad, como lo anunció de forma concreta en la multiplicación de los panes.



14 jun 2011

NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SUMO Y ETERNO SACERDOTE ( JUEVES SIGUIENTE AL PENTECOSTES )


"Os he llamado amigos, porque os he manifestado todo lo que he oído a mi Padre. No me habéis elegido vosotros a mí, soy yo quien os he elegido y os he destinado a que os pongáis en camino y deis fruto, y un fruto que dure" (Jn 15,15).

Jesús entrega su amistad y pide la nuestra. Ha dejado de ser el Maestro para convertirse en amigo. Escuchad como dice: Vosotros sois mis amigos... No os llamo siervos, os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer…En aras de esa amistad, que es entrañable, que es verdadera y ardorosa, desea atajar a los que aún pudieran no hacerle caso. "No sois vosotros -les dice- los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido".

Es un compañero deseoso de salvar, de alegrar y de llenar de amor, de gozo y de paz a sus amigos. "Os he hablado para que mi alegría esté en vosotros y vuestra alegría llegue a plenitud". El Maestro está con los brazos abiertos de la amistad tendidos hacia nosotros. Y con la alegría como promesa y como ofrenda. Nunca se ha visto un Dios igual. Camina ahora mismo y por cualquier calle. Por la acera de tu casa, seguro. Y está diciendo que es amigo tuyo, que te quiere igual que a su Padre y que desea llenarte de alegría. Lo va repitiendo al paso, según se acerca a tu puerta (ARL BREMEN).


DIOS CREA PORQUE AMA

Por lo mismo que Dios ama, creó el mundo: ¡Cuánta maravilla, cuánta grandeza, que fascinadora belleza!:

"¡Oh montes y espesuras,
plantados por la mano del Amado!,
¡oh, prado de verduras
de flores esmaltado!,
decid si por vosotros ha pasado",

cantó el insuperable poeta del amor, San Juan de la Cruz.

Creó los hombres. Los hombres desobedecieron y pecaron. (Gén 3,9). El pecado es un desequilibrio, un desorden, como un ojo monstruoso fuera de su órbita, como un hueso desplazado de su sitio, en busca del placer, de la satisfacción del egoísmo, del sometimiento a su soberbia, como si el sol se saliera de su ruta, buscando su independencia. Frustraron el camino y la meta de la felicidad. De ahí nace la necesidad de la expiación, del sufrimiento, del dolor, por amor, para restablecer el equilibrio y el orden. Dios envía a una Persona divina, su Hijo, a "aplastar la cabeza de la serpiente", haciéndose hombre para que ame como Dios, hasta la muerte de cruz, con el Corazón abierto.


EL SIERVO DE YAHVÉ

Ese Hombre Dios, el Siervo de Yahvé, que, "desfigurado no parecía hombre, como raíz en tierra árida, si figura, sin belleza, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, considerado leproso, herido de Dios y humillado, traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes, como cordero llevado al matadero" Isaías 52,13, inicia la redención de los hombres, sus hermanos. El es la Cabeza, a la cual quiere unir a todos los hombres, que convertidos en sacerdotes, darán gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu, e incorporados a la Cabeza, serán corredentores con El de toda la humanidad. El Padre, cuya voluntad ha venido a cumplir, lo ha constituido Pontífice de la Alianza Nueva y eterna por la unción del Espíritu Santo, y determinando, en su designio salvífico, perpetuar en la Iglesia su único sacerdocio. Para eso, antes de morir, ha elegido a unos hombres para que, en virtud del sacerdocio ministerial, bauticen, proclamen su palabra, perdonen los pecados y renueven su propio sacrificio, en beneficio y servicio de sus hermanos.

"Él no sólo ha conferido el honor del sacerdocio real a todo su pueblo santo, sino también, con amor de hermano, ha elegido a hombres de este pueblo, para que, por la imposición de las manos, participen de su sagrada misión. Ellos renuevan en su nombre el sacrificio de la redención, y preparan a sus hijos el banquete pascual, donde el pueblo santo se reúne en su amor, se alimenta con su palabra y se fortalece con sus sacramentos. Sus sacerdotes, al entregar su vida por él y por la salvación de los hermanos, van configurándose a Cristo, y así dan testimonio constante de fidelidad y amor" (Prefacio).

Por eso, si los cristianos debemos tomar nuestra cruz, los sacerdotes, más, por más configurados con Cristo, con sus mismos poderes. Los sacerdotes de la Antigua Alianza sacrificaban en el altar animales, pero no se sacrificaban ellos. Los sacerdotes nos hemos de inmolar porque Cristo se inmoló a sí mismo. Hemos de ser como él, sacerdotes y víctimas, porque nuestro sacerdocio es el suyo.

Una idea infantil del cristiano, que se acomoda al mundo, una mentalidad inmadura del sacerdote, lo hace un funcionario. De ahí surgen consecuencias de carrierismo, al estilo del mundo, excelencias, trajes de colores, que obnubilan el sentido sustancial del sacerdote-víctima, que conducen a la esterilidad, y contradicen la misión: "para que os pongáis en camino y deis fruto que dure". El fruto que dura es el de la conversión, la santidad, que permanecerá eternamente. Os he puesto en la corriente de la gracia, os planté para que vayáis voluntariamente y con las obras deis fruto. Y precisa cuál sea el fruto que deban dar: "Y vuestro fruto dure". Todo lo que trabajamos por este mundo apenas dura hasta la muerte, pues la muerte, interponiéndose, corta el fruto de nuestro trabajo. Pero lo que se hace por la vida eterna perdura aun después de la muerte, y entonces comienza a aparecer, cuando desaparece el fruto de las obras de la carne. Principia, pues, la retribución sobrenatural donde termina la natural. Por tanto, quien ya tiene conocimiento de lo eterno tenga en su alma por viles las ganancias temporales. Así pues, demos tales frutos que perduren, produzcamos frutos tales que cuando la muerte acabe con todo, ellos comiencen con la muerte, pues después que pasan por la muerte es cuando los amigos de Dios encuentran la herencia (San Gregorio Magno).


EL SERVICIO, NO EL PODER

Después de la "conversión" de Constantino, el clero eclesiástico hizo su entrada en este mundo, corrió serio peligro de perder su propia naturaleza, que no consiste en el poder, sino en el servicio. Además, entró en competencia con el poder secular al aparecen la escena de la historia política. Este encuentro y confrontación con la jerarquía civil condujo no sólo a una ampliación político-social de las tareas apostólicas, sino que también oscureció el aspecto colegial del servicio de la Iglesia. Ha dicho el Cardenal Lustiger, arzobispo de París: "Ya se que Napoleón identificó al obispo con los prefectos y con los generales, pero yo me había sensibilizado mucho contra la Iglesia como sistema de promoción y de poder, y determiné que nunca me metería en situaciones que favorecieran la promoción".


EL ORDEN SACRAMENTAL Y LA DIGNIDAD

En el curso del siglo XI comienza la teología medieval a distinguir claramente, en la elaboración del tratado de sacramentos, entre el Orden y la dignidad, y puso de relieve la sacramentalidad del Orden de la Iglesia. A partir de entonces se designa esencialmente como Orden el sacramento que confiere el poder de celebrar la eucaristía.

Aunque el lenguaje de la Curia romana imprimió su sello a la tradición cristiana, la ordenación no fue considerada nunca como un simple acceso a una dignidad y como transmisión de unos poderes jurídicos y litúrgicos, pues siempre se confirió mediante un rito, Porque la ordenación es un acto sacramental que transmite una gracia de santificación; los llamados son tomados del mundo y consagrados al servicio de Dios, son separados para atender a su misión especial. El obispo, el sacerdote, el diácono no tienen de suyo nada del sacerdote romano, que era un funcionario del culto público, poseía cierto rango y tenía que realizar determinados actos. El "sacerdocio" cristiano pertenece a otro orden; no es primariamente "religioso" ni cultual, sino carismático; es el ordo de los que han recibido el espíritu y, en virtud de su orden, están habilitados para continuar la obra de los apóstoles. Las jerarquías del ministerio aparecen en los escritos de los Padres de la Iglesia, no tanto como títulos que conceden ciertos derechos, sino más bien como tareas que ciertos hombres llamados a edificar el cuerpo de Cristo toman sobre sí, a veces incluso contra su propia voluntad.


DIMENSION ESENCIAL

El Orden sacramental es una dimensión esencial para la Iglesia, y por eso fue incluido entre los sacramentos. Si se quiere comprender el sentido y la función de este "sacramento" particular en lugar de atribuir el sacerdocio cristiano y toda la jerarquía de la Iglesia a un único acto de institución, como hizo el Concilio de Trento, parece que está más en consonancia con la Sagrada Escritura y la realidad de las cosas partir de la Iglesia como "sacramento original". De esta forma no nos exponemos al peligro de separar el orden de la Iglesia histórica para colocarlo en cierto modo por encima de ella, pues es un sacramento esencial para la existencia de la Iglesia y en el que ésta se actualiza.


DISTINTOS GRADOS

El desdoblamiento del ordo en varios grados y la introducción de diversas ordenaciones están tan relacionados con la historia de la Iglesia como con la Escritura. Son producto de un desarrollo, y, en definitiva, la cuestión de si se ha de hablar de un único sacramento del orden o de si el episcopado y el presbiterado constituyen sacramentos diversos es más una cuestión terminológica y teológica que dogmática. Las funciones del obispo y las del sacerdote, las funciones del sacerdote y las del diácono, no están delimitadas entre sí de forma absoluta; las funciones respectivas son asignadas por el derecho, pero este derecho no es un todo inmutable. La validez de las ordenaciones depende de la actuación de la Iglesia tomada en su totalidad, y no del acto sacramental considerado aisladamente. La validez o no validez de una ordenación no es algo que se pueda determinar tomando como base el rito, con independencia del marco general de la misma.


DESARROLLO

La estructura del ministerio eclesial se puede considerar, igual que el canon de la Escritura y el número septenario de los sacramentos, como el resultado de un desarrollo. Desarrollo que se produjo todavía en tiempo de los apóstoles; por eso ha conservado en la tradición de la Iglesia el carácter de algo que existe por necesidad jurídica. En la Iglesia tendrá que haber siempre un "ministerio para velar", un "presbiterado" y una "diaconía". Sin embargo, las expresiones concretas de esta estructura esencial pueden cambiar con el tiempo y de hecho han cambiado; más aún, tienen que cambiar por razón del carácter forzosamente limitado de las diversas expresiones históricas del ministerio y de la obligación que éste tiene de asemejarse constantemente a su modelo, Cristo.

Lo mismo que Dios concedió el espíritu de profecía a los setenta ancianos que había llamado Moisés a participar con él en el gobierno del pueblo, así también comunica a los sacerdotes el Espíritu Santo para que se asocien al ministerio de los obispos. El presbítero colabora con el obispo en la totalidad de sus funciones de gobierno de la Iglesia. Las funciones del presbítero tienen una íntima conexión con el ofrecimiento de la eucaristía. Por eso la función del presbítero en la Iglesia ha de entenderse partiendo de la Cena y de las palabras de Cristo, que mandó a los apóstoles hacer "en memoria de él lo mismo que él había hecho" (1 Cor 11). Por eso defendió el Concilio de Trento este aspecto básico del ministerio sacerdotal. Y el Concilio Vaticano II añade: "Los presbíteros ejercitan su oficio sagrado sobre todo en el culto eucarístico o comunión, en donde, representando la persona de Cristo, el sacerdote es al mismo tiempo presidente de la celebración eucarística, él ofrece el sacrificio in nómine Ecclesiae o, en persona Ecclesiae y consagrante, sacrificador, y como tal ya no actúa meramente in persona Ecclesiae, sino in persona Christi y proclamando su misterio, unen las oraciones de los fieles al sacrificio de su Cabeza, Cristo, representando y aplicando en el sacrificio de la misa, hasta la venida del Señor (1 Cor 11,26), el único sacrificio del Nuevo Testamento, a saber: el de Cristo, que se ofrece a sí mismo al Padre como hostia inmaculada (Heb 9,11-28)".


EL MISTERIO DE CRISTO

El sacerdote nos introduce en la memoria del Señor, no sólo en su pascua, sino en el misterio de toda su obra, desde su bautismo hasta su pascua en la cruz. El exhorta a la asamblea de los creyentes a vivir en sintonía con el sacrificio de la cruz, que ésta vuelve a vivir en el presente en espera de su consumación definitiva. Por eso el ministerio del sacerdote no se puede limitar a la celebración de un rito; compromete toda la vida y se desarrolla de acuerdo con todo el orden sacramental.

Pero no sería fiel a la tradición quien pretendiera defender que las funciones del sacerdote son de naturaleza estrictamente sacramental y cultual. También es función del sacerdote proclamar la palabra de Dios. La misma Cena, en la que el Señor llama a su sangre "sangre de la alianza", lo pone de manifiesto, pues no hay ningún rito de alianza sin una proclamación de la palabra de Dios a los hombres. El acontecimiento de la alianza es al mismo tiempo acción y palabra. Esta relación aparece todavía más clara cuando se parte de la base de que eucaristía (1 Cor 11,24) no significa tanto una "acción de gracias" en el sentido actual de esta expresión, cuanto una clara y gozosa proclamación de las "maravillas de Dios", de sus hechos salvíficos.

Cuando Jesús declara: "Cada vez que coméis de ese pan y bebéis de esa copa proclamáis la muerte del Señor, hasta que él vuelva" (1 Cor 11,26), su acto de bendición ritual tiene también el sentido de una proclamación de la palabra de Dios. El ministerio de ofrecer la eucaristía ratifica y complementa simplemente una proclamación de la palabra, que va desde el kerigma inicial hasta la catequesis y la misma celebración litúrgica. Predicar, bautizar y celebrar la eucaristía son las funciones esenciales del sacerdote. Sin embargo, dentro del presbiterio dichas funciones pueden estar distribuidas distintamente, según que unos se dediquen más a tareas misioneras y otros a la acción pastoral dentro de la comunidad reunida (Mysterium Salutis). Predicar y enseñar, de otra manera, ¿cómo podrán hacer y administrar los sacramentos con provecho y eficacia salvadores?


ESCASO APRECIO

El sacerdocio hoy está bastante desvalorizado. Las cosas poco prácticas no se cotizan. Esta generación consumista sólo tiene ojos para sus intereses. Ha perdido el sentido de la gratuidad. Un beso y una sonrisa no sirven para nada, pero los necesitamos mucho. Un jardín no es un negocio, pero necesitamos su belleza. Cultivar patatas y cebollas es más productivo, pero los rosales y las azucenas son necesarios.


El sacerdote sirve. Siempre está sirviendo. Es necesario como la escoba para que esté limpia la casa. Pero a nadie se le ocurre poner la escoba en la vitrina.


El sacerdote perdona los pecados, es instrumento de la misericordia de Dios. En un mundo lleno de rencores y envidias, el sacerdote es portador del perdón. Está siempre dispuesto a recibir confidencias, descargar conciencias, aliviar desequilibrios, a sembrar confianza y paz.


El sacerdote ilumina. Cuando nos movemos a ras de tierra, nos señala el cielo. Cuando nos quedamos en la superficie de las cosas, nos descubre a Dios en el fondo.


El sacerdote intercede. Amansa a Dios, le hace propicio, le da gracias, da a Dios el culto debido. Impetra sus dones.


El sacerdote ama. Ha reservado su corazón para ser para todos. El sacerdote es antorcha que sólo tiene sentido cuando arde e ilumina.


El sacerdote hace presente a Cristo. En los sacramentos y en su vida. Es el alma del mundo. Donde falta Dios y su Espíritu él es la sal y la vida. No hace cosas sino santos. Todos hemos de ser santos, pero sin sacerdotes difícilmente lo seremos. Es grano de trigo que si muere da mucho fruto. Nada hay en la Iglesia mejor que un sacerdote. Sí lo hay: dos sacerdotes. Por eso hemos de pedir al Señor de la mies que envíe trabajadores a su mies (Mt 9,38).


LA ELECCIÓN

"No me habéis elegido vosotros a mí, os he elegido yo a vosotros". La elección indica siempre predilección. Si voy a un jardín, miro y remiro: tallo, capullo, color, aguante...Elijo, corto y me la llevo. Pero sé que yo no podré ni cambiar el color, ni darles más resistencia, ni aumentarles la belleza.

Cuando Dios elige, elige a través de su Verbo: "Por El fueron creadas todas las cosas". Cuando un joven elige a su novia, es él quien elige. Si eligiesen sus padres u otros, probablemente saldría mal. Cuando Dios elige esposa, respeta a su Hijo, que se ha desposar con ella. Cuando Dios elige ministros suyos, deja a su Verbo la elección. Porque han de continuar sus mismos misterios.

Parece que el Señor tendrá sus preferencias. Contando con que siempre puede rectificar y enderezar, romper el cántaro y rehacerlo, y purificar, es verosímil que cuente con lo que ya hay en las naturalezas, creadas por El: "Omnia per ipso facta sunt".

Una de las primeras cualidades que parece buscará será la docilidad. Docilidad que casi siempre es crucificante. Otra, será la sencillez: "Si no os hacéis como niños"... Manifestarse sin hipocresía, con naturalidad.


“VOSOTROS SOIS MIS AMIGOS"

"Vosotros sois mis amigos." ¡Cuánta es la misericordia de nuestro Creador! ¡No somos dignos de ser siervos y nos llama amigos! ¡Qué honor para los hombres: ser amigos de Dios! Pero ya que habéis oído la gloria de la dignidad, oíd también a costa de qué se gana: "Si hacéis lo que yo os mando." Alegraos de la dignidad, pero pensad a costa de qué trabajos se llega a tal dignidad. En efecto, los amigos elegidos de Dios doman su carne, fortalecen su espíritu, vencen a los demonios, brillan en virtudes, menosprecian lo presente y predican con obras y con palabras la patria eterna; además, la aman más que a la vida; pueden ser llevados a la muerte, pero no doblegados. Considere, pues, cada uno si ha llegado a esta dignidad de ser llamado amigo de Dios, y si así es no atribuya a sus méritos los dones que encuentre en él, no sea que venga a caer en la enemistad. Por eso añadió el Señor: "No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros y os he destinado para que vayáis y deis fruto".


MÍSTICA DEL SACERDOCIO DE JUAN PABLO MAGNO

San Francisco de Sales, el Doctor de las alegorías, relata en su “Introducción a la Vida devota”, libro famoso y exitoso en su tiempo, que Alejandro Magno encargó a Apeles pintar el retrato de Compaspe, la hermosa, a la que amaba intensamente. Apeles, naturalmente, la estuvo contemplando durante mucho tiempo, y se enamoró de ella. Lo intuyó Alejandro y compadecido de él, se privó, por el afecto que tenía a Apeles, de la más querida amiga que jamás tuvo en el mundo, con lo cual, dice Plinio, dio una prueba de la magnanimidad de su cora­zón, mayor que la más brillante de sus victorias.

En “El hermano de nuestro Dios”, una obra de teatro suya, Karol Wojtyla ha escrito que cualquier intento de comprender a alguien implica penetrar hasta las raíces de nuestra humanidad, donde se encentra un elemento extra histórico. Pocas voces me llegan turbias sobre Juan Pablo II, aunque no faltan algunas, pero siempre pienso que no le conocen y más, que no le pueden comprender los que las dicen, porque no está a su alcance conocerle.


MEDITACIÓN SOBRE EL MINISTERIO SACERDOTAL

Es San Pablo quien, en su Carta a los Corintios, define a los sacerdotes: "servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, lo que en fin de cuentas se exige de los administradores es que sean fieles´´ (1 Co 4,1). Juan Pablo II, en el tema VIII de su libro “Don y Misterio”, sus memorias escritas y publicadas al cumplir sus Bodas de Oro sacerdotales, medita agudamente este texto: “el administrador no es el propietario, sino aquel a quien el propietario confía sus bienes para que los gestione con justicia y responsabilidad. El sacerdote recibe de Cristo los bienes de la salvación para distribuirlos entre las personas a las cuales es enviado. Es por tanto, el hombre de la palabra de Dios, el hombre del sacramento, el hombre del misterio de la fe´´. La vocación sacerdotal es el misterio de un "maravilloso intercambio" entre Dios y el hombre. El hombre ofrece a Cristo su humanidad para que El pueda servirse de ella como instrumento de salvación, casi haciendo de este hombre otro sí mismo”. Yo lo canté, lo intenté balbucear así el día de mis Bodas de Oro Sacerdotales, un año después que el Papa:


HIMNO SACERDOTAL

Recién ordenado y estudiante en la Universidad de Salamanca:

Necesitaste y necesitas de mis manos
para bendecir, perdonar y consagrar;
mi corazón para amar a mis hermanos,
pediste mis lágrimas y no me ahorré el llorar.

Mis audacias yo te di sin cuentagotas,
derroché mí tiempo enseñando a orar,
mi voz gasté predicando tu palabra
y me dolió el corazón de tanto amar.

A nadie negué lo que me dabas para todos.
A todos quise en su camino estimular.
Me olvidé de que por dentro yo lloraba,
y me consagré de por vida a consolar.

Pediste que te entregara mis pies
y te los ofrecí sin protestar,
caminé sudoroso tus caminos,
y ofrecí tu perdón con gran afán.

Cada vez que me abrazabas lo sentía
porque me sangraba el corazón,
eran tus mismas espinas que me herían
y me encendían en la hoguera de tu amor.

Fui sembrando de Hostias mi camino
inmoladas en tu personificación:
innumerables Eucaristías ofrecidas,
han traspasado la tierra de fulgor.

El que no tiene ojos para percibir el misterio del "intercambio" del hombre con el Redentor no podrá comprender que un joven renuncie a todo por Cristo, seguro de que su personalidad humana se realizará plenamente.


LA GRANDEZA DE NUESTRA HUMANIDAD

Retóricamente pregunta Juan Pablo II: “¿Hay en el mundo una realización más grande de nuestra humanidad que poder representar cada día “in persona Christi” el Sacrificio redentor, el mismo que Cristo llevó a cabo en la Cruz? En este Sacrificio está presente del modo más profundo el Misterio trinitario, y como "recapitulado´´ todo el universo creado (Ef 1,10). La Eucaristía ofrece "sobre el altar de la tierra entera el trabajo y el sufrimiento del mundo´´, en bella expresión de Teilhard de Chardin. En la Eucaristía todas las criaturas visibles e invisibles, y en particular el hombre, bendicen a Dios como Creador y Padre con las palabras y la acción de Cristo, Hijo de Dios. Por eso "Yo te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a pequeños. Nadie conoce quién es el Hijo sino el Padre; y quién es el Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar´´ (Lc 10,21).

Estas palabras nos introducen en la intimidad del misterio de Cristo, y nos acercan al misterio de la Eucaristía, en la que el Hijo consustancial al Padre, le ofrece el sacrificio de sí mismo por la humanidad y por toda la creación. En la Eucaristía Cristo devuelve al Padre todo lo que de El proviene, profundo misterio de justicia de la criatura al Creador, el hombre da honor al Creador ofreciendo, en acción de gracias y de alabanza, todo lo que de El ha recibido. Sólo el hombre puede reconocer y saldar como criatura imagen y semejanza de Dios tal deuda, que por sus limitación de criatura pecadora, es incapaz de realizar si Cristo mismo, Hijo consustancial al Padre y verdadero hombre, no emprendiera esta iniciativa eucarística. El sacerdote, celebrando la Eucaristía, penetra en el corazón de este misterio. Por eso la celebración de la Eucaristía es para él, el momento más importante y sagrado de la jornada y el centro de su vida”.


EL SACERDOTE ES EL HOMBRE DE LA PALABRA

Afirma el Papa que el sacerdote es “el hombre de la palabra de Dios, el hombre del sacramento, el hombre del misterio de la fe´´. Y lo razona: “Para ser guía auténtico de la comunidad, verdadero administrador de los misterios de Dios, el sacerdote está llamado a ser hombre de la palabra de Dios, generoso e incansable evangelizador. Hoy, frente a las tareas inmensas de la "nueva evangelización´´, se ve aún más esta urgencia. Después de tantos años de ministerio de la Palabra, que especialmente como Papa me han visto peregrino por todos los rincones del mundo, debo dedicar algunas consideraciones a esta dimensión de la vida sacerdotal. Una dimensión exigente, ya que los hombres de hoy esperan del sacerdote antes que la palabra "anunciada", la palabra "vivida". El sacerdote debe "vivir de la Palabra´´. Pero al mismo tiempo, se ha de esforzar por estar intelectualmente preparado para conocerla a fondo y anunciarla eficazmente. En nuestra época, la formación intelectual es muy importante. Esta permite entablar un diálogo intenso y creativo con el pensamiento contemporáneo.

Los estudios humanísticos y filosóficos y el conocimiento de la teología son los caminos para alcanzar esta formación intelectual, que debe ser profundizada durante toda la vida. Pero el estudio, para ser formativo, ha de ir acompañado por la oración, la meditación, la súplica de los dones del Espíritu Santo: sabiduría, inteligencia, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios. Santo Tomás explica cómo, con los dones del Espíritu Santo, el organismo espiritual del hombre se hace sensible a la luz de Dios, a la luz del conocimiento y a la inspiración del amor. Esta súplica me ha acompañado desde mi juventud y a ella sigo siendo fiel hasta ahora”.


LA CIENCIA INFUSA PRESUPONE LA ADQUIRIDA

“Enseña Santo Tomás, que la "ciencia infusa", no exime del deber de procurarse la "ciencia adquirida". Después de mi ordenación -escribe -fui enviado a Roma para perfeccionar los estudios. Luego, tuve que dedicarme a la ciencia como profesor de Ética en la Facultad teológica de Cracovia y en la Universidad de Lublin. Su fruto fueron el doctorado sobre San Juan de la Cruz y la tesis sobre Max Scheler. Debo mucho a este trabajo de investigación, que a mi formación aristotélico-tomista, injertaba el método fenomenológico, que me ha permitido escribir numerosos ensayos creativos, como mi libro "Persona y acción”, entrando en la corriente contemporánea del personalismo filosófico, cuyo estudio ha repercutido en los frutos pastorales. Muchas de las reflexiones maduradas en estos estudios me ayudan en los encuentros con las personas individuales y con las multitudes en mis viajes apostólicos. Esta formación en el horizonte cultural del personalismo me ha dado una conciencia más profunda de cómo cada uno es una persona única e irrepetible, y esto es muy importante para todo sacerdote. En diálogo con naturalistas, físicos, biólogos e historiadores, se puede llegar a la verdad. Es preciso que el esplendor de la verdad --Veritatis Splendor- -permita a los hombres intercambiar reflexiones y enriquecerse recíprocamente. He traído desde Cracovia a Roma la tradición de encuentros interdisciplinares periódicos, que tienen lugar durante el verano en CastelGandolfo”.


LOS LABIOS DEL SACERDOTE

"Los labios de los sacerdotes guardan la ciencia..." (Ml 2,7). A Juan Pablo le gustan estas palabras del profeta Malaquías, por su valor programático para el ministro de la Palabra, que debe ser hombre de ciencia en el sentido más alto del término, pues no sólo debe transmitir verdades doctrinales, sino tener experiencia personal y viva del Misterio porque en esto consiste "la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y al que tú has enviado, Jesucristo" (Jn 17, 3).


NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, SUMO Y ETERNO SACERDOTE, sumo, del latín summus; supremo, altísimo o que no tiene superior, supremo, muy elevado; eterno, del latín aeternus, que no tuvo principio ni tendrá final; sacerdote, del latín sacerdos, -otis, de sacer, sagrado. El apóstol Pablo en su epístola de a los Hebreos (4, 14) contempla a Cristo como el verdadero y definitivo Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza. Esta fiesta tuvo su origen en España, en la congregación de los Oblatos de Cristo Sacerdote, siendo aprobada por Pablo VI (1963-1978) en 1971; desde 1974 fue incluida en el Calendario Litúrgico celebrándose el jueves posterior a Pentecostés. Iconografía: no es frecuente, sin embargo se localizan estampas en las cuales se representa a Jesús de pie, ataviado con alba y estola insignias del ministerio sacerdotal, llevando en sus manos la hostia consagrada y el copón.

ORACIÓN COLECTA

Dios nuestro, que para gloria tuya y salvación de todos los hombres constituiste Sumo y Eterno Sacerdote a tu Hijo, Jesucristo, concede a quienes él ha elegido como ministros suyos y administradores de sus sacramentos y de su Evangelio, la gracia de ser fieles en el cumplimiento de su ministerio.

Por nuestro Señor Jesucristo.



LECTURA Heb 10, 12-23


Lectura de la carta a los Hebreos.

Cristo, después de haber ofrecido por los pecados un único Sacrificio, se sentó para siempre a la derecha de Dios, donde espera que sus enemigos sean puestos debajo de sus pies. Y así, mediante una sola oblación, él ha perfeccionado para siempre a los que santifica. El Espíritu Santo atestigua todo esto, porque después de haber anunciado: “Esta es la Alianza que haré con ellos después de aquellos días, dice el Señor: Yo pondré mis leyes en su corazón y las grabaré en su conciencia, y no me acordaré más de sus pecados ni de sus iniquidades”. Y si los pecados están perdonados, ya no hay necesidad de ofrecer por ellos ninguna otra oblación. Por lo tanto, hermanos, tenemos plena seguridad de que podemos entrar en el Santuario por la sangre de Jesús, siguiendo el camino nuevo y viviente que él nos abrió a través del velo del Templo, que es su carne. También tenemos un Sumo Sacerdote insigne al frente de la casa de Dios. Acerquémonos, entonces, con un corazón sincero y llenos de fe, purificados interiormente de toda mala conciencia y con el cuerpo lavado por el agua pura. Mantengamos firmemente la confesión de nuestra esperanza, porque aquel que ha hecho la promesa es fiel.

3 jun 2011

NUESTRA SEÑORA DE LA LUZ ( 1 MIERCOLES ANTES DEL PENTECOSTES )


La iconografía de la Virgen de la Luz tiene su origen en la ciudad de Palermo (Italia) sobre el años 1722, cuando una monja visionó una imagen de la Virgen María evitando caer en las fauces de un monstruo maligno, mientras sostenie su alma.

La imagen de esta visión plasmada por un pintor sobre esas fechas de 1722, fue conservada en la ciudad de Palermo hasta 1732, cuando fue sorteada por el padre José Genovesi para el traslado a alguna fundación reciente de la Compañía de Jesús, siendo en suerte trasladada el 2 de julio de 1732 a la iglesia jesuita de León en Guanajuato (México), que desde el año 2005 es denominada Basílica-Catedral Metropolitana de Nuestra Madre Santísima de la Luz. A partir de entonces, los jesuitas fueron quienes difundieron su culto por el continente americano. no esta completa la info.

La representación de la Virgen de la Luz es aquella donde muestra a la Virgen María evitando caer en las fauces de un monstruo maligno, mientras sostenie su alma y al Niño Jesús.

La Virgen María aparece vestida con túnica blanca y su manto azul (semejante al de la iconografía de la Inmaculada Concepción), que simbolizan su pureza y castidad, sobre un fondo de color amarillo dorado.

En los brazos sostiene con su mano derecha la figura de un alma, y con su brazo izquierdo al Niño Jesús, el cual escoge un par de corazones ardientes que un ángel porta y le ofrece en una cesta. Los corazones ardientes simbolizan la caridad y el amor a Dios.

Sobre la cabeza de la Virgen María están un par de ángeles que la coronan como reina del cielo, mientras que a sus pies, le espera un monstruo (Leviatán) con sus fauces abiertas. La figura de Leviatán fue censurada desde 1760 por la Iglesia Católica Romana y fueron sustituida por unas llamas que aludían al purgatorio, o unas nubes oscuras que simbolizan al pecado.

LA ACTUAL IMAGEN DE NUESTRA SEÑORA DE LA LUZ, SE ENCUENTRA EN LA IGLESIA DEL MISMO NOMBRE EN LA CIUDAD DE GUANAJUATO - MEXICO Y SU FIESTA SE CELEBRA: EL MIERCOLES ANTES DEL DOMINGO DE PENTECOSTES

Madre y señora, tú eres luz que disipas la sombra del engaño;
tú eres la dulzura que deleita al corazón
y eres la poderosa madre en quien espero y confío.

Aleja de mi todo peligro; guárdame, señora,
y en estos ocho días recíbeme por tuyo;
yo volveré, señora, a tus santísimos pies;
yo daré a mi corazón la dicha de saludarte,
y yo renovaré el amor que desde hoy te ofrezco.

Ángeles de la patria celestial, alabad por mi
a la madre santísima de la luz;
dios y señor de la majestad y grandeza,
pues sólo vos sabéis lo que es María,
ensalzadla y engrandecedla y tú,
madre y señora, admite mi corazón;
las necesidades que tiene tú lo sabes; remédialas;
derrama el bálsamo suavísimo de tu amor;
haz que en todas mis acciones te llame madre de la luz;
alúmbrame, compadécete de mi, y no permitas
que sea presa del demonio; y haz que,
pues te portas como mi madre, yo me porte
como tu hijo. Amén.

La Catedral se encuentra ubicada en la Avenida Obregón e Hidalgo, colonia Centro, en León, Guanajuato.

“Este templo es una síntesis de las manifestaciones religiosas de León, acorde con su jerarquía eclesiástica y su advocación a la Virgen de la Luz, patrona de la ciudad. Es la obra arquitectónica más importante construida durante la segunda mitad del siglo XIX en Guanajuato”.

“La Basílica cuenta además con cuatro capillas laterales en diferentes estilos. A una de ellas, dedicada a Cristo Rey, le caracteriza un estilo arte-deco, de armonía y refinamientos únicos en la ciudad. Otra capilla, sobresaliente por la exquisitez de su estilo neo-mudéjar, es la dedicada al Señor San José. Su planta techada por ocho bóvedas y una cúpula central, recibe a lo largo del día un haz de luces solares siempre emotivas”.

Las puertas del atrio son una obra de arte, fueron elaboradas en hierro en la cercana población de Comanja, Jalisco, las campanas del reloj fueron fundidas en León por Refugio del Castillo, las torres fueron construidas por el Licenciado Joaquín Rocha.

En la puerta de San Juan en su parte interior, cuelga un pellejo, que la tradición leonesa ha identificado siempre como un "topo maligno".

“El cual durante la noche minaba el subsuelo, cuando los canteros dormían, convirtiendo en ruinas sus trabajos diarios, un día por fin logran sorprenderlo en una trampa y darle muerte, dejando su cadáver colgado, como testimonio de aquella proeza”.

“En un esfuerzo por conservar esta maravilla arquitectónica, en las últimas décadas se está trabajando con gran intensidad en el tratamiento de la piedra”.